Estos son los de mayor interés para nosotros y que han ser un buen camino para una primera aproximación al cuarto evangelio.

A lo largo de estos años, en que hemos venido llevándoles a ustedes a los principales protagonistas de la Biblia, cada domingo, y después de haber conocido a casi todos los personajes de los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), queremos ir presentando, a partir de hoy, a los protagonistas del Evangelio de San Juan, aunque hemos de decir que a algunos ya hemos mencionado, en relación con el Evangelio dominical en años anteriores, como también en diversos momentos en que aparecen en este Evangelio, en sus dos grandes secciones: su primera parte llamada “el libro de los signos” (Jn 2-12) y la segunda, llamada “el libro de la cruz o libro de la gloria” (Jn 13-20).

Por eso, queremos analizar a algunos de sus personajes principales, en cuanto que para san Juan, no se trata sólo de personajes históricos concretos, sino que tienen todo un contenido teológico y de espiritualidad, que nos parece importante conocer y asumir en nuestra vida de fe.

Evidentemente que esta presentación podría ampliarse a otros personajes joánicos, pero creemos que estos son los de mayor interés para nosotros y que han ser un buen camino para una primera aproximación al cuarto evangelio. Vamos a mencionarlos:

• Juan el Bautista, que no aparece como tal, sino como testigo de la luz y testigo excepcional, al presentarse realizando en su persona el anuncio de Isaías: Yo soy la voz del que clama en el desierto (Is 40,4) pero no siendo ni el Mesías, ni Elías ni el profeta (Jn 1,19-34).

• Los primeros discípulos, es decir, aquellos hombres que descubren progresivamente a Jesús, gracias a que Juan el Bautista les facilita el conocerlo y encontrarse con él (Jn 1,35-42). No mencionaremos a Natanael o Bartolomé (Jn 1,43-51), como tampoco a Nicodemo (Jn 3,1-20), puesto que ya los hemos presentado en otras ocasiones, en el Eco Católico.

• La madre de Jesús, es una persona relevante en este Evangelio, tanto en las bodas de Caná como en el Gólgota. El evangelista Juan al presentarla, junto con las referencias de “madre de Jesús” y “mujer”, parece aludir al nombre de Myriam, la famosa hermana de Moisés, al escoger las escenas en las que la muestra: Caná y el Calvario. En estas escenas la madre de Jesús aparece como la nueva María, pues son momentos conectados con el agua. En Caná, cuando ella orienta a realizar la palabra del Señor, logrando por su intervención, que el agua judía se transforme en vino, símbolo de la alegría de los bienes mesiánicos (Jn 2, 1-12). En el Calvario, estando ella está junto a la cruz de Jesús (Jn 19, 25-27) de cuyo costado golpeado junto con la sangre brotó el agua, símbolo del Espíritu (Jn 19,34; ver Jn 7,37-38)

• La samaritana, a la que bien conocemos, de Jn 4,1-42, esa mujer extranjera que, habiéndose encontrado con Jesús, en Sicar, junto al pozo de Jacob, lo fue descubriendo como caminante, hombre sediento, Señor, Esposo y Mesías, fuente de agua viva y Salvador del mundo.

• El paralítico de Betesda, sanado por Jesús y el ciego de nacimiento (Jn 5,1-9; 9,1-41), que son como símbolos del Israel postrado y ciego, necesitado de la palabra poderosa de Cristo, lo mismo de su luz.

• La mujer adúltera (Jn 8,1-11), que tantas veces la hemos visto a raíz del tiempo de la Cuaresma, una figura emblemática de todos aquellos a quienes Jesús ha venido a salvar y perdonar, nunca a condenar (ver Lc 19,10), por más que se sientan perdidos o extraviados.

• Lázaro y sus hermanas, Marta y María. A esta familia de Betania, tan querida por Jesús y que tuvo la dicha de verlo resucitar al amigo enfermo y muerto (Jn 11,1-44), la veremos en cada uno de sus protagonistas: Lázaro, símbolo de la humanidad muerta y a sus hermanas, dolientes ante la pérdida del hermano, pero firmes en su fe, en Cristo, vencedor de la muerte.

• Luego, veremos a otros protagonistas: los griegos que buscan a Jesús (Jn 12,20-26), a los apóstoles y discípulos de Jesús en este Evangelio, sus rasgos más característicos, pues este evangelio canónico es el que más asiduamente se cita a los apóstoles: menciona nombres de apóstoles 74 veces, contra 50 del Evangelio de Marcos, 43 del Evangelio de Lucas  y 40 del Evangelio de Mateo. Entre ellas se destacan las siguientes citaciones: 40 veces a Simón Pedro (como Simón, Pedro, Simón Pedro, o Cefas), 5 veces a Andrés, 12 a Felipe,  1 a Judas  –no el Iscariote– (probablemente Judas Tadeo), 7 a Tomás, y 11 a Judas Iscariote.

• Y por último, al discípulo amado, como figura de discípulo fiel a Jesús (Jn 13,23-24; 20,1-9), y al pueblo judío, no tanto como el pueblo elegido en general, sino a todos aquellos hijos de Israel que se cierran a la predicación de Jesús de Nazaret y se convierten en sus enemigos (Jn 2,18-20, 6,41; 10,31).