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Marta y María

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Enero 08, 2021

En varias presentaciones del Eco Católico y en la celebración de la Eucaristía, hemos conocido a estas dos hermanas amigas de Jesús, que supieron atenderlo en su casa como anfitrionas (Lc 10,39-42). Pero en el Evangelio de San Juan las vemos muy afligidas por la muerte de su hermano Lázaro (Jn 11,1-45).  Vayamos a los pasajes de este Evangelio que nos hablan de ellas:

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo. Las hermanas enviaron a decir a Jesús: “Señor, el que tú amas, está enfermo” …

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro Días. Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dio a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas”. Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta le respondió: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá: y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”. Ella le respondió: “Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo”.

Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: “El Maestro está aquí y te llama”. Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María llegó a donde estaba Jesús y al verlo, se postró a sus pies y le dijo: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado, preguntó: “¿Dónde lo pusieron?». Le respondieron: “Ven, Señor, y lo verás” (Jn 11,1-3.17-33).

 

Las dos hermanas

 

Lo primero que san Juan nos cuenta es que Lázaro de Betania se ha enfermado, quien es hermano de María y Marta. Ellas le mandan a decir a Jesús sobre la delicada situación de su amigo amado. Aunque Jesús, al saberlo, se retrasa y no acude a la cita con esta familia. Pero, al llegar a Betania, tanto Jesús como sus discípulos, se enteran de que Lázaro ya había muerto y llevaba cuatro días sepultado… Es cuando ocurre el encuentro de Jesús con la familia doliente, primero con Marta y luego con María, rodeadas de una multitud de judíos dolientes, también.

El encuentro de Marta con Jesús (Jn 11,20-27), se caracteriza en primer lugar, porque es ella la que toma la iniciativa, va sola donde está Jesús y es conducida a la fe, precisamente por él, como Señor de la vida. Reclama su tardanza, pero a la vez su esperanza de que su presencia no será inútil. Afirma su esperanza en la resurrección y recibe del Señor la revelación central: “Yo soy la revelación y la vida”, a lo que ella responde con la bella y firme profesión de fe de Jesús, como Mesías que había de venir al mundo. Y finalmente, le dice a Jesús, cuando llegan a la tumba, que se hermano huele mal, porque llevaba cuatro días, es decir, que su muerte es definitiva e irreversible, cosa que Jesús aprovecha para reafirmar su fe en el Dios de la vida y de la salvación, seguidamente al devolverle la vida a Lázaro (vv.39-44)

Seguidamente, sucede el encuentro de Jesús con María (Jn 11,28-32). Primero Jesús la llama. Pero mientras que Marta sale al encuentro de Jesús, María se queda en casa, encerrada en su dolor y casi inmóvil. Pero reacciona, se levanta rápidamente y va al encuentro de Jesús, se postra ante él y le reclama su tardanza, como Marta. Ella va llorosa y compungida al sepulcro de Lázaro, acompañada de los judíos entristecidos, provocando la tristeza y el llanto de Cristo, conmovido ante la muerte de su amigo. Y ya conocemos el final de este relato… Después de la resurrección de su hermano, el primer resucitado por Jesús, las encontramos en su casa, en una cena, atendiendo a Jesús como solían hacerlo, haciendo gala de su hospitalidad, tanto que Jesús es ungido por María a manera de rey, anunciando su sepultura regia (Jn 19,19.39). La presencia de Lázaro como comensal, presagia la resurrección de Jesús.

Los nombres de los lugares y las personas adquieren significado. Betania significa “casa de los pobres”; Marta significa “Señora” o coordinadora; María significa “amada de Yahvé” y Lázaro significa “Dios ayuda”. Todos ellos simbolizan a la humanidad doliente, a los creyentes de todos los tiempos que, ante la muerte, se debaten en el dolor, las lágrimas y las dudas, los reclamos y la fe en Cristo resucitado. La familia de Betania es espejo de la comunidad del discípulo amado y de la Iglesia de todos los tiempos. Sabemos que la muerte se sigue haciendo presente, que es inevitable. Marta, María y Lázaro somos todos nosotros, seres mortales…, que dejaremos este mundo antes de la segunda venida del Señor. Pero el amigo de Jesús (cada uno de nosotros), no debe temer la muerte física, que no pasa de ser un “sueño”, del que el Señor un día nos despertará.

 

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