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La madre de Jesús

By Pbro. Mario Montes M. Agosto 06, 2021

Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa (Jn 19,25-27).

En estos pocos versículos, tan conocidos por nosotros y escuchados reverentemente en los viacrucis y el texto de la Pasión del Señor según San Juan, cada Viernes Santo por la tarde, encontramos a María, la madre de Jesús, como una de las protagonistas más importantes, en los últimos momentos redentores de la vida de su Hijo Jesucristo, al pie de la cruz.

Ya la habíamos presentado el domingo 18 de octubre del año 2020, como una de las mujeres del Evangelio de San Juan. Y desde este pasaje, tanto el arte, el cine, la literatura y la música de todos los tiempos, se han fijado en ella, tratando de compartir o contemplar su dolor o sufrimientos, al lado de su Hijo crucificado. La piedad popular y el amor del pueblo fiel, la han venerado como Madre Dolorosa o Virgen de la Soledad. Cada 15 de setiembre, la Iglesia la celebra como Nuestra Señora de los Dolores en la liturgia. Transcribimos unos textos del libro llamado “María, evangelio vivido”, de “La Casa de la Biblia”, en donde sus autores nos regalan sus reflexiones en torno a María, al pie de la cruz, en el contexto de la pasión, según San Juan (Jn 18-19):

“Para poder comprender el hondo significado de esta escena, es importante situarla dentro del cuadro más amplio que nos describe Jn 19,18-42. El eje de todo está en "Jesús exaltado en la cruz". Pero, en ese cuadro, encontramos cinco escenas llenas de simbolismo: 1) Jesús es presentado en el trono de la cruz (Jn 19,18-22); 2) le quitan todo lo que era suyo: reparten sus vestidos (Jn 19,22-24); 3) la mujer que está en pie junto a la cruz, es puesta en manos del discípulo, así como el discípulo amado es puesto en manos de la mujer/madre (Jn 19,25-27) 4) Jesús entrega su espíritu, y de su costado abierto salen sangre y agua (Jn 19,28-31) 5) la quinta escena, después de bajar el cuerpo de Jesús, nos introduce en el sepulcro junto con Él (Jn 19,38-42).

Por la misma construcción literaria de este relato, se da a entender que la tercera es la más importante para el autor del cuarto evangelio: lo que se refiere a la mujer/madre y al discípulo amado, es ya lo último que Jesús debía hacer para completar su obra. Jesús es consciente de que, después de esto, todo está cumplido (Jn 19,28). Para entender mejor este episodio tan significativo, podemos fijarnos en tres aspectos que el texto nos sugiere:

 

  1. Dónde estaba María: "Junto a la cruz de Jesús" (Jn 19,25). El estar junto a la cruz de Jesús, no es una referencia secundaria. Sólo ese pequeño núcleo de personas, que estaban de pie junto a la cruz de Jesús, pueden dar un testimonio completo de su exaltación. De ahí viene el sentido y la fuerza para encarar el sufrimiento. Dime dónde están tus pies y te diré lo que ves, lo que sientes y lo que vives.
  2. Cómo estaba: "Estaban de pie su madre, la hermana de su madre..." (Jn 19,25). La manera de estar es muy importante. Generalmente las traducciones de este versículo indican que junto a la cruz de Jesús "estaban" su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Y dan por supuesto el modo de estar. Pero la traducción correcta debería ser: "estaban de pie". No es lo mismo estar acostado, estar sentado o estar de pie. Y el término empleado en griego quiere resaltar precisamente que "estaban de pie". En el Apocalipsis se emplea varias veces la misma palabra y se traduce como "estar de pie", porque envuelve el sentido de firmeza, de victoria (cf. Ap 10,8-15,2; 19,17); también de gloria: "El Cordero estaba de pie sobre el monte Sión. Y con él los ciento cuarenta y cuatro mil que tenían su nombre y el nombre de su Padre escrito en la frente" (Ap 14,1). María está junto a la cruz, pero no de cualquier manera sino "de pie". No derrotada ni desalentada. Sino con firmeza, con dignidad y esperanza.
  3. Con quién estaba: María no está sola. En medio del sufrimiento, se le abren perspectivas que anteriormente no eran imaginables. "Jesús, viendo a su madre y, junto a ella, al discípulo a quien tanto quería, dijo a su madre: mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: ahí tienes a tu madre" (Jn 19,26-27a). Ese ver de Jesús va más allá de las apariencias externas. En el cuarto evangelio, la visión se transforma más de una vez en oráculo. Así, cuando Juan Bautista ve a Jesús que se acerca y dice: "Éste es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29); y cuando el mismo Jesús ve a Natanael que está llegando, exclama: "Éste es un verdadero israelita en quien no hay doblez" (Jn 1,47). También ahora se trata de una visión que revela una realidad más profunda.

 

Nuevos vínculos de familia: la palabra "madre" tiene un relieve especial. Aparece cinco veces en tres versículos. "Y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya" (Jn 19,27b). De igual manera que el que acoge la Palabra recibe el poder de ser hijo de Dios (Jn 1,12) y los que aceptan las palabras del Maestro creen en quien lo ha enviado (Jn 17,8), así el discípulo acoge a María como expresión de la aceptación de Jesús y de su Palabra. María pasa a ser la madre del discípulo, de todo discípulo, de la comunidad creyente; y el discípulo de Jesús en todos los tiempos y lugares, la comunidad de fe, será por siempre el hijo de esta Madre.

Estos versículos del cuarto evangelio, breves e intensos, sencillos y profundos, han despertado siempre en el corazón de los creyentes, ecos singulares de ternura y arranques firmes para "sufrir con", para vivir como María la "compasión" junto al hermano. De la conjunción de los tres elementos que el texto nos señala, depende el sentido y el valor del sufrimiento en la vida del ser humano: 1) Situarse junto a la cruz de Jesús y, en Él y con Él, junto a quien sufre. 2) Permanecer de pie, sin admitir la derrota aunque de momento nos parezca estar vencidos. 3) Acoger la compañía y la solidaridad de quienes están a nuestro lado, abriendo el corazón, no sólo para la compasión, sino para compartir experiencias radicales y para establecer nuevas e inefables relaciones…” (María, Evangelio vivido. 9. María, la mujer fuerte y acogedora en medio del dolor. Casa de la Biblia. Editorial Verbo Divino, Estella, Navarra, pp. 76-77)

 

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