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El mundo en Juan

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Febrero 26, 2021

Tanto en el Evangelio de San Juan, como en el resto de los escritos del Nuevo Testamento, aparece la palabra “mundo”. Muchas veces escuchábamos de niños en la catequesis, que los tres enemigos del alma son: mundo, demonio y carne.  ¿Qué significa, pues, esta palabra “mundo”?

La palabra mundo tiene varias acepciones en la Biblia: en primer lugar, los hebreos tenían un concepto geocéntrico del mundo; en medio de todo estaba la tierra, y en ella el hombre. Se trata de un concepto popular, que aparece claramente en los primeros capítulos del Génesis; el mensaje de la Biblia no es de orden científico, no pretende enseñarnos cómo es el mundo ni cómo marcha el mundo, cuáles son sus leyes, sino de orden religioso.

Los primeros capítulos del Génesis, en los que se habla de la constitución del mundo, pretenden, sobre todo enseñarnos, frente a las concepciones cosmogónicas politeístas, que el mundo y todo cuanto en él se contiene está hecho, regido, gobernado y conservado por Dios. En el mundo hay tres regiones fundamentales: la central o terrestre, donde el hombre habita; la superior o celeste, sede y trono de Dios; la inferior o subterránea, el llamado “sheol”, o morada de los muertos, el abismo o “los infiernos” (ver Filip 2,9-11).

En segundo lugar, los Evangelios hablan del mundo terrestre como el lugar donde viven los hombres, al cual se viene (Jn 1,9; 3,19; 11,27; 12,46), en el cual se está (Jn 1,10; 9,5; 17,11) y del cual se sale (Jn 13,1). Se habla, pues, del mundo físico, creado por Dios (Mt 4,8; 16,26; 26,13; Mc 8,36; Lc 4,5; 9,25; 12,30). Hoy hablamos del planeta tierra. El mundo tiene también la significación de los seres humanos que habitan la tierra (Mt 13,38; 18,7; Jn 1,29; 3,16.17.19; 4,42; 6,33.51; 7,4.7; 9,5; 12,19; 14,19; 16,8; 17,18; 18,20).

En tercer lugar, el mundo físico, como realidad creada, es bueno, ya que procede de Dios, de Él depende y a Él se ordena (Gén 1,1-2, 4ª). El mundo de los hombres, creado igualmente por Dios, es también, en principio, bueno. Pero como consecuencia del pecado, el mundo humano está en estado de rebelión contra Dios. Este es el sentido de la expresión "este mundo", frecuente en San Juan, como síntesis de todas las fuerzas enemigas de Dios, un mundo malo, que está bajo el poder del príncipe de este mundo, de Satanás (Jn 8,23; 9,39; 12,31; 14,30; 15,19; 16,11; 17,14-16).

Al estudiar la palabra "mundo" deben tenerse en cuenta las consecuencias negativas, que el pecado del hombre ha introducido en el mundo. Las tinieblas no pueden apagar la luz, su poder era predominante en el mundo antes de la venida de Cristo (Jn 1, 5).  En la teología del Evangelio de San Juan, el mundo no se ha hecho malo en sí mismo sino, más bien, está mal orientado y dominado (ver Jn 3,16: “tanto amó Dios al mundo") y en general la primera parte del evangelio, San Juan plantea que Jesús fue enviado para salvar al mundo, para dar la vida al mundo, es el salvador del mundo, la luz del mundo, es el Cordero de Dios...

De esta forma Jesús se convierte en posibilidad de elección entre la luz y las tinieblas y, naturalmente, se convierte en principio de condenación para los que lo rechazan (Jn 3,19-20). La reacción frente a Jesús, por parte de aquellos que tuvieron la posibilidad de ser sus discípulos y se negaron a ello, no es sólo de rechazo, sino de oposición.

En la segunda parte del Evangelio de San Juan, la palabra "mundo" adquiere ese sentido peyorativo de hostilidad en los que se han vuelto contra Jesús, bajo el impulso del príncipe de este mundo; por eso Jesús y los suyos no pueden ser de este mundo, ya que el mundo se refiere a la incompatibilidad con la fe en Jesús y el amor por él (Jn 16, 20; 17, 14. 16; 18,36). En ese sentido, lo judíos enemigos de Jesús son partidarios de este mundo.

Jesucristo ha venido a salvar al mundo, a librarle del pecado y de la esclavitud, derrotando a Satanás (Jn 1,29; 4,42; 6,51; 16,33). Su reino está en el mundo, pero no es de este mundo. Él mismo, aunque está en este mundo, no es de este mundo (Jn 8,23; 17,14; 18,36), lo cual no significa negar la creación, sino transformarla por la perfecta sumisión a Dios (1 Cor 7,29-31).

El creyente ha triunfado del mundo por su fe, sigue en este mundo, pero, al igual que Jesús, no es de este mundo (Jn 8,23; 9,5; 17,11.15). Este mundo, en efecto, será plenamente transformado. Dios creará un nuevo mundo, nuevos cielos y nueva tierra, como sede del reino glorioso de los redimidos (Ap 21,1).

 

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