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El señor de los talentos

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Agosto 28, 2020

Preguntémonos hoy: ¿qué imagen tengo de Dios? ¿Severo, implacable e incomprensivo, al que debo dar cuentas claras y tratar así de “contentarlo”? ¿O más bien que siendo el Dios del amor, confía en que yo sepa administrar los dones que me ha confiado, los bienes de la salvación y así hacerlos fructificar?

En el discurso escatológico de Jesús (Mt 24-25), hay una parábola, la de los talentos, donde un señor, al ausentarse, llama a sus criados y les encomienda sus bienes. Al regresar, ajusta cuentas y premia y castiga. Nos parece casi cruel  e implacable… ¿Será así?:

Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó. Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado’. Su señor le dijo: ‘Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’' Llegó también el de los dos talentos y dijo: ‘Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado’. Su señor le dijo: ‘Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor’.

Finalmente, se acercó también el que había recibido un talento dijo: ‘Señor, yo sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo’. Su señor le respondió: ‘Siervo miserable y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses. Por eso quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a este siervo inútil, arrójenlo  a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes”  (Mt 25,14-30).

 

Una de las cosas que más influyen en la vida de la gente, es la idea que nos hacemos de Dios. Entre los judíos de la línea farisea, algunos se imaginaban a Dios como un juez severo, que los trataba según el mérito conquistados por las observancias. Esto causaba miedo e impedía el crecimiento de las personas. Sobre todo impedía que ellas abrieran un espacio dentro de sí, para acoger la nueva experiencia de Dios, que Jesús comunicaba. Para ayudar a estas personas, san Mateo cuenta la parábola de los talentos.

 

  • Mateo 25,19-23: Rendimiento de cuentas del primero y del segundo empleado. Después de mucho tiempo, el dueño vuelve. Los dos primeros dicen la misma cosa: “Señor, cinco/dos talentos me entregaste: aquí tienes otros cinco/dos que gané”. Y el señor da la misma respuesta: “Muy bien, siervo bueno y fiel. En lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré. Entra en el gozo de su señor”.

 

  • Mateo 25,24-25: Rendimiento de cuentas del tercer empleado: “Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo”. En esta frase encontramos una idea equivocada de Dios, que es criticada por Jesús. El empleado ve a Dios como un patrón severo. Ante un Dios así, el ser humano tiene miedo y se esconde atrás de la observancia exacta y mezquina de la ley. Piensa que, al actuar así, la severidad del legislador no va a poderle castigar. En realidad, una persona así no cree en Dios, sino que apenas cree en sí misma y en su observancia de la ley (moral farisea pura). Se encierra en sí misma, se desliga de Dios y no consigue interesarse en los otros. Se vuelve incapaz de crecer como persona libre. Esta imagen falsa de Dios aísla al ser humano, mata a la comunidad, acaba con la alegría y empobrece la vida.

 

Mt 25,26-30. Castigo severo del último empleado. Como en Lc 19,24 su castigo no consiste en quitarle lo que tenía, sino en echarlo fuera de la casa del señor de los talentos, privado de toda posibilidad de comunión con él. Es que los dones de Dios requieren de la responsabilidad y colaboración humana para hacerlos fructificar, aunque ello conlleve ciertos riesgos. El Reino es riesgo. Aquel que no corre riesgos, pierde el Reino y hasta a Dios. Por eso, preguntémonos hoy: ¿qué imagen tengo de Dios? ¿Severo, implacable e incomprensivo, al que debo dar cuentas claras y tratar así de “contentarlo”? ¿O más bien que siendo el Dios del amor, confía en que yo sepa administrar los dones que me ha confiado, los bienes de la salvación y así hacerlos fructificar?

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