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La Iglesia de Pentecostés

By Pbro. Mario Montes M. Diciembre 10, 2021

En estos domingos anteriores presentamos a los participantes del acontecimiento de Pentecostés y concluimos lo siguiente: luego de la muerte y resurrección de Jesús, un pequeño grupo de sus seguidores se mantuvo unido, perseverando firmemente en la oración comunitaria. Es el grupo que llamamos “de la reunión ordinaria” (de Hech 1, 13-14), formado por los Once Apóstoles, algunas mujeres que habían venido desde Galilea, y la familia de Jesús, con su madre y sus hermanos. Este grupo fue el que vivió la experiencia que llamamos Pentecostés (contada en Hech 2, 1-4). Pero el genio teológico de Lucas decidió colocar antes la “reunión extraordinaria” de los Doce con los 120 hermanos (Hech 1,15-26). De esta manera, el suceso de Pentecostés quedaba como ocurrido en presencia de los Doce.

La presencia, pues, de los Doce en Pentecostés, no es tanto una presencia “histórica” sino una presencia “teológica”, es decir, encierra un mensaje religioso. San Lucas quiso decirnos que la Iglesia cristiana, nacida en Pentecostés, es el nuevo pueblo de Dios, heredero y continuador del antiguo pueblo de Israel, y que toda ella goza de la garantía del Espíritu Santo. Por eso vemos en el libro de los Hechos que, cuando más tarde vuelve a quedar incompleto el grupo de los Doce por la muerte de otros apóstoles, ya no se eligen reemplazantes. Porque el grupo hacía falta completo sólo para Pentecostés, para el inicio de la Iglesia.

 

No sólo la jerarquía

 

Está bien que en los cuadros, imágenes y pinturas de Pentecostés coloquemos a los Doce Apóstoles recibiendo el Espíritu Santo (y no a los Once, como probablemente sucedió), porque lo que importa es que el arte cristiano sea fiel a la teología, al mensaje religioso. Pero si ponemos a los Doce, no debemos olvidar que San Lucas también puso, en su libro, a otros 120 hermanos recibiendo el Espíritu Santo ese día. Y éstos lamentablemente jamás han aparecido en las representaciones artísticas. Si según el evangelista San Lucas en Pentecostés estaban “todos reunidos” ¿cómo ignorar que para él estaban también los 120 hermanos?  Si insertamos a los Doce en el escenario pentecostal, ¿cómo dejar afuera a los 120?

Éste ha sido un grave error de la tradición iconográfica de la Iglesia. Porque estos 120 hermanos, que aparecen compartiendo junto a los Doce la vivencia de Pentecostés, representan a los miembros de a pie de la comunidad, es decir, a lo que llamamos la “base”, el pueblo simple y sencillo.  De modo que, así como en Pentecostés la jerarquía estuvo representada por los Doce, la base de la comunidad estuvo representada por los 120 hermanos. El haber excluido a éstos de aquella experiencia pentecostal, ha llevado a muchos a pensar erróneamente que “la Iglesia” es solamente la jerarquía. Para San Lucas, el mismo día que nacía la Iglesia ya estaban germinalmente presentes los dos estamentos: la jerarquía y la base de la comunidad.

 

Que vuelvan a estar todos reunidos

 

En Pentecostés, porque estaban “todos” reunidos, el poder del Espíritu Santo invadió con tal fuerza a la comunidad que ésta tuvo valor para lanzarse a predicar el Evangelio, a conquistar el mundo, y hasta a dar la vida por Jesucristo. Hoy vemos con tristeza cómo muchas de nuestras comunidades languidecen, llevando una vida mortecina, apagada, disminuida, con fuerzas apenas para subsistir, en medio de la indiferencia general del mundo que las rodea.

¿Qué ha pasado? ¿Qué les sucede a nuestras comunidades? La respuesta es sencilla: no estamos “todos” reunidos. En muchos lugares la jerarquía y el laicado se ignoran, los grupos y movimientos están enfrentados por rencillas insignificantes, las instituciones y los agentes de pastoral ven apagadas sus fuerzas y consumidas sus energías en peleas por cuestiones triviales, sin importancia. Quizá por eso el Espíritu Santo, presente sin duda en ellas, no puede actuar de manera eficaz. Choca contra la indolencia y la cerrazón de la comunidad.

Para que el Espíritu vuelva a actuar con el ímpetu pentecostal es necesario que estemos otra vez “todos” reunidos, sin divisiones ni discriminaciones, deponiendo las actitudes exclusivistas y autoritarias, abiertos al Espíritu de Cristo, para que Él nos muestre qué debemos hacer. Lucas sólo introdujo el Espíritu de Pentecostés cuando toda la comunidad estuvo reunida, sin que faltara ninguno. Hay que trabajar cuanto antes para lograr esta unión. Así el Espíritu dinamizará otra vez nuestras comunidades. Y podremos salir, como en aquel antiguo Pentecostés, a dar la vida en serio como testigos de Jesucristo.

Concluimos que el relato que nos hacen los Hechos de los Apóstoles, acerca del  primer Pentecostés, evoca como de una manera anticipada, los  frutos extraordinarios de la presencia del Espíritu en la comunidad  apostólica. Desde que el Espíritu obra en el testimonio de la  resurrección dado por los apóstoles, caen los muros de separación  existentes entre los hombres, y el obstáculo de las lenguas puede  ser superado. En medio del esplendor de su diversidad y de su  unidad, nuevamente hallada, la Iglesia completamente acabada  parece encontrarse allí, como a escala reducida, el día del primer  Pentecostés cristiano.

 

Nota: Los contenidos de estos tres domingos, son del biblista y teólogo argentino, el Pbro. Ariel Álvarez Valdés, de su artículo llamado “¿Quiénes estuvieron presentes en  Pentecostés?”.

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