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Las mujeres discípulas

By Pbro. Mario Montes M. Octubre 01, 2021

Ya hemos visto a los discípulos de Jesús, en concreto, a los Doce, en los días de la pasión y muerte del Señor, cómo habían dejado “botado” a Jesús (en expresión muy nuestra), abandonándolo y huyendo despavoridos, dejando a su suerte al Señor y en manos de sus enemigos. Por contraste, solamente un puñado de mujeres lo siguen hasta la cruz y resurrección y de ellas hemos presentado a cada una de las protagonistas, en aquel funesto Viernes Santo.

Si observamos el comportamiento de los discípulos de Jesús, en las últimas horas de la vida del Maestro, comprobamos cómo el proceder de los varones no puede ser más descorazonador y decepcionante. Se contrapone al de las mujeres, que son mencionadas explícitamente. Los primeros claudican, las segundas permanecen firmes en su condición de discípulas, con algunas restricciones de las que hablaremos en su momento. En la Pasión según San Marcos, las mujeres juegan un papel muy destacado, comportándose en cada momento a la altura de circunstancias tan adversas. Por el contrario, los varones, cuando la situación es peligrosa o apremiante, dejan a Jesús a su suerte y lo abandonan precipitadamente y sin disimulo alguno. Judas lo traiciona y Pedro llega a negarlo en tres ocasiones.

En cambio, las mujeres proceden de un modo muy distinto. El trío formado por la Magdalena, la otra María y Salomé, no se apartan del Crucificado, aunque tengan que hacerlo “desde lejos” (Mc 15,40). Están presentes en la sepultura y no dejan a su suerte el cadáver de Jesús. En honor a la verdad, hay que reconocer que las mujeres fueron más valientes y consecuentes en el discipulado, que los discípulos varones en las últimas horas de la vida de Jesús.

Pues bien, aparecen aquí dos clases de mujeres como testigos de la muerte de Jesús: unas son verdaderas discípulas (v.40- 41ª). Otras pueden ser consideradas como partidarias de Jesús, sin que se precise el grado exacto de implicación con su persona (v.41b). Nos fijaremos en las primeras, para valorar sobre todo a las mujeres mencionadas en la citada lista. El grupo de mujeres discípulas que presencia la escena “desde lejos”, son los únicos seguidores de Jesús que contemplaron su muerte.

No cabe duda de que se trata de una mención bíblica, recogida en los salmos 38,12; 69,9; 88,9 y Job 19,13-21. San Marcos no ha descrito a las observadoras de un modo negativo, pero tampoco del todo positivo. Las mujeres discípulas se encuentran lejos, pues temen ser reconocidas como partidarias de Jesús. Lo hacen desde una prudente distancia. Esto no significa que san Marcos haya querido dar a la escena un sentido netamente negativo, aunque en el fondo se siente un cierto reproche. La lista, ya la conocemos: “María de Magdala, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé” (v.40). Ya de ellas hemos tratado en estos domingos, como protagonistas de la Pasión de Jesús.

 

“Y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”

 

En el ajusticiamiento de Jesús estuvieron presentes, además del trío mencionado, otras muchas mujeres (Mc 15,41b). Con su comportamiento ponen una nota de compasión en un espectáculo sangriento, marcado por la violencia macabra de los varones. De forma contenida se compadecen de su suerte y participan de su dolor. Solo les está permitido hacer por él un acompañamiento desde la distancia. Se han comportado como verdaderas discípulas. Las tres mujeres constituyen un evidente contraste con el “trío” de los discípulos predilectos de Jesús: Pedro, Santiago y Juan. Los que naufragaron en el seguimiento son reemplazados ahora en la cruz, por estas tres mujeres como testigos, aunque con condicionada fidelidad. Hacen suyos, además, dos rasgos esenciales del seguimiento según San Marcos: el compartir la cruz y el recorrer el camino entero del discipulado con Jesús (ver Mc 8,34).

Finalmente, “María Magdalena y María, la madre de José, observaban dónde lo ponían” (Mc 15,47), estando pendientes del cadáver de Jesús y de su sepultura. De este modo se prepara de forma adecuada la escena siguiente, que es con la que San Marcos pone punto final a su Evangelio (Mc 16,1-8). La mención de las mujeres en la sepultura de Jesús, ofrece una triple función: a) se quiere recalcar la permanencia femenina en el discipulado; b) a la vez se reconoce su testimonio en los hechos acaecidos, y c) por último, se prepara el descubrimiento de la tumba vacía.

En la exposición global de los hechos se pone de manifiesto, tanto la psicología como el comportamiento de las mujeres, en cuatro pasos progresivos: ellas van a la tumba cuando empieza a clarear (Mc 16,1-2). Hablan de la piedra de entrada que cierra la tumba, y al llegar descubren que está corrida (Mc 16,3-4). Entran en el sepulcro y se encuentran con un joven mensajero de una buena noticia trascendental: en el Crucificado se ha realizado el paso definitivo de la muerte a la vida (Mc 16,5-6). Aquel emisario del cielo las urge a dar a conocer el mensaje pascual, pero ellas se quedan calladas “temblando del susto” (Mc 16,7-8).

San Marcos deja bien claro que el discipulado no es tan solo cosa de varones. También las mujeres están esencialmente implicadas en el seguimiento de Jesús ¿Qué enseñanza se desprende de su presencia en la historia de Jesús? ¿Qué nos quiere comunicar el evangelista, al presentarlas en la muerte y pascua del Maestro? Podemos afirmar en justicia, que todas estas mujeres aparecen adornadas con prerrogativas activas y coherentes, propias de los auténticos seguidores de Jesús. La buena noticia de la Pascua, escuchada por primera vez por las discípulas galileas (Mc 16,6-7), mantiene su vigencia siempre: hoy, ayer y mañana. Nunca puede ser silenciada. Acogerla y activarla en la forma debida, nos posibilita transformar el mundo en que vivimos.

 

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