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Los soldados romanos

By Pbro. Mario Montes M. / Animación bíblica, Cenacat Agosto 20, 2021

A lo largo de estos domingos hemos estado presentando a los protagonistas del Pasión del Señor. Si el protagonista principal de aquel primer “Viernes Santo”, dentro del drama de la pasión, fue Jesús de Nazaret, los principales “actores secundarios” fueron, sin duda, los soldados romanos, a quienes vemos en las películas sobre la pasión de Cristo y en varias de nuestras parroquias, formando cofradías, hermandades o grupos, que van por las calles en Semana Santa tratando de representar ese papel ingrato o siniestro. 

Y, como en todo, a veces hacen gala de un protagonismo desmedido, adoptan poses exageradas o histriónicas, que opacan el sentido de la muerte del Señor y mucha gente se queda en lo simplemente teatral, al verlos desfilar un Viernes Santo… Como también podemos pensar que “saliendo como soldados”, a muchos hombres les puede ayudar  este papel, espiritualmente hablando. Es cuestión de leer en cualquiera de los cuatro Evangelios y ver cuánto espacio se dedica a su función torturadora con Jesús.

Es llamativo que a Simón de Cirene, ninguno de los cuatro evangelistas le dedica más de un solo versículo (Mt 27,32; Mc 15,21; Lc 23,26). De aquellas “hijas de Jerusalén” solamente habla San Lucas (Lc 23,27-28). ¡Pero de los soldados se habla casi tanto o más que del mismo Señor! Por ejemplo, en Mateo 27, desde el versículo 27 hasta el versículo 38 -son doce versículos-, los sujetos de casi todos los verbos son los soldados romanos:

 

  • Se encargan de burlarse cruelmente del Salvador, coronándolo con espinas y torturándolo de forma sangrienta (v. v. 27-31). Esto después que ellos mismos se habían encargado de azotarlo (v.26), un tormento refinado y sádico que había convertido a Jesús en un guiñapo humano.
  • Son los encargados de requisar a Simón de Cirene, dado el estado de debilidad de Cristo, para que llevara el palo vertical de la cruz. Al llegar al Gólgota, le dan una droga a Jesús (vino con hiel), luego lo crucifican, se reparten sus ropas a la usanza romana y se sientan a custodiarlo. Colocan sobre su cruz el rótulo por el cual había sido condenado (v.v. 32-37). Y crucifican a los dos malhechores junto con Jesús (v. 38).
  • Uno de ellos le da a Jesús un poco de vinagre (v.48).
  • Por contraste, el centurión y los demás acompañantes, proclamaron a Jesús como Hijo de Dios (v.54)

 

Después de la muerte de Jesús…

 

  • Ante el miedo infundado de que los discípulos se roben el cadáver de Jesús, son ellos los encargados de custodiar su sepulcro (v.v. 63-66).
  • Ante la presencia del Ángel del Señor en la tumba de Jesús, el domingo de Pascua, los soldados entran en pánico y quedan como muertos (Mt 28,4).
  • Finalmente, son sobornados por las autoridades judías (Mt 28,11-15).

 

La tropa romana

 

Los Evangelios cuentan que quienes fueron a arrestar a Jesús el Jueves Santo, además de Judas Iscariote como jefe, un gran tumulto de gente con espadas y palos (Mt 26,47), enviados por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo (ver Mc 14,43; en Lc 22,47 es una multitud). Pero además, en Juan  18,3. 12, unidos a ellos, llega una cohorte romana, guiada por un tribuno. Se trata de un dato increíble ¡nada más y nada menos de un destacamento de 600 militares!, como componían este ejército castrense, una fuerza desproporcionada para detener a un simple carpintero de Nazareth, desarmado y acompañado de sus discípulos, quienes portaban pocas armas para defenderse de ese tumulto (ver Lc 22,35-38.49-51).

Preguntémonos: ¿Era necesaria tanta milicia para detener a un hombre bueno e indefenso como Jesús, que siempre estaba en contra del uso de la violencia? ¿Que incluso detuvo la mano de Pedro con su espada aquella noche funesta? (Jn 18,12; Mt 26,52). En algunas traducciones ponen simplemente “patrulla”, que bien sabemos lo que significa entre nosotros. En fin, todo este montaje organizado por las autoridades judías, en el que se ve que también participaron aquellos soldados romanos (y no una patrulla), es una forma de decir, desde los Evangelios que, en aquella noche víspera de la Pasión, todos los poderes de la época, judíos y romanos, civiles y religiosos, locales y extranjeros, se confabularon contra Jesús, pero no pudieron vencerlo porque Dios estaba con él (ver Sal 2,1; Hech 5,25-26). De allí que los soldados romanos no salen bien parados en los relatos del arresto, custodia, vejaciones y torturas que le infligieron a Jesús, siendo sus verdugos, con permiso de Pilato y en complicidad con los líderes religiosos de Israel.

El nivel de sofisticación del ejército romano y el entrenamiento de sus soldados, le dieron seguridad a Roma, tanto en su época de Imperio como el de la República. Pero fueron temibles y odiados, especialmente por los pueblos sometidos, entre ellos, Israel o Palestina en los tiempos de Cristo. Aun cuando vencieron a los judíos después de la muerte y resurrección de Jesús, su imperio fue decayendo, hasta llegar a su culminación total.

Con estos funestos antecedentes bíblicos, debemos preguntarnos sobre la conveniencia de tener cofradías o hermandades, que representen a las tropas romanas en nuestras parroquias. Aunque un “soldado de vieja guardia”, como don José Antonio González Sánchez, de la Parroquia de San Isidro de Heredia, quien lleva 42 años de ser soldado romano en las procesiones, afirmaba: "lo hacemos con mucho cariño porque sabemos que es algo para Dios, el pago que él nos da es estar viviendo”, porque, para él, “es una forma de honrar a Dios”. (Periódico La Teja, 17 de abril 2019).

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