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Sagradas Escrituras: Salomé

By Pbro. Mario Montes M. Septiembre 09, 2021

Hemos visto que, a lo largo de los acontecimientos de la Pasión del Señor, no han faltado las mujeres, que acompañaron a Jesús en sus últimos momentos. Y una de ellas es Salomé, mencionada en Mc 15,40 junto con María Magdalena y María, la madre de Santiago y José y Mc 6,1 en el domingo de la resurrección del Señor. No debemos confundirla con la otra Salomé, la hija de Herodías, que bailó ante Herodes Antipas y obtuvo la cabeza de Juan el Bautista (Mc 6,2). De ella hablábamos el domingo 13 de setiembre del año pasado

Es probable que fuera vecina de Cafarnaún, donde Jesús se estableció para, desde allí, ejercer su ministerio entre las gentes de Galilea. Algunos especialistas afirman que era la madres de los hermanos Zebedeos, Santiago y Juan y que, cierto día, le hizo una petición a Jesús, de que sus hijos se sentaran en su Reino, uno a la derecha y el otro a la izquierda (Mt 20,20-21), en buena posición y en un lugar destacado, siendo así que se presenta como una madre ambiciosa y humana a la vez, que deseaba lo mejor para sus hijos, pidiendo ventajas. Como diríamos en Costa Rica: “hacerles cachete”, es decir, favorecerlos.

De ella, Juan Antonio Mateos Pérez, profesor, filósofo e historiador, estudiante de teología, nos presenta una hermosa reseña, que transcribimos:

“En el sepulcro, Marcos menciona, a María de Magdala, a María madre de Santiago, y añade a Salomé (Mc 16,1). Ahí está Salomé, otra mujer importante que acompañó a Jesús, en la Pasión y fue de las primeras mujeres que aparecen en la resurrección. Todavía se sigue discutiendo quién era Salomé, para algunos claramente era la madre de los Zebedeos, natural de Cafarnaún. Mujer con dinero, dura, con recursos y directa a la hora de defender a sus hijos. Recordamos que pedía para sus hijos los primeros puestos y posiciones de privilegio, anteponiendo estas necesidades al propio ministerio. Mujer ambiciosa, que había logrado una posición social, le costará mucho entender lo que verdaderamente significaba el servicio.

Esto hizo que Jesús hablara de la verdadera grandeza del seguidor, el que quiera ser el primero que sirva a su hermano. Pronto lo comprendió Salomé, la verdadera justicia no es oprimir como hacen los gobernantes, sino ser el último, ayudar y servir, sobre todo a los más necesitados. No sólo ella también empezó a seguir a Jesús y es posible que apoyara económicamente la misión. A veces nos cuesta salir de nuestro propio cascarón y burbuja, centrado en nuestras ambiciones y vanidades. Tal vez lo comprendiera mejor con la actitud de Jesús a los más necesitados o a los enfermos, o bien con sus palabras, el Reino se parece a un grano de mostaza o a un tesoro escondido, o tal vez a una perla fina aún no hallada.

Salomé parece que era la mayor entre las mujeres, tenía su papel como mujer madura y se valorará su experiencia para el grupo. Solía viajar frecuentemente con los discípulos. Modelo de fidelidad, respetada y admirada por todos. Lloró ante la cruz, por Jesús y por María su madre. Ella era madre, sabía muy bien que no hay mayor sufrimiento que perder a un hijo prematuramente y más si es injustamente. Con el corazón encogido Salomé consoló a Jesús y a su madre. Tal vez en estas lágrimas aprendió e interiorizó en su corazón que el verdadero servicio es el amor y la misericordia, incluso por encima del sufrimiento y la muerte.

A veces creemos que nuestro encuentro con Dios es una mera actitud intelectual, de nuestro propio yo y de nuestro ego y posición de privilegio. Pero Salomé al lado de la Cruz, nos enseña que hay otros lugares, como son los momentos de desierto y sufrimiento, la enfermedad, la cárcel, la aflicción o en cualquier otra situación de desolación, como le pasó a Job. Cuántas mujeres y hombres de resistencia heroica encontramos hoy, mujeres en los campos de refugiados de Siria al corazón de África, desde las madres corajes de América Latina a las que luchan cada día para sacar a sus hijos adelante con unas monedas de miseria.

Nos recordaba Martín Descalzo, que para muchos hombres y mujeres, todos los días son Viernes Santo. Para ellos, el mensaje es muy claro. El sufrimiento es devastador, jamás se puede desear, pero de alguna forma misteriosa puede ser ocasión de un encuentro con Dios que es a la vez aterrador y supremamente maravilloso, pues Dios es amor, y su amor es mejor que la propia vida…” (Ver “Las mujeres junto a la cruz”. La Posada del Silencio. Salamanca al Día).

Como vemos, ella es una protagonista clave en la vida de Jesús y en sus últimos momentos, como en el día de la Pascua, junto a María Magdalena (Mc 15,40.47; 16,1). Y pudo aprender, ante la cruz, en qué consistía el verdadero servicio que el Maestro Jesús había inculcado en sus hijos apóstoles: dar la vida por los demás y no buscar posición social, privilegios o ventajas de ninguna clase, sino misericordia y entrega generosa y bondadosa. En eso consiste el ministerio en la Iglesia hoy, ejercido ya sea por hombres o mujeres.

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