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Los judíos en Juan

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Febrero 19, 2021

Cuando en el Evangelio de San Juan nos encontramos con la expresión “los judíos” ¿De quiénes se trata? El término “los judíos” aparece en este evangelio unas setenta veces en contraste con las cinco o seis de los sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Salvo unas pocas excepciones el término tiene un carácter peyorativo. Su acepción no es étnica, sino ideológica o teológica. Para algunos comentaristas, los judíos son las autoridades religiosas, sobre todo las de Jerusalén, que se muestran hostiles a Jesús. Encarnan una estructura de pecado y de resistencia a la gracia.

Algunos incluso piensan que las traducciones modernas deberían traducir el término por “autoridades judías”, para evitar así dar una impresión de antisemitismo. Para otros, el término “judíos” se refiere a los “judíos de Judea”, es decir, a los habitantes de Judea, en cuanto opuestos a los judíos de Galilea. Se trata de una referencia geográfica y no sería aplicable a todo el pueblo judío en general.

No olvidemos que Jesús, los apóstoles y muchos miembros de la comunidad joánica son judíos, en tanto que pertenecen a este pueblo en razón de su raza y, sin embargo, no pertenecen al grupo de “los judíos”, con lo cual es claro que este grupo no es un grupo étnico. Los padres del ciego de nacimiento, siendo judíos, temían a “los judíos” (Jn 9,29). El paralítico de Betesda, también judío, fue a informar a “los judíos” (Jn 5,15). En Juan no hay rastro de los grupos judíos más importantes: herodianos, saduceos, zelotes, publicanos. En realidad, la destrucción del templo de Jerusalén, en el año 70 d. C, había nivelado al judaísmo. Sólo sobrevivieron los fariseos. Los maestros de la época de Jesús son los descendientes de los fariseos. Israel, en cambio, sigue siendo un término favorable para el evangelista (Jn 1,31.47).

Los primeros cristianos eran tenidos como una secta por los judíos como una secta y eran llamados “los nazarenos”. Aunque en ocasiones fueran llevados a la cárcel o perseguidos, pero en general se les permitía asistir a la sinagoga y al Templo junto con los miembros de las otras sectas. A finales del año 50, todavía sabemos que los nazarenos iban al templo y ofrecían sacrificios allí (Hech 21,18-20). Pero después de la destrucción del templo, hacia el año 80, los nazarenos fueron excomulgados por el judaísmo. Para evitar su participación litúrgica en la sinagoga, a la oración de las Dieciocho Bendiciones se le agregó una más, contra los herejes cristianos, llamada Birkat ha Minim. De esa manera si los cristianos judíos querían seguir asistiendo a la sinagoga se verían obligados a pronunciar una maldición contra sí mismos.

Cuando los cristianos del Evangelio de Juan se refieren a los judíos sin más precisiones,  hacen alusión a la institución judía que estaba excomulgando a los cristianos. En efecto, para Juan la institución judía ha perdido su razón de ser, porque es un judaísmo fallido. Han abandonado al Dios vivo y has dejado de ser Israel. Cuando admitieron por rey al César para librarse de Jesús (Jn 19,15) contradijeron los valores más profundos del judaísmo (Jc 8,23; 1 S 8,7; Is 26,13).

Los judíos tienen su ideología grupal: pertenecen al pueblo de los patriarcas (Jn 4,12; 8,37); son los depositarios de la ley (Jn 5,39; 7,51-52; 18,31). Tienen las Escrituras que son para ellos fuente de vida (Jn 5,39). Les pertenecen el sábado y la circuncisión (Jn 5,18; 7,22-23; 9,14). Saben que Dios les habla a través de Moisés (Jn 9,29). Conocen cómo será el Mesías (Jn 7,25-31; 12,34). Tienen sus ordenaciones y criterios concretos (Jn 7,51-52; 8,13-19; 11,47-50).

Pues bien, la comunidad joánica va a ir negando, una por una, estas pretensiones judías, porque no han sido capaces de captar su alcance cristológico. No escuchan a Moisés (Jn 5,46-47), no captan el sentido de las Escrituras (Jn 5,39-40), ni conocen el significado de Abrahán (Jn 8,56-58), ni han entendido las profecías mesiánicas sobre Jesús (Jn 2,19-22; 12,15-16). Apelan a la Ley como manifestación de la voluntad de Dios y olvidan que la voluntad de Dios es, ante todo, creer en Jesús (Jn 6,29-40). El que cree en Jesús cumple la Ley. Los judíos no son de Dios (Jn 8,47), tienen otro padre que es el diablo (8,44), son de este mundo (Jn 8,23).

Pues bien, el Evangelio de San Juan no pretende convertir a estos judíos que considera irrecuperables, pero se dirige a los judeocristianos que estaban atravesando en aquellos momentos, una crisis muy fuerte. Probablemente se trata de judeocristianos que viven en la diáspora o en el extranjero y se veían amenazados con la expulsión de la sinagoga. Tienen que optar entre sus exigencias de fe en Jesús y su deseo natural de no abandonar el judaísmo. Juan menciona tres veces la expulsión de la sinagoga (Jn 8,11; 12,42; 16,2). Pero, ¿qué le puede importar al ciego que lo echen de la sinagoga, cuando él ya ha recuperado la luz de sus ojos? De ahí que el Evangelio de San Juan se esfuerce continuamente por mostrar a estos judeocristianos, que en Jesús conservan todo lo que hay de válido en el Antiguo Testamento.

 

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