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Sábado, 27 Abril 2024
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En cada Semana Santa, la Iglesia suele leer y meditar los últimos pasajes de los cuatro evangelios que relatan la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. Al momento de ser sentenciado en la cruz, Jesús estaba acompañado por dos ladrones, que adquirieron con el paso del tiempo una posible identificación. Pero ¿quiénes fueron estos dos compañeros de suplicio y muerte de Jesús?

La respuesta a esta pregunta ha surgido a partir del teólogo y biblista argentino Ariel Álvarez Valdés, quien ha reinterpretado los escritos de los evangelistas Mateo, Marcos, Lucas y Juan, en un artículo muy interesante llamado “¿Quiénes eran los hombres crucificados con Jesús?” (Enigmas de la Biblia, 17, Editorial San Pablo, Buenos Aires, 2016, pp. 67-75). Y asegura que los malhechores crucificados junto a Jesús, en realidad, eran dos de sus discípulos. En efecto, durante los años que Roma dominó Judea, la crucifixión fue el castigo que los romanos aplicaban exclusivamente a los rebeldes políticos, a los revolucionarios sociales, pero no a los simples ladrones. De hecho, los Evangelios nos los llama así, sino bandidos o malhechores (Mt 27,38.44; Mc 15,27.32b; Lc 23,32.33.39). San Juan no especifica quiénes eran ellos. Solamente habla de “otros dos”, uno a cada lado de Jesús (Jn 19,18)

Esta primera conclusión lleva a la siguiente pregunta: ¿qué relación tenían con Jesús de Nazaret? Porque según los Evangelios, Jesús fue condenado a muerte por perturbador político, rebelde y agitador social. Eso no significa que lo fuera, pero sí que las autoridades romanas lo consideraron como tal (Lc 22,1-2; Jn 19,29-39). El hecho de que sobre su cabeza pusieran un cartel con el motivo de su condena: “El rey de los judíos”, confirma que la causa de su sentencia fue política y no religiosa. Ahora, si los hombres que estaban crucificados a su lado también lo fueron ¿tenían alguna conexión con Jesús? Los Evangelios no los vinculan para nada. Sin embargo, es poco probable que varias personas condenadas el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar, por la misma causa, por el mismo gobernador y con la misma pena, no estén relacionadas.

Cuando los soldados arrestaron a Jesús en el Monte de los Olivos, él se defendió diciendo: “¿Han venido a prenderme con espadas y palos, como si fuera un bandido (en griego ‘lestés’)?” (Mc 14, 48; Mt 26, 55). Es decir que Jesús fue considerado un “lestés”, el mismo título que se utiliza para designar a los dos hombres crucificados con él (Mc 15,27; Mt 27,38). Esto llevó al teólogo Ariel Álvarez Valdés a otra conclusión: los dos condenados debieron de ser discípulos de Jesús, apresados y juzgados por el mismo delito “político”. Por eso terminaron muriendo junto a él.

Además, hay otro detalle que establece el vínculo entre esos dos hombres y Jesús: la manera en que fueron crucificados. Los cuatro evangelios coinciden en que Jesús fue colocado en el medio, mientras que a los otros dos fueron colocados “uno a su derecha y otro a su izquierda” (Mc 15,27; Mt 27,38; Lc 23,33; Jn 19,18). ¿Por qué ubicarlos así?, se pregunta Álvarez Valdés y responde que fue porque Jesús había sido considerado por las autoridades religiosas y civiles de su tiempo, como el líder de los otros dos malhechores que en realidad eran dos de sus discípulos. Otra duda que también responde Álvarez Valdez: ¿Por qué insultaban a Jesús si supuestamente no lo conocían?

Porque seguramente se sintieron desilusionados ante el fracaso de su líder y protestaron indignados: “¿No eres tú el Mesías? Pues sálvate a ti y a nosotros” (Lc 23,39), le recriminó uno de los crucificados. Es decir que no era un delincuente común que no conocía a Jesús, de lo contrario ¿por qué le diría Mesías a Jesús? “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”, fue una de las peticiones de uno aquellos crucificados (Lc 23,42). El hombre, entonces, tenía fe en Jesús y creía en sus palabras, estaba convencido de que Jesús era Rey y que tenía el poder suficiente para hacerlo entrar en el Reino de los Cielos.

Queda contestar por qué los Evangelios nunca dijeron que los dos crucificados eran discípulos de Jesús. La respuesta, según Álvarez Valdés, es simple. Entre los primeros cristianos se hizo fuerte la idea de que Jesús había dado su vida por la humanidad y que su muerte en la cruz había sido redentora. En consecuencia, la crucifixión se convirtió en el hecho central de su vida y se le atribuyó un valor único. Jesús muriendo por el Reino junto a sus discípulos, le hacían perder centralidad y exclusividad a su muerte. Sin embargo, el llamado “buen ladrón” es uno de los dos malhechores que, según los Evangelios, fueron crucificados al mismo tiempo que Jesús de Nazaret. En su Evangelio, San Lucas relata que Jesús le dijo a su compañero, durante la crucifixión, que antes de que acabara el día, estaría junto a él en el Paraíso (Lc 23,43).

Los cristianos estamos acostumbrados a identificar a los doce apóstoles de Jesús, pues los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas así nos presentan a este pequeño grupo de varones (Mc 3,13-19; Mt 10,1-4 y Lc 6,12-16). La palabra griega “apostolos” significa “enviado”. Los judíos acostumbraban decir que el enviado de un hombre es como si fuera él mismo. Por eso el apóstol o enviado tiene especialmente la función de hacer presente a quien lo envía.

En estos tres Evangelios mencionados, reciben el nombre de apóstoles los discípulos más cercanos de Jesús, a quienes él envió como mensajeros de la Buena Noticia. Pero resulta que en el Evangelio de San Juan esta distinción no aparece, tampoco su elección y envío correspondiente. Más bien, cuando se habla de algunos de ellos y no de todos, a San Juan le interesa presentarlos como discípulos, palabra que significa “el que aprende”. De forma que esta denominación en Juan, aparece en singular 16 veces y en plural 63 veces. Hay una elevada presencia de discípulos, pero de los doce apóstoles se dice muy poco.

Ejemplos. En Jn 9,28 se presenta al discípulo de forma irónica, al hablar del ciego de nacimiento. En Jn 18,15-16 se menciona por tres veces, a un discípulo anónimo de Jesús. En Jn 19,36 se dice de José de Arimatea que es discípulo de Jesús.  Finalmente, en Jn 19,26-27; 20,3.4.8; 21,7.20.23-24 se dice por once veces, del enigmático y protagónico discípulo amado del Señor, al que hemos identificado, de manera insegura, con el apóstol San Juan.

En plural (discípulos), el término aparece mejor representado en San Juan. En Jn 1,35.37 aparecen dos discípulos de Juan el Bautista. En Jn 3,25 también. En Jn 9,28 se refiere a los judíos como seguidores de Moisés y en Jn 6, 60.61.66; 8,31 se refiere a los seguidores de Jesús en sentido amplio. Y finalmente, en 55 ocasiones, se refiere al grupo de los seguidores de Jesús, especialmente cuando se refiere a los Doce que aparecen en Juan cuatro veces solamente, tres de ellas en el llamado “discurso eucarístico” del Pan de vida y en una de las manifestaciones de Jesús resucitado:

 

  • Jn 6,67: Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”.
  • Jn 6,70-71: “Jesús continuó: ¿No soy yo, acaso, el que los eligió a ustedes, los Doce? Sin embargo, uno de ustedes es un demonio”. Jesús hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, que era uno de los Doce, el que lo iba a entregar.
  • Jn 20,24: Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.

 

En Juan, por consiguiente, tiene más relevancia el término discípulos tiene más importancia cuando se trata del grupo de estos seguidores cercanos que son los doce apóstoles, equiparándose con ellos. Hemos de reconocer, sin embargo, que no está del todo claro en este Evangelio, si se trata de los Doce o de los discípulos en general o probablemente de discípulos ideales. La abundancia de textos que tratan de ellos, intenta explicar lo que significa ser discípulos de Jesús, así como el discípulo amado y lo que él representa como discípulo ideal.

De forma que en el evangelio de San Juan los discípulos se identifican prácticamente con los creyentes. La distinción que hacen los Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), entre diversos grupos de seguidores de Jesús (los Doce, otros discípulos, la gente) no es tan clara en Juan. El grupo de los Doce sólo aparece en un pasaje a lo largo de todo el evangelio (Jn 6,70-71), y no es representativo de la visión joánica del discipulado. El discípulo ideal no es Pedro, sino el Discípulo Amado, que es presentado como modelo de fe en Jesús (Jn 20,3-9.20-21).

Los griegos

Enero 14, 2021

En el Evangelio de San Juan (Jn 12,20-33), se nos cuenta que unos griegos querían ver y conocer a Jesús. El texto lo escuchamos en el 5° Domingo de Cuaresma del ciclo B (el próximo domingo 21 de marzo 2021). ¿Quiénes eran estos griegos? Vayamos al texto:

Entre los que había subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.  Les aseguro: si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada., Y ¿qué diré: “Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.

La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”. Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

 

"Señor, queremos ver a Jesús"

 

Se trata de una pregunta que hacen algunos "griegos" a Felipe. De ellos se dice que “habían subido a adorar en la fiesta". Es la fiesta de la Pascua judía. Probablemente son aquellos "temerosos de Dios" de los que se habla con frecuencia en los textos del Nuevo Testamento (ver Hech 10,1-2; 13,6); simpatizantes de la religión hebrea, aunque sin ser verdaderos judíos, pero representantes del mundo pagano.

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