La intervención de aquella mujer, estaría justificada desde el intento de Pilato de recurrir a todos los medios para salvar a Jesús, una vez que ha reconocido su inocencia. Si la noticia tiene algún valor no es el histórico en sí mismo, sino el teológico; sería un argumento más a favor de la inocencia de Jesús. Y en eso tiene razón. Una mujer pagana fue capaz de darse cuenta que Jesús de Nazaret es un hombre justo y no tiene por qué morir crucificado. Una tradición, transmitida a través de los evangelios apócrifos, llamó a esta mujer Claudia Procla o Prócula, sosteniendo que era prosélita o simpatizante del judaísmo y que posteriormente se convirtió al cristianismo.
En la práctica, no era común y corriente que los gobernantes romanos llevaran a sus esposas consigo a los lugares donde eran destinados; ocasionalmente se permitía alguna visita de sus esposas en los meses de invierno. De forma que, al parecer, la esposa de Pilato lo visitó por las fechas de la Pascua judía del año 34. Si Pilato manifiesta varias tres veces en san Lucas y san Juan que Jesús es inocente, en un nivel más popular y dramático, la esposa de Pilato proclama que Jesús es justo, recto (en griego “dikaios”), quien, muy atrás en el Evangelio de San Mateo, dice, antes de ser bautizado, que ha venido a cumplir toda justicia (en griego “dikaiosyne”. Ver Mt 3,15).
San Mateo prosigue en Mt 27,19 el tema de la sangre inocente, que viene del episodio del arrepentimiento de Judas Iscariote en 27,4 y llegará hasta el lavatorio de manos de Pilato en 27,24. El principal motivo del sufrimiento de la esposa de Pilato, puso ser una gran angustia por el temor de que su esposo derramara sangre inocente… Otros piensan que este versículo que alude a la mujer, obedece a motivos apologéticos: hacer ver a los romanos, después del año 66 d. C, que Jesús no era un subversivo, rebelde o fanático en contra de ellos y mucho menos un instigador a la rebelión contra el Imperio Romano, en tierras de Palestina.
Sin embargo, en Mt 27,19, el tema de la mujer de Pilato pasó a formar parte del relato mateano de la Pasión del Señor, como un signo de la apertura evangélica de los paganos o gentiles, que se mostraban capaces de distinguir la verdad acerca de Jesús, como lo vemos con el relato de los Magos de Oriente que, siendo paganos, reconocieron a Jesús como el verdadero rey de los judíos (Mt 2,1-12). De forma similar, un centurión romano en el Calvario, se dará cuenta que Jesús era un hombre justo, inmediatamente después de su muerte (Lc 23,47).
San Mateo no hace de esta mujer una creyente cristiana anticipada, ni siquiera una admiradora secreta de Jesús. La forma en que habla de su sueño es típicamente helenista o pagano griega, sobre todo si la comparamos con los sueños de José o de los Magos en Mt 1-2. Ella ha sufrido mucho, pero no ve claro el sentido de su sueño. No defiende positivamente a Jesús, pero desea, sobre todo, que su marido no se comprometa con este asunto. Dice que Jesús es un justo, con un acento de temor respetuoso, pero no en el sentido de la justicia del Evangelio de San Mateo (Mt 1,19; 5,45; 9,13; 13,17), sino en sentido griego más general. Quizá pudo escuchar acerca del judío Jesús y tenía la impresión de que era un hombre de bien.
Ni ella ni su esposo pudieron hacer nada por Jesús (al menos, Pilato pudo haber hecho algo, pero ya sabemos las razones). Todo fue en vano, pero ella fue la única abogada de Jesús en aquel proceso injusto. Dios inspiró en ella un grito contra el inocente que iba a ser condenado. Sin embargo, el grito del poder triunfó sobre ella. Su voz fue acallada e insuficiente para ahogar los gritos demoníacos de los dirigentes y corruptos ancianos y sacerdotes, que habían decidido la muerte de Jesús (Mt 27,18.20-24).
Claudia es reconocida como santa según dos iglesias en el cristianismo oriental: la Iglesia ortodoxa oriental y la Iglesia ortodoxa etíope. En la Iglesia ortodoxa oriental su fiesta se celebra el 27 de octubre. La Iglesia ortodoxa de Etiopía celebra a Pilato y a Claudia Prócula juntos, el 25 de junio. Nos enseña cómo, en la medida de nuestras posibilidades, debemos levantar la voz de los que no tienen voz y defender a quienes, por su situación o circunstancias, no pueden defenderse. Ella, diríamos, es la primera “defensora de los derechos humanos”, desgraciadamente tan pisoteados hoy día, como bien sabemos.