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El hijo del funcionario real

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Noviembre 27, 2020

Hoy conoceremos a un funcionario del rey Herodes Antipas y a su hijo enfermo, según el relato de Jn 4,43-54, que la Iglesia nos presenta el lunes de la Cuarta Semana de Cuaresma. Vayamos al texto:

Pasados los dos días, Jesús partió de allí para Galilea. Jesús mismo había afirmado que un profeta no goza de estima en su patria. Cuando llegó, pues, a Galilea, los galileos le hicieron un buen recibimiento, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Volvió, pues, a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. Cuando se enteró de que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a visitarlo y le suplicaba que bajara a curar a su hijo moribundo. Entonces Jesús le dijo: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”.  Le dice el funcionario real: “Señor, baja antes que se muera mi muchacho”. Jesús le dice: “Regresa tranquilo, que tu hijo sigue vivo”.  El hombre creyó en lo que Jesús le había dicho y se puso en camino.

Iba ya bajando, cuando le salieron al encuentro sus sirvientes, para avisarle que su muchacho estaba sano. Él les preguntó entonces la hora en que se había sentido mejor. Ellos le dijeron: “Ayer a la una de la tarde se le quitó la fiebre”. El padre comprobó que era la misma hora en que le había dicho Jesús: “Tu hijo sigue vivo”, y creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

 

El segundo signo de Jesús

 

En el Evangelio de San Juan, Jesús realiza siete milagros o hechos extraordinarios llamados “signos” (ver Jn 2-12). Esta curación, realizada por Jesús en Caná, nos hace pensar en el centurión de los evangelios sinópticos (Mt 8,5-13; Lc 7,1-10). Vayamos a la narración en sus diversos momentos:

 

  • Juan 4,43-46ª. Sabiendo que la gente de Galilea le miraba con una cierta reserva, Jesús quiso volver a su tierra. Probablemente, Juan se refiere a la fea acogida que Jesús recibió en Nazaret de Galilea. Jesús mismo había dicho: “Un profeta no es acogido en su patria” (Lc 4,24). Pero ahora, ante la evidencia de las señales de Jesús en Jerusalén, los galileos cambiaron de opinión y le brindaron una buena acogida. Jesús volvió a Caná, donde había hecho su primer signo (Jn 2,11).

 

  • Juan 4,46b-47. La petición de un funcionario del rey. Se trata de un pagano. Poco antes, en Samaria, Jesús había conversado con una samaritana, mujer despreciada por los judíos, a quien Jesús revela su condición de Mesías (Jn 4,26). Y ahora, en Galilea, recibe a un pagano, funcionario del rey Herodes, quien buscaba ayuda para su hijo enfermo. Jesús no se encierra en su raza, ni en su religión. Es ecuménico y acoge a todos.

 

  • Juan 4,48. El funcionario quería que Jesús fuera con él hasta la casa para curar al hijo. Jesús contesta: “Si no ven signos y prodigios, no creen”. Respuesta dura y extraña ¿Por qué Jesús contesta de este modo? ¿Qué error comete el funcionario a la hora de presentar su petición? ¿Qué quiere enseñar Jesús con esta respuesta? Quiere enseñar cómo debe ser la fe. El funcionario del rey creería sólo si Jesús fuera con él, a su casa. Él quiere ver a Jesús que cura.

 

  • Juan 4,49-50.
El funcionario insiste y Jesús repite la respuesta. A pesar de la respuesta dura de Jesús, el hombre no se rinde y repite lo mismo. “Señor, baja antes que se muera mi muchacho”. Jesús sigue firme en su propósito. No responde a la petición y no va con el hombre hasta su casa; repite la misma respuesta, pero formulada de otra forma: “Regresa tranquilo, que tu hijo sigue vivo”. Tanto en la primera como en la segunda respuesta, Jesús pide fe, mucha fe. Es posible que el funcionario crea que su hijo está curado ya. ¡Y el verdadero milagro se cumple! Sin ver ninguna señal ni ningún prodigio, el hombre cree en la palabra de Jesús y vuelve a casa. No debe haber sido fácil. Este es el verdadero milagro de la fe: creer sin otra garantía que no sea la palabra de Jesús. El ideal es creer en la palabra de Jesús, aún sin ver (ver Jn 20,29).

 

  • Juan 4,51-53. Cuando el hombre se iba hacia su casa, los empleados fueron a su encuentro para decirle que el hijo estaba curado. Él pregunta la hora y descubre que aconteció exactamente en la hora en que Jesús había dicho: “Tu hijo sigue vivo.” Así que tuvo la confirmación de su fe.

 

  • Juan 4,54. El evangelista San Juan termina diciendo: “Este fue el segundo signo que hizo Jesús”. Juan prefiere hablar de signo y no de milagro. La palabra “señal” evoca algo que yo veo con mis ojos, pero cuyo sentido profundo me lo hace descubrir sólo la fe. La fe es como los rayos X: hace descubrir lo que el ojo no ve. El relato pone de manifiesto la importancia de la fe en la palabra poderosa y vivificante de Jesús. En efecto, la palabra de Jesús hace posible el “vino mejor”, la alegría y el amor (Jn 2,9-10), y ambos hacen posible la vida real a todos los que se adhieren a Jesús y a su obra.

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