Face
Insta
Youtube
Whats
Viernes, 26 Abril 2024
Suscribase aquí

El discípulo amado

By Pbro. Mario Montes M. Agosto 13, 2021

En el Eco Católico del domingo 17 de enero del año 2021, presentábamos al discípulo amado de Jesús y decíamos de él, entre otras cosas, que es la figura ideal, perfecta y  ubicada, modelo de todo discípulo. El discípulo amado, así como está relatado en el IV Evangelio, se nos ofrece como un símbolo de lo que debería ser todo discípulo y todo seguidor de Jesús, como una persona que resume a todos aquellos que, a lo largo de la historia, se esfuerzan por vivir como el Maestro ordenó. Ellos son los “amados de Jesús”. San Juan nos ofrece, en la presentación de este excepcional discípulo, un personaje sin rostro y anónimo, en el cual nos podemos identificar y sentirnos, como él, muy queridos por Jesús.

Hoy vamos a presentarlo como uno de los protagonistas de la Pasión del Señor, al pie de la cruz, junto con la madre del Señor, la tía de Jesús María de Cleofás y María Magdalena. Y a él se dirige Jesús, después de hablarle a María, diciéndole: “Ahí tienes a tu madre”. Y san Juan concluye diciendo:” Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya” (ver Jn 19,25-27). Mucho se ha dicho y se ha reflexionado en la Iglesia, a través de los tiempos, sobre este “testamento” de Jesús y su significado, sobre el papel de este hombre excepcional que, a veces, se le representa en las películas y en el arte como un muchacho, casi adolescente e imberbe y con una copa en la mano… Por lo general, al verlo, hemos pensado en el apóstol San Juan.

Pues bien, el discípulo amado representa a la comunidad cristiana, en cuanto que sus miembros son compañeros y amigos de Jesús. Siendo el amigo y el confidente (Jn 13,23-25), e inseparable compañero de Jesús, entró con él en el atrio del sumo sacerdote, para ser testigo de su entrega y muerte (Jn 18,15). Por eso está presente al pie de la cruz. Él ha de ser el testigo de la gloria que se manifiesta (Jn 19,35).

En esta escena de la Pasión según San Juan, con una fuerte carga simbólica, Jesús ve “a la madre”, no ya “a su madre”, como se la había llamado las tres veces que se la menciona en Caná de Galilea a (Jn 2,1.3.5), en Cafarnaún (Jn 2,12) y en el versículo anterior (Jn 19,25). La que era “madre”, es decir, origen de Jesús, pasa a ser madre y origen de la comunidad nueva. Es del Israel creyente en las promesas de Dios y fiel a ellas de donde nace en primer lugar el Mesías (Jn 4,22) y, en consecuencia, la comunidad mesiánica.

El encargo de Jesús a la madre y al discípulo, se hace en términos de reconocimiento mutuo: Mira a tu hijo; Mira a tu madre. La antigua comunidad judía (la madre) debe reconocer como descendencia suya la comunidad nueva, la de los que han roto con la institución judía (ver Jn 1,35), aceptan el amor de Jesús (el discípulo a quien Jesús  amaba) y comprenden la novedad del Mesías. La comunidad nueva (el discípulo amado) tiene, por su parte, que reconocer su origen, ser como el cumplimiento de las promesas que hizo Dios al pueblo de Israel.

El discípulo acoge a la madre en su casa. Ella no tiene ya hogar propio; al incorporarse a la comunidad encuentra su nueva casa, una vez que Israel, al rechazar al Mesías, ha dejado de ser el pueblo de Dios (ver Jn 1,11). Luego ¿cómo ha de entenderse entonces el sentido de estas tres palabras griegas: “eis ta idía”: “en su casa”? No se hace referencia ciertamente a una casa, como por lo general se ha traducido, sino a lo que es “propio” del discípulo. Es preciso comprender “eis ta idía” en el sentido de una apropiación metafórica, en relación con el discípulo: él la acogió “como propia, como suya”, como lo hemos puesto en el texto más arriba. Luego, el texto evangélico, siguiendo el original griego, dice literalmente lo siguiente: “Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus bienes”. En ese sentido e interpretando el texto en clave mariológica, el Papa San Juan Pablo dice:

“En efecto, la expresión griega, traducida al pie de la letra “entre sus bienes”, no se refiere a los bienes materiales, dado que Juan —como observa san Agustín (In Ioan. Evang. tract., 119, 3) — “no poseía nada propio”, sino a los bienes espirituales o dones recibidos de Cristo: la gracia (Jn 1, 16), la Palabra (Jn 12, 48; 17, 8), el Espíritu (Jn 7, 39; 14, 17), la Eucaristía (Jn 6, 32-58)... Entre estos dones, que recibió por el hecho de ser amado por Jesús, el discípulo acoge a María como madre, entablando con ella una profunda comunión de vida (cf. Redemptoris Mater, 45, nota 130)…”  (Ver la catequesis de Juan Pablo, Audiencia del miércoles 7 de mayo de 1997).

Y finalmente, como en las bodas de Caná (Jn 2,1-12), la madre de Jesús representa el Antiguo Testamento. El discípulo amado representa el Nuevo Testamento, la comunidad que creció alrededor de Jesús. El discípulo es el “hijo” que nació del Antiguo Testamento, la nueva humanidad que se forma a partir de la vivencia del Evangelio del Reino. Al final del primer siglo, algunos cristianos pensaban que el Antiguo Testamento ya no era necesario.

De hecho, al comienzo del siglo segundo, Marción, escritor y teólogo del siglo II,  rechazó todo el Antiguo Testamento  y se quedó solamente con una parte del Nuevo Testamento. Por eso, muchos querían saber cuál es la voluntad de Jesús al respecto. Las palabras de Jesús son significativas: Viendo a su madre y a al lado de ella, al discípulo que él amaba, dijo a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo." Después dijo al discípulo: "Ahí tienes a tu madre." (Jn 19,26-27). El Antiguo y el Nuevo Testamento deben caminar juntos. A petición de Jesús, el discípulo amado, el hijo, el Nuevo Testamento recibe a la Madre, el Antiguo Testamento, en su casa.

En la casa del discípulo amado, es decir, en la comunidad cristiana, se descubre el sentido pleno del Antiguo Testamento. El Nuevo no se entiende sin el Antiguo, ni el Antiguo es completo sin el Nuevo. San Agustín lo decía en latín: “Novum in vetere latet, Vetus in Novo patet” (“El Nuevo está escondido en lo Antiguo, el Antiguo desemboca en el Nuevo”). El Nuevo sin el Antiguo sería un edificio sin fundamentos. Y el Antiguo sin el Nuevo sería un árbol frondoso que no llega a dar frutos.

 

Infórmese primero con una suscripción digital. Conozca nuestros cómodos planes semestrales, es muy fácil, solo ingrese en este enlace.

Síganos

Face
Insta
Youtube
Whats
puntosdeventa
Insta
Whats
Youtube
Dignitas Infinita
Image
Image
Image
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad
puntos de venta
suscripciones
Catalogo editoria
publicidad