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El ángel del huerto

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Mayo 07, 2021

Ojalá que nunca nos falte “un ángel”, es decir, tanto la asistencia divina como la persona que, no importando su silencio, nos acompañe en los momentos más difíciles y duros de la vida, como acompañó a Jesús.

 

Siguiendo con los protagonistas de la pasión de Cristo, siempre nos ha llamado la atención un ángel, que aparece únicamente en el relato de la Pasión, según san Lucas (Lc 22-23), muy conocido entre nosotros como “el ángel de la confortación”. No es raro verlo presente representado por una mujer con una copa en la mano, en las procesiones de los días santos o también en el arte (pintura, escultura o en el cine). Vayamos al texto de San Lucas: “Y se le apareció (a Jesús) un ángel del cielo reconfortándolo” (Lc 22,43) ¿De quién se trata?

 

¿Quién es este ángel?

 

Llama la atención que, si bien muchas veces San Lucas menciona a los ángeles, nunca dice que vengan “del cielo”. Se refiere a ellos como el ángel “del Señor” (Lc 1,11; 2,9), o el ángel “de Dios” (Lc 12,8), o el ángel “santo” (Hech 10,22). Además, éste es un ángel mudo, que acompaña en silencio a Jesús, pero no le dice ni una sola palabra. En cambio, los ángeles de san Lucas siempre aparecen para transmitir algún mensaje. Así, a Zacarías le comunica el nacimiento de Juan Bautista (Lc 1,11). A María le anuncia su embarazo virginal (Lc 1,26).  A los pastores les pregona el nacimiento de Jesús (Lc 2,9). A las mujeres en el sepulcro les comunica la resurrección de Jesús (Lc 24,32). A los apóstoles en la cárcel, les pide que prediquen en el Templo (Hech 5,19). A Felipe le manda evangelizar a un eunuco (Hech 8,26). A Cornelio le ordena buscar a Pedro (Hech 10,3). A Pedro en la cárcel le enseña cómo escapar (Hech 12,7). Y el ángel que se aparece a Pablo en medio de una tormenta, le comunica que nadie del barco morirá (Hech 27,23).

Pero aquí, de acuerdo con el relato, el ángel aparentemente fracasó en su empeño de animar a Jesús, porque éste no sólo no se consoló, sino que se puso a sudar sangre: “entró en agonía y oraba más intensamente, sudando como gotas de sangre que corrían hasta el suelo” (Lc 22,44). La figura de este ángel en el huerto de Getsemaní es extraña e insólita. Pero la aparición de este ángel expresa la ayuda de Dios al justo, un tema que nos recuerda el episodio de la huida de Elías hacia el monte Sinaí, cuando fue asistido y alimentado por un ángel (1 Rey 19,4-8).

Aquí Jesús, a través de su pasión y muerte, inicia su camino pascual hacia el Padre (expresado en la “copa de amargura”, ver Sal 16,5; 23,5; 78,8-9; Jer 49,12). En aquellos  momentos difíciles en Getsemaní, se pone de manifiesto la humanidad del Redentor, es decir, Jesús es un hombre como nosotros y que, por su encarnación fue sometido en todo a la debilidad, la tristeza y el temor a la muerte, aún en los momentos de oración confiada (ver Heb 5,7-8). De forma que su angustia, la oración al Padre y el sudor como gotas de sangre atestiguan su humanidad.

Aquel ángel no llegó para aliviar su agonía, sino para hacer posible que la viviera en un nivel aún más profundo, si entendemos agonía como lucha y tensión (como los atletas, competidores, jugadores y gimnastas, que hasta “sudan la gota gorda” y los vemos tensos y alertas). Jesús fue en agonía al huerto el Jueves Santo y salió de allí victorioso, sereno y con paz en su corazón, firme y resuelto, porque había sido confirmado por el Padre a través de la oración, mientras que sus discípulos (¡qué vergüenza!), dormían plácidamente en aquellos duros y terribles momentos… (Lc 22,45).

En Aciprensa, se nos explica este episodio dramático: “Este consuelo no tenía por única finalidad o por efecto dispensarlo de sufrir por la salvación del mundo, sino, por el contrario, de ayudarlo. Bien lo muestra el Evangelio de Lucas, según el cual la aparición consoladora es seguida por la “agonía”, una oración más intensa y por el sudor de sangre. Más profundamente, este consuelo no significaba que Cristo hubiese tenido necesidad del auxilio angélico – el Creador de los Ángeles podía hacer descender del cielo doce legiones de Ángeles (Mt 26, 53) sino que le pareció necesario ser fortificado con miras a nuestra consolación, de la misma manera que estuvo triste por nuestra causa…

Al aceptar este consuelo por nosotros, y en nuestro nombre, Jesús mostraba la realidad de su humanidad  y de la debilidad humana, que le reconocía la Epístola a los Hebreos. En la aceptación, por nosotros y a favor nuestro, del consuelo angélico, Jesús significaba anticipadamente  que aceptaría para consolarnos nuestros consuelos. No sólo nos hacía merecedores de poderlo consolar sino, también por generosidad respecto de nosotros, hacer de nosotros sus consoladores para consolarnos en nuestros momentos de desolación” (https://www.aciprensa.com/fiestas/cuaresma/consuelo.htm)

Un ángel silencioso estuvo con él, antes de padecer por nosotros. Pero, otros ángeles hoy anuncian su resurrección victoriosa, antecedida por su lucha heroica en Getsemaní, de la cual no salió derrotado sino vencedor (Lc 24,1-7). Eso es lo que hoy celebra la Iglesia en este día bello y glorioso. Y ojalá que nunca nos falte “un ángel”, es decir, tanto la asistencia divina como la persona que, no importando su silencio, nos acompañe en los momentos más difíciles y duros de la vida, como acompañó a Jesús.

 

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