Anoche, los que pudimos participar en la Vigilia Pascual, hemos visto encender y llevar en procesión a un cirio especial. En efecto, en la liturgia de la Iglesia, de todos los signos que nos hablan de Cristo luz, hay uno que destaca sobre todos: el cirio pascual. La palabra “cirio” viene del latín “cereus” (de cera), el producto de las abejas. El cirio pascual, que se enciende en la Vigilia Pascual, es un bello símbolo de Cristo resucitado, Luz del mundo, que está siempre presente en medio de su pueblo; por eso permanece encendido durante todas las celebraciones litúrgicas del Tiempo Pascual, situado sobre una columna o soporte convenientemente adornado. Para entender el significado del cirio pascual, mucho más grande que cualquier otra vela, de las que se utilizan en la Iglesia a lo largo del año, y decorada de forma muy especial, es necesario remontarnos a la celebración de la Vigilia Pascual, en la noche que precede al Domingo de Resurrección, a la que San Agustín llamaba atinadamente: “Madre de todas las santas vigilias”.
Si nos fijamos en el cirio pascual, veremos que tiene una serie de dibujos e inscripciones muy significativas. Para entenderlas, lo vemos en la Vigilia Pascual, en el momento en que se bendice el cirio, justo antes de que se encienda su llama del fuego nuevo pascual. Veamos cuáles son estas inscripciones y lo que significan:
- La cruz:es signo de Cristo, y más concretamente de su sacrificio redentor, de sus padecimientos, que sufrió por amor a nosotros. Nos recuerda que el Resucitado, a quien representa el cirio pascual, es el mismo que fue crucificado y murió por nosotros. En la liturgia de la Vigilia Pascual, el sacerdote traza la raya vertical de la cruz diciendo: “Cristo ayer y hoy”, y la horizontal diciendo: “Principio y fin”.
- Las letras griegas alfa y omega (Α-Ω):son la primera y la última letra del alfabeto griego. Nos recuerdan que Cristo es el comienzo y el fin de todas las cosas. Esta designación aparece varias veces en el libro del Apocalipsis: “Dice el Señor: Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap 1, 8; 21, 6; 22, 13). Nos recuerdan también que la Palabra de Dios es eterna y nos hablan de que, ahora y siempre, Cristo está vivo en su Iglesia, dándole la fuerza para afrontar un año más. En la liturgia de la Vigilia Pascual, al tocar o trazar estas dos letras, el sacerdote nos recuerda: “Cristo, Alfa y Omega”.
- El año presente:en el cirio pascual se graba también el año en el que estamos, como signo de la presencia de Cristo, no sólo al principio y al final de los tiempos, sino a lo largo de toda la historia; concretamente aquí y ahora, entre los que estamos reunidos alrededor del cirio pascual. Mientras el sacerdote traza o toca estos números, al comienzo de la Vigilia Pascual, dice lo siguiente: “Suyo es el tiempo / y la eternidad / a él la gloria y el poder / por los siglos de los siglos. Amén.”
- Los granos de incienso:en muchos lugares, es costumbre también insertar en el cirio pascual, cinco granos de incienso, colocados uno en el centro de la cruz y los otros cuatro, en cada uno de sus extremos. Simbolizan las cinco llagas de Jesucristo crucificado, que conserva también en su cuerpo glorioso y resucitado. En el momento de clavar los granos de incienso en el cirio, el sacerdote pronuncia una frase dividida en cinco partes, una para cada uno de ellos: “Por sus llagas / santas y gloriosas / nos proteja / y nos guarde / Jesucristo nuestro Señor. Amén.”
En la celebración de la Vigilia Pascual, el cirio pascual, marcado con la cruz y con el signo de las llagas de Cristo, se convierte, por un momento, en signo de Jesucristo muerto y sepultado. Pero en ese momento se coge una llama del fuego pascual, que enciende el cirio y le da vida: la Luz del mundo ha regresado, ha vuelto de la oscuridad de la muerte, y con ella la Iglesia vuelve a la vida y nosotros mismos tenemos la luz.
Cristo, luz del mundo, nos ha obtenido la salvación por su victoria sobre la muerte. Por eso, los cristianos somos llamados también a ser luz del mundo (Mt 5, 14-16), con la luz de Cristo, a disipar la oscuridad de nuestro corazón llenándonos de la luz de Cristo, pues solo ella puede guiarnos por el camino verdadero que lleva a la vida, sólo la luz de Cristo puede eliminar nuestras oscuridades más profundas y nuestros pecados y hacernos llevar así, una vida acorde con nuestro ser cristiano. Esto se expresa en la Vigilia Pascual cuando, después de encender el cirio pascual y entrar en la iglesia, que permanece a oscuras, cada uno de los participantes enciende del cirio pascual una vela o candela, iluminando así la oscuridad del templo con la luz de las velas.
Además de este simbolismo de la luz, el cirio pascual es signo también de ofrenda, concretamente de la ofrenda de su vida que hizo Cristo en la cruz y que se perpetúa cada día, en la celebración de la Eucaristía. En efecto, la cera se va consumiendo poco a poco en honor de Dios y, de esta manera, esparce su luz sobre los que están allí congregados. Por último, fuera del contexto de la Vigilia Pascual y del Tiempo Pascual, el cirio pascual está presente también en la celebración del Bautismo y las exequias o funerales, es decir, al principio y al término de la vida temporal, para significar que el cristiano participa de la luz de Cristo, a lo largo de todo su camino en este mundo, como garantía de su definitiva incorporación a la Luz de la vida eterna.
El día de la celebración del sacramento del Bautismo, el cirio pascual nos recuerda que por el sacramento del Bautismo, también nosotros hemos muerto con Cristo y hemos resucitado a una vida nueva, la vida de Cristo, la vida resucitada y, en consecuencia, “si ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios” (Col 3,1). Y finalmente, el día del entierro, la luz del cirio pascual evoca el día de nuestro Bautismo, para que recordemos que no sólo el alma vive eternamente, sino que también nuestro cuerpo está llamado a resucitar, ese mismo cuerpo que fue incorporado a Cristo por el Bautismo y que se ha alimentado con el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía. Por eso, en este día de Pascua, hacemos nuestra esta oración:
Te rogarnos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, arda sin apagarse para destruir la oscuridad de esta noche, y, como ofrenda agradable, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Cristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos. Amén (Del Pregón Pascual)
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