Face
Insta
Youtube
Whats
Miércoles, 24 Abril 2024
Suscribase aquí

¿Dios castiga o nos castigamos a nosotros mismos?

By Mons. Vittorino Girardi S. Marzo 10, 2022

“Monseñor: con frecuencia escucho que Dios es Amor, Padre misericordioso y que Él no castiga a nadie. Cuando en alguna lectura del Antiguo Testamento se nos habla del castigo de Dios, el Sacerdote que preside la Eucaristía se apresura a decirnos a los fieles presentes, que hay que dar el paso al Nuevo Testamento, en el cual culmina la Revelación y en que Jesús manifiesta plenamente el rostro misericordioso de Dios. Tengo aquí delante el Evangelio de San Mateo, y estoy leyendo el capítulo 23. El Jesús que aquí aparece, es fuerte, amenazador… y culmina sus duras palabras, diciendo: “A ustedes, pues, toca colmar la medida de sus antepasados. Serpientes, raza de víboras, ¿cómo van a poder escapar de la condena al infierno? (23, 32-33). ¡No cabe quedarnos de la Palabra de Dios sólo con los que nos gusta, sino que hay que acogerla toda! ¿Qué nos dice, Monseñor?”

Alan Gamboa V – Alajuela 

Estimado don Alan, nuestro vivo y profundo deseo es conocer a Dios, y conocerle como Él mismo nos lo ha revelado, desde lo que leemos en el Antiguo Testamento, a la culminación de la Revelación que se nos ofrece en los Evangelios. Lo hacemos así, conscientes de que la Revelación, como lo ha afirmado el Concilio Vaticano II, ha sido progresiva; de hecho, así lo es toda verdadera enseñanza.

Ahora bien, como punto de clara referencia, tomamos la parábola del Hijo pródigo, o mejor llamada, del Padre misericordioso, como la leemos en el capítulo 15 de San Lucas. Todos la conocemos. El hijo menor recoge lo que le correspondería por herencia, se va y lo gasta todo en el vicio… Ahora está hambriento, mal vestido, perdido… Decide volver a casa y prepara unas breves palabras de arrepentimiento. Cuando su padre lo ve, aunque todavía un poco lejos, corre hacia él, lo cubre de besos, y le devuelve los signos de que es su hijo, a saber, el manto, el anillo y las sandalias. Y manda celebrar una fiesta, porque “ese hijo estaba perdido, y ha sido hallado, muerto y ha vuelto a la vida” (Lc 15, 32).

Si ahora consideramos la hipótesis de que el “hijo pródigo” no hubiese vuelto, él hubiese permanecido en la perdición y en la muerte. Con otras palabras, él hubiese continuado “castigado”, pero no porque el Padre hubiese sido su juez y la causa de su castigo, sino, porque el hijo mismo se había causado tanto daño, tanto castigo.

Me permito darle, estimado Alan, un ejemplo que acostumbro recordar cuando tengo encuentros de formación cristiana. Pensemos en un profesor que debe dar una “mala nota” a un alumno. Propiamente hablando, no es que el profesor repruebe o castigue al alumno, sino, sólo hace constar lo que el alumno ha alcanzado. Es del todo patente, que el verdadero responsable de la evaluación negativa no es el profesor, sino el alumno. Si éste no estudia, no es el profesor quien propiamente lo juzga y castiga, sino que es él mismo quien se da la medida de lo que, en definitiva, ha querido.

Hay otro texto bíblico muy iluminador, lo leemos en el libro del Apocalipsis. “Mira que estoy a la puerta y llamo (dice el Señor). Si alguien escucha mi voz y abre la puerta entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo” (3, 20). Como justamente se ha dicho, la puerta se abre sólo desde dentro. Cristo no fuerza la puerta. Si alguien decide no abrirla, como que “recibe su castigo”, es decir, para él no hay la cena de la amistad, símbolo del banquete de salvación… Es del todo evidente, que no es Cristo quien castiga. El único responsable del “castigo” es el que no le abre. Al respecto, siempre debemos recordar las palabras de Jesús a Nicodemo, cuando éste, de noche, fue a visitarle: “Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar el mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 4, 17).

Siempre hay que tener presente que las páginas de la Biblia deben ser iluminadas, leídas e interpretadas por la luz que nos viene de la misma Sagrada Escritura. Esto equivale a decir que para leer e interpretar las afirmaciones del Nuevo Testamento que se refieren a los posibles castigos de Dios, deben ser puestas y consideradas dentro de la fundamental afirmación: “¡Dios es amor!” (1 Jn 4, 8), Él sólo es amor y de Él no viene ningún castigo… También el alumno podría decir -y lo dice-: “oh, el profesor me ha castigado con una mala nota”, y todos lo entendemos, aun cuando, como ya lo pusimos de relieve, propiamente hablando no ha sido así. Quien se castiga es el alumno perezoso.

Concluyamos estas breves reflexiones, estimado Alan, con otro texto de la Sagrada Escritura, y concretamente del libro del Eclesiástico o Sirácides. En él leemos: “Él fue (Dios) quien al principio hizo al hombre, y lo dejó en manos de su libre albedrío. Él te ha puesto delante fuego y agua, a donde quieras puedes llevar la mano. Ante los hombres la vida está y la muerte, lo que prefiera cada cual, se le dará” (Ecco 15, 14-17).

Brevemente y una vez más, Dios no castiga; nosotros sí que nos podemos castigar con el abuso de aquel don natural más elevado, que él nos ha regalado, la libertad.

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad