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El paralítico de Betesda

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Diciembre 02, 2020

La religión de la época no era capaz de revelar el rostro acogedor y misericordioso de Dios.

Hoy conoceremos al paralítico de Betesda, que fue sanado por Jesús y cuyo relato la Iglesia lo presenta el martes de la Cuarta Semana de Cuaresma. Vayamos al texto de Jn 5,1-16:

Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. En ellos estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, al verlo echado y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le preguntó: “¿Quieres recobrar la salud?” El enfermo respondió: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se mueve el agua y mientras yo voy, otro baja antes que yo”. Jesús le dice: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Y al instante el hombre recobró la salud, tomó su camilla y comenzó a caminar.

Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: “Hoy es sábado y no te está permitido llevar tu camilla”. Pero él les respondió: “El hombre que me sanó me dijo: Toma tu camilla y anda”. Ellos le preguntaron: “¿Quién es ese hombre que te dijo: Toma tu camilla y camina?”. Pero él no lo sabía, pues Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba en aquel lugar. Más tarde, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: “Mira, has sido sanado, no vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor”. El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús quien lo había sanado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

 

El tercer signo de Jesús: la curación del paralítico

 

Estamos ante el tercer signo de Jesús, que nos recuerda la curación del paralítico de Mc 2,1-12 y la del ciego de nacimiento (Jn 9,1-41), para poner de manifiesto que Jesús es fuente de vida para los que viven sin esperanza. Este paralítico simboliza a la humanidad entera, que no puede sostenerse por sus propios medios. Vayamos a cada uno de los cinco momentos del relato:

 

  • Juan 5,1-2. En ocasión de una fiesta de los judíos, Jesús va a Jerusalén. Había allí, cerca del Templo, una piscina con cinco pórticos o pasillos. En aquel tiempo, el culto en el Templo de Jerusalén, exigía el uso de mucha agua para los numerosos animales que allí se sacrificaban, sobre todo en las grandes fiestas. Por esto, al lado del Templo, había diversos pozos con más de un millar de litros de agua. Y allí cerca, gracias a la abundancia de agua, había un balneario público, donde los enfermos se aglomeraban a la espera de ayuda o de curación. La arqueología informa que, en aquel mismo lugar del Templo, había otro donde los escribas enseñaban la ley a los estudiantes. Por un lado, la enseñanza de la Ley de Dios. Pero por otro, el abandono de los pobres. Y el agua purificaba el Templo, pero no purificaba a la gente.

 

  • Juan 5,3-4. Los enfermos allí se sentían atraídos por las aguas del balneario. Decían que un ángel del Señor removía las aguas y el primero que bajara después del movimiento del ángel, quedaría curado (ver Jn 5,3b-4). Dicho con otras palabras, los enfermos se sentían atraídos por falsas esperanzas. Pues la curación era sólo para una sola persona. Y en esta situación de total abandono, allí en el balneario popular, Jesús encuentra a estos enfermos.

 

  • Juan 5,5-9. Jesús cura en el día de sábado. Bien cerca del lugar donde se enseñaba la observancia de la Ley de Dios, un paralítico se quedó por 38 años a la espera de alguien que le ayudara a bajar al agua, para que se curara. Este hecho revela la absoluta falta de solidaridad y de acogida a aquellos excluidos. El número 38 indicaba la duración de una generación (Núm 14,27-30; Dt 2,14). Es toda una generación que no llega a experimentar ni solidaridad, ni misericordia. La religión de la época no era capaz de revelar el rostro acogedor y misericordioso de Dios. Ante esta situación dramática, Jesús no observa la ley del sábado y se ocupa del paralítico diciéndole: "¡Toma tu camilla y anda!" El hombre ya curado, se va con su camilla a cuestas, pero Jesús desaparece en medio de la multitud.

 

  • Juan 5,10-13. Llegan inmediatamente algunos judíos y critican al hombre por cargar con su camilla en el día de sábado. El hombre no sabe responder a la pregunta de quién le ha curado. No conocía a Jesús. Esto significa que Jesús, al pasar por ese lugar de pobres y enfermos, vio a aquel hombre, percibió la situación dramática en la que se encontraba y, sin más, lo cura. No lo cura para que el hombre se convierta, ni para que crea en Dios. Lo hace, para ayudarle. Quería que el hombre pudiera experimentar un poco de amor y de solidaridad mediante su ayuda y su afecto.

 

  • Juan 5,14-16. Al ir al Templo en medio de la multitud, Jesús encuentra a la misma persona y le dice: "¡Mira, has sido sanado! ¡No vuelvas a pecar, para que no te suceda algo peor!" En aquel tiempo, la gente decía: "¡La enfermedad es un castigo de Dios! Si tiene parálisis, es señal de que Dios no está bien contigo” (ver Jn 9,1-3). Jesús no estaba de acuerdo con esta forma de pensar. Al curar al hombre, estaba diciendo lo contrario: “Tu enfermedad no es un castigo de Dios. Dios está contigo”. Hoy, son muchos los enfermos, discapacitados, pobres y marginados que viven al margen de la familia y de la sociedad, que necesitan urgentemente una mano amiga y no un discurso de condena… ¿Qué hacemos por ellos? ¿Qué nos enseña Jesús?

 

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