“Hace unos días me fui a confesar, el sacerdote me impuso las manos mientras iba pronunciando la absolución. ¿Es una ocurrencia o es parte del Rito de la Confesión? Gracias, Monseñor, por seguir en este servicio incluso en este tiempo de pandemia”.
Jorge Méndez – Ciudad Quesada
Estimado don Jorge, los Padres del Concilio Vaticano II pidieron que se revisara el Rito del Sacramento de la Reconciliación (Confesión). Y así aconteció. Fruto de la reforma fue, entre los demás elementos, la nueva fórmula de la Absolución, que representa una preciosa síntesis del sentido y del valor del Sacramento de la Penitencia o Reconciliación. Es útil volver a recordarla: “Dios, Padre Misericordioso que reconcilió consigo al mundo con la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó al Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y el penitente responde: ¡Amén!
Desafortunadamente, algunos sacerdotes, sólo pronuncian la última parte, limitándose así al: “yo te absuelvo…”, con el riesgo de poner en el centro la sola autoridad del mismo sacerdote, mientras sabemos que la fuente del perdón es Dios-Trinidad quien actúa en y por la Iglesia.
La fórmula íntegra y el gesto de la imposición de las manos evidencia, precisamente, lo que acabo de afirmar, a saber, que el sacerdote es un “humilde siervo” (¿o canal?) de un perdón que nos llega de muy arriba, de Dios. De ahí que la imposición de las manos no es facultativa: el Ritual de los Sacramentos la prescribe: “el sacerdote, extendiendo ambas manos o al menos la derecha, sobre la cabeza del penitente, dice…”. Se trata de un gesto muy claro que nos hace recordar la invocación del Espíritu Santo y su acción santificadora. ¡Qué bonito y conmovedor sería si el sacerdote, de pie, pudiera imponer las manos y pronunciar la entera fórmula de la Absolución, mientras que el penitente está de rodillas -si pudiera- o de pie!
Sigue luego la despedida del penitente con una breve expresión de acción de gracias, como por ejemplo: “Den gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia” y “el Señor ha perdonado tus pecados, vete en paz”.
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