La difusión del uso del escapulario de la Virgen del Carmen depende de un relato acerca de una posible aparición de la Virgen invocada como Virgen del Carmen, a S. Simón Stock, inglés, miembro de la orden de los Carmelitas. La más antigua relación de aquella supuesta visión se encuentra en un manuscrito con el título de Catalogo de los santos Carmelitas. El manuscrito es del año 1411, aunque en él se introdujeron textos anteriores.
He aquí el relato que ha sido transmitido en ese Catalogo: “Un cierto Simón de nacionalidad inglesa, en sus plegarias, pedía insistentemente a la Virgen un privilegio en favor de su Orden (los Carmelitas). Le apareció la Virgen gloriosa, llevando en sus manos el escapulario y le dijo: “Este será el privilegio para ti y los tuyos. Quien morirá revestido de él, será salvo”.
Más adelante, se irán difundiendo relaciones ampliadas de este relato, en que se fue afirmando que el apellido de Simón era “Stock” y que era el P. General de la orden. Puede ser que estos dos detalles hayan sido sacados de un Catálogo de Superiores Generales, en el cual, por otra parte, no se hace referencia a ninguna aparición de la Virgen del Carmen, pero en que se menciona a un P. General llamado Simón Stock…No se puede asegurar que se trate de la misma persona a la que se atribuye la visión.
A pesar de no poder estar plenamente seguros ni acerca del verdadero destinatario, ni a cerca de la supuesta visión, se fue difundiendo especialmente en España en Italia y en varias naciones de América Latina, la práctica devota de llevar el escapulario, con la confianza de que eso favorecería la propia salvación eterna. Era lógico, por otra parte, que esa práctica se difundiera especialmente entre los fieles “cercanos” y “agregados” a la gran familia de los y de las Carmelitas.
Hubo otro hecho que influyó mucho en la difusión del uso del escapulario. Nos referimos a la llamada “Bula Sabatina”. En ella se narra una supuesta visión de la Virgen del Carmen al Papa Juan XXII, en 1322. En ella, Nuestra Señora le habría prometido que los Carmelitas y cuantos estaban agregados a ellos llevando el escapulario, hubieran salido del Purgatorio el sábado siguiente al día de su muerte. La Virgen también le añadió tres condiciones: la observancia de la castidad según el propio estado, de célibes o de casados; el haber sido fieles al deber de la oración y de otras plegarias, y el llevar el manto carmelitano, que para los “agregados” laicos, obviamente sería sustituido por el escapulario.
La supuesta Bula parece que fue redactada en la isla de Sicilia (Italia), a partir de la primera mitad del siglo XV, y más allá de toda duda, no es auténtica, es decir, no es de ningún Papa. Consecuentemente, no cabe hablar de “ningún privilegio sabatino.”
Sin embargo, también la supuesta Bula sabatina cooperó a la difusión de la devoción a la Virgen del Carmen, y a la práctica del uso de su escapulario y del llamado “habito de la Virgen”.
Actualmente, la Iglesia favorece esta práctica y la difusión del escapulario, signo de filial
devoción a María la Madre del Señor, y como expresión de plena confianza en su maternal protección durante esta nuestra vida y en la hora de nuestra muerte.
Como lo ha escrito Pío XII, en el ya lejano 11 de febrero del 1950, el escapulario, para todos los que lo llevan, debe ser “memorial de la Virgen, espejo de humildad y de castidad, recordatorio de modestia y sencillez, elocuente símbolo de fidelidad a la oración de cuantos invocan la ayuda de Dios”.
Estimada Marta, como puede apreciar, más allá de todo lo que podemos afirmar de la “historia” del escapulario de la Virgen del Carmen, lo que más cuenta es lo que significa y expresa, a saber, nuestra filial devoción a María, nuestro vivo deseo de imitarla y nuestra plena confianza en ella a quien invocamos como “vida, dulzura y esperanza nuestra”.