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Los griegos

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Enero 14, 2021

En el Evangelio de San Juan (Jn 12,20-33), se nos cuenta que unos griegos querían ver y conocer a Jesús. El texto lo escuchamos en el 5° Domingo de Cuaresma del ciclo B (el próximo domingo 21 de marzo 2021). ¿Quiénes eran estos griegos? Vayamos al texto:

Entre los que había subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.  Les aseguro: si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.

El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada., Y ¿qué diré: “Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar”.

La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”. Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir.

 

"Señor, queremos ver a Jesús"

 

Se trata de una pregunta que hacen algunos "griegos" a Felipe. De ellos se dice que “habían subido a adorar en la fiesta". Es la fiesta de la Pascua judía. Probablemente son aquellos "temerosos de Dios" de los que se habla con frecuencia en los textos del Nuevo Testamento (ver Hech 10,1-2; 13,6); simpatizantes de la religión hebrea, aunque sin ser verdaderos judíos, pero representantes del mundo pagano.

A lo mejor estos paganos eran de origen siro fenicio, como indica con la misma palabra San Marcos (Mc 7,26), cuando habla de la mujer que pedía la curación de su hija. En la petición de ellos, podemos encontrar solo curiosidad por acercarse a un personaje famoso y discutido como lo era Jesús. Pero el contexto en el que nos lo presenta San Juan, esta búsqueda señala por el contrario que buscaban de verdad, con corazón abierto. Tanto es así que ellos son presentados tan pronto como se ha dicho: "Miren cómo todo mundo se va tras de él” (Jn 12,19).

Y luego la noticia es comentada por Jesús, como la llegada del momento en que ha de ser glorificado el Hijo del hombre. El hecho de que se hayan dirigido a Felipe, y éste los envíe a Andrés, es debido a que los dos eran de Betsaida, una ciudad donde la gente estaba mezclada y necesitaban entenderse en varios idiomas. Los dos personajes representan de todos modos dos sensibilidades: Felipe es más tradicionalista (como se ve por su frase después de haber conocido a Jesús (Jn 1,45), mientras que Andrés, habiendo participado en el movimiento de Juan el Bautista, era de carácter más abierto a lo nuevo (ver Jn 1,41). Para indicar que la comunidad cristiana que se abre a los paganos, que acoge la solicitud de quien busca con corazón curioso, es acogida por una comunidad que vive en una gran variedad de sensibilidades.

 

"Si el grano de trigo que cae en tierra, no muere…"

 

La historia de la semilla es la historia de Jesús, ‘grano de trigo deshecho, para dar a todos mucho fruto’ (San Atanasio). La misión de Jesús de dar vida, solo se comunica aceptando la muerte. El apego a la propia vida y a la sabiduría humana, es el verdadero obstáculo para conocer a Jesús. Amar es darse, perderse para encontrarse. Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida (‘aborrecerse’, en expresión semítica) es conservarse para una vida definitiva. La meta del ser humano es el amor. El amor tiene que superar el apego a lo más querido: la vida biológica. Entregarla no es malograrla, sino llevarla a plenitud. Entregarla día a día, sin miedo a que se termine. La muerte no es el fin de la vida, sino su plenitud. Esto lleva a la libertad total. Perdido el temor a la muerte, nada nos puede esclavizar.

“El que quiera servirme, será honrado por mi Padre”. Jesús invita a seguirle en el camino que acaba de trazar. Cuando gozar se ha convertido en el principio y el fin de nuestra cultura, hay que aprender la suprema lección de dar la vida día a día.  “Mi alma ahora está turbada” (el Getsemaní del evangelio de Juan). Para Jesús, esta hora no fue fácil. Su parte sensitiva protesta. Lo normal es huir. Jesús afronta la angustia confiándose al Padre. La palabra del Padre lo conforta: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. El camino de Jesús es aprobado por el Padre.

“Cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”. En Juan la cruz se identifica con glorificación. ‘Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor’, decía Santa Teresa de Jesús. El objetivo del hombre es esa vida con mayúscula, no eliminar la muerte biológica y alcanzar una inmortalidad física. Hoy, como aquellos griegos ¿buscamos a Jesús? ¿Lo hemos encontrado?

 

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