Censo significa enumeración y registro de los ciudadanos de un pueblo. Esta es una práctica muy antigua, la practicaron los romanos y las civilizaciones del Antiguo Oriente. El Antiguo Testamento menciona cinco cómputos formales hechos de la población hebrea. El primero de ellos se menciona en Éx 30,11-16; 38.26, para la ofrenda del tabernáculo, y el segundo se registra en Números 1-3, que fue tomado para el servicio militar, se realizaron en el monte Sinaí y dieron como resultado un número de 603.550 hombres, mayores de 20 años. Obviamente, estas cifras son exageradas. De ser tomadas al pie de la letra, el total de los israelitas ascendería más de dos millones de personas, una multitud que no podría sobrevivir mucho tiempo en la península del Sinaí. Las cifras tan elevadas podrían ser un recurso literario para exaltar la grandeza y el poder de Dios, en la liberación de su pueblo de la esclavitud de Egipto (ver también Éx 12,37-38).
El tercer censo se registra de nuevo en Números 26, ejecutado cuando iban a entrar en Canaán, sirvió tanto de base para la división de la tierra como para propósitos militares, y su resultado fue de 601.630. Así, todo el pueblo que atravesó el desierto llegaría a unos 2.500.000, un número sorprendentemente alto, cifra no menos exagerada. El cuarto censo lo hizo David, este censo fue más por iniciativa del mismo rey David, pues todo apunta a que David quería conocer el número de su ejército. Este censo apunta a un orgullo militar del David (ver 2 Samuel 24). El rey David no debió ejecutar este censo; ya que el país no le pertenecía, sino a Dios, solo Él tenía derecho de conocer el número de sus súbditos.
Por lo tanto, Dios condenó esta arrogancia y orgullo del rey, provocando el castigo de aquella decisión. La plaga que siguió al censo, se registra como un juicio divino por el pecado de David de contar al pueblo. De este censo, el Segundo Libro de Samuel en el capítulo 24, versículo 9, registra la suma de 1.300.000 hombres de guerra, esto implicaría una población total de 5.000.000 de personas. Reflejado en nuestros tiempos, esta sería una población sumamente alta.
El quinto censo se hizo con los que volvieron de Babilonia, este censo se registra en el libro de Esdras 2 y Neh 7, 6-69, el cual se realizó para fijar las herencias en la tierra santa, este censo dio como resultado un número en la población de 42.360 personas. Esta lista se fue acrecentando y modificando en decenios posteriores, a medida que las diversas familias judías se iban instalando en Palestina e iban precisando su linaje y procedencia. Así, estas listas eran como una carta de ciudadanía para los miembros de la comunidad, especialmente a la vuelta del destierro de Babilonia.
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Los últimos censos que registra la Biblia, los encontramos en el Nuevo Testamento. Y se hace mención de dos censos romanos: Lucas 2 y Hech 5, 37. El primero con ocasión del nacimiento de Jesús, el censo de Quirino (Lc 2,1-5), y el segundo, mencionado por Gamaliel, maestro de Saulo (ver Hech 5,35-39). Tenían una finalidad no solo demográfica sino comercial: asegurarse bien de cobrar los impuestos para mantener al Imperio Romano. Por último, se debe considerar que no es fácil determinar con certeza si estos números son exactos, ya que en la antigüedad no se usaban números sino letras con equivalencia numérica. Eso se llama gematría (ver Ap 13,18)
En el libro del Apocalipsis
Después de esto, vi a cuatro Ángeles que estaban de pie en los cuatro puntos cardinales y sujetaban a los cuatro vientos para que no soplaran sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre los árboles. Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios”.
Oí entonces el número de los que habían sido marcados: eran 144.000 pertenecientes a todas las tribus de Israel. Doce mil de la tribu de Judá, doce mil de la tribu de Rubén, doce mil de la tribu de Gad, doce mil de la tribu de Aser, doce mil de la tribu de Neftalí, doce mil de la tribu de Manasés, doce mil de la tribu de Simeón, doce mil de la tribu de Leví, doce mil de la tribu de Isacar, doce mil de la tribu de Zabulón, doce mil de la tribu de José, doce mil de la tribu de Benjamín.
Lo que vemos claramente es un censo de todas las tribus de Israel. Naturalmente no es una descripción, sino una bella presentación “matemática” del número de los salvados: es el resultado de multiplicar las doce tribus de Israel por doce y luego por mil, que es la cifra de la historia de la salvación. Representa a los cristianos que han sido marcados por el sello imborrable del bautismo y que gozan de una especialísima protección divina.
Sin embargo, cuando examinamos el censo tiene algunas diferencias significativas de los censos reales tomados en el Antiguo Testamento. Cada tribu tiene exactamente 12.000, contado para que el censo pueda ser considerado como simbólico. Cuando fue tomado el primer censo de las tribus, tuvieron que pagar un rescate (Ex 30, 12), así que los que estaban en el censo eran personas redimidas. Los 144.000 marcados se encuentran nuevamente en Ap 14,1 donde tienen el nombre del Cordero y del Padre escritos en sus frentes. En la descripción de la Nueva Jerusalén (Ap 22, 3-4), también encontramos a los siervos de Dios, sellados con su Nombre. Es el pueblo de Dios de todos los tiempos.