Contrario a lo que sucedió con Timoteo, Pablo no permitió que Tito fuera circuncidado y de hecho, los responsables de Jerusalén no insistieron en ello (Gál 2,3). No es inverosímil que estos dos ilustres personajes tuvieran el honor de recibir cartas personales de su maestro; lógicamente las conservarían y transmitirían a las futuras generaciones. Son las llamadas Cartas Pastorales (1-2 Timoteo y Tito).
Pues bien, debido a las diferencias que existían entre el Apóstol de los paganos y los misioneros judeocristianos de tendencia judía, que habían llegado a Corinto, San Pablo envió a Timoteo, que no logró resolver el conflicto. Entonces, le pidió a Tito que fuera, llevando en su mochila una carta escrita “con muchas lágrimas, por tanto sufrimiento que y tristeza que sentía” (2 Cor 2,4), llamada precisamente “Carta de las lágrimas”, que escribió a comienzos del año 57 y cuyos principales textos podrían rastrearse en 2 Cor 10-13), en la cual san Pablo defendía su misión evangelizadora. La lectura y los buenos oficios de Tito provocaron una respuesta favorable en la comunidad y a Tito, por supuesto, le fue mejor que a Timoteo. Entonces, Pablo se fue de Éfeso a Troáde para esperarlo y que le contara cómo le había ido…
Desafortunamente Tito se retrasó y Pablo se dirigió a la región de Macedonia (Grecia), donde al fin pudo encontrarse con Tito, quien le llevó la grata noticia de que los problemas y malentendidos se habían solucionado (2 Cor 7,6-7). Posteriormente, en el otoño del año 57 y para sellar la armonía lograda con la comunidad de Corinto, san Pablo les envió de nuevo a Tito con otra carta conocida como “Carta de la reconciliación” y cuyos pasajes importantes se conservarían en 2 Cor 1,1-2,13 y 7,5-16.
Además, le encargó la organización de la gran colecta para los cristianos pobres de Jerusalén, que organizó en la provincia romana de Acaya, tal y como el Apóstol se la había prometido a los desvalidos de la iglesia madre en Israel.
Como podemos ver, Tito fue para Pablo uno de sus más queridos y fieles colaboradores: “en beneficio de ustedes”, como el Apóstol se expresa de él (2 Cor 8,23). Luego, san Pablo le pidió que se quedara en Creta como responsable de la comunidad cristiana de esta isla del Mediterráneo. Sin embargo, luego lo mandó llamar para encontrarse con él en Nicópolis, pues quería pasar allí el invierno (Tit 3,12). Más tarde fue también a Dalmacia (ver 2 Tim 4,10). No tenemos más información sobre los viajes sucesivos de Tito ni acerca de su muerte. Una antigua tradición, históricamente no confirmada, afirma que Tito murió en Creta, de edad muy avanzada. Pues bien, Tito no solamente fue un excelente colaborador del Apóstol, sino también un hombre preocupado, “hermano y compañero”, cuya presencia le supo infundir a Pablo serenidad, alegría y consuelo en momentos difíciles (2 Cor 2,13; 8,23).
En una bella catequesis sobre ambos apóstoles, el Papa emérito Benedicto XVI decía lo siguiente:
Si consideramos juntamente las figuras de Timoteo y de Tito, nos damos cuenta de algunos datos muy significativos. El más importante es que san Pablo se sirvió de colaboradores para el cumplimiento de sus misiones. Él es, ciertamente, el Apóstol por antonomasia, fundador y pastor de muchas Iglesias. Sin embargo, es evidente que no lo hacía todo él solo, sino que se apoyaba en personas de confianza que compartían sus esfuerzos y sus responsabilidades.
Conviene destacar, además, la disponibilidad de estos colaboradores. Las fuentes con que contamos sobre Timoteo y Tito subrayan su disponibilidad para asumir las diferentes tareas, que con frecuencia consistían en representar a san Pablo incluso en circunstancias difíciles. Es decir, nos enseñan a servir al Evangelio con generosidad, sabiendo que esto implica también un servicio a la misma Iglesia.
Acojamos, por último, la recomendación que el apóstol san Pablo hace a Tito en la carta que le dirige: "Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras. Esto es bueno y provechoso para los hombres" (Tt 3, 8)… (ver catequesis del Papa Benedicto XVI Audiencia General. Miércoles 13 de diciembre de 2006)
Aquel hombre conciliador, compañero y colaborador de Pablo, hermano en la fe y destinatario de una carta pastoral, en la cual San Pablo le aconseja organizar la comunidad a él confiada, a luchar contra los errores de los falsos maestros y de animar la vida cristiana de los fieles, en un voto de confianza hacia él, nos debe enseñar mucho en saber ser cristianos de diálogo, de conciliación, capaces de “limar asperezas” como decimos, de luchar por la unidad de la Iglesia por encima de los propios criterios y de ponerse al servicio de los demás, en especial, de quienes en la Iglesia, tienen la difícil tarea de conducirla, como lo hizo Tito con especial dedicación. Finalmente, la Iglesia celebra su fiesta, junto con San Timoteo, el 26 de enero.