Willy: Pepe, gracias por recibirme. Hoy vengo con un peso grande en el pecho. A veces me invade la oscuridad en mi cabeza: ideas pesimistas sobre mi vida y mi futuro. Me aterra la diabetes que sufro, la incertidumbre sobre mi salud y cómo eso puede afectar mi vida. Es como una sombra que no se va.
Pepe: Bienvenido, Willy. Me alegra que estés aquí y que me lo digas con honestidad. Hablar de lo que nos duele es ya un primer acto de valentía. Cuéntame más: ¿qué emociones específicas aparecen cuando esa sombra se acerca?
Willy: Es miedo, sí, pero también vergüenza. Miedo a equivocarme, a fallar, a no estar a la altura de mi propio ideal. A veces pienso que mi mente es un campo minado: ideas que se repiten, pesimistas, que me dicen que el futuro no tiene salida. Y cuando imagino el impacto de la diabetes, el pensamiento se vuelve aún más oscuro: “y si ya no hay forma de revertirlo, y si la vida se complica permanentemente”.
Pepe: Es comprensible sentir miedo ante lo desconocido. Pero quiero que sepas que el miedo no te define; lo que haces con ese miedo sí. ¿Qué tal si trabajamos para validar esas emociones sin dejar que te controlen? ¿Qué sientes exactamente cuando aparece ese temor?
Willy: Siento una mezcla de inquietud física y mental. El corazón late más rápido, la respiración se me altera. En la cabeza surgen calificativos como “terminado” o “inútil”. En mi juventud ya enfrenté algo así: pensamientos oscuros, impulsos de huir. Intenté el suicidio. Fue un periodo oscuro, sí. Pero luego, esa fue la puerta de una experiencia que lo cambió todo.
Pepe: Gracias por compartir ese detalle. Decirlo con apertura es un acto de valentía enorme. Si te parece, podemos mirar esa experiencia desde la fe y la experiencia humana. ¿Qué fue lo que te sostuvo en ese momento?
Willy: Fue un encuentro con Dios. En medio de la desesperación, sentí una presencia que me llamó a no rendirme. No fue un milagro espectacular, sino una convicción profunda de que mi vida tenía sentido, incluso cuando no lo veía. Esa conversión, ese giro, me dio la fuerza para no acabar con todo. Desde entonces he tratado de vivir conforme a esa fe, a ser fiel a lo que percibí en ese encuentro: que hay propósito, que hay amor, que hay camino.
Pepe: Esas palabras resuenan. Un encuentro así no se borra, se integra. Y, aunque la duda venga, la fe puede ser una brújula que te acompaña. Me alegra saber que esa experiencia te ha ayudado a salir adelante. Ahora, cuando llegan los pensamientos oscuros, ¿cómo sueles responder?
Willy: Intento hacer oración, buscar silencio. A veces repaso pasajes o principios de mi formación: la humildad, la responsabilidad, la misericordia. Pero no siempre logro convertir el miedo en acción. En momentos de mayor tensión, me cuesta recordar que puedo pedir ayuda y que no estoy solo.
Pepe: Esa es una observación clave: pedir ayuda no es señal de debilidad, sino de sabiduría. ¿Qué te impide pedir apoyo cuando las cosas se ponen feas?
Willy: A veces la vergüenza de no estar a la altura. O la tentación de ocultar lo que siento para que nadie se preocupe. También me asusta ser visto como un problema, como si mi dolor fuera un peso para los demás.
Pepe: El apoyo no es un peso, es una red de cuidado. Si algo aprendí en nuestra conversación es que tu fe no te exige cargar solo lo imposible. ¿Qué te parecería trabajar una práctica concreta para enfrentar estas situaciones sin negarlas?
Willy: Me gustaría poder validar mis emociones con verdad, sin juzgarme. Si estoy triste, reconocerlo; si tengo miedo, nombrarlo; si hay pesimismo, dejar que aparezca y luego buscar una forma de actuar que esté alineada con mi camino. También quiero recordar que ese miedo puede ser una señal para cuidar de mi salud y de mi vida, no para desistir de ella.
Pepe: Me parece un enfoque muy sano. Validar emociones y, a la vez, no permitir que ellas te arrollen. Podemos construir un plan práctico:
Paso 1: reconocer la emoción en 30 segundos, sin juicio.
Paso 2: nombrar la necesidad detrás de la emoción (por ejemplo, necesidad de seguridad, de conexión, de control).
Paso 3: proponer una acción pequeña y concreta que esté alineada con tu fe y tu bienestar (hablar con alguien, acudir a una consulta médica, meditar, escribir, orar, hacer ejercicios).
Paso 4: agradecer al proceso, aunque no esté perfecto.
¿Te parece si lo trabajamos así?
Willy: Sí. Me gusta esa estructura. También quiero fortalecer mi voz interior para escuchar a la persona que, desde la fe, me escucha y guía, sin caer en el autojuicio.
Pepe: Esa voz ya está en ti. Es la que te recuerda que eres amado, que tienes propósito, que cada día es una oportunidad para avanzar. ¿Qué hábitos diarios podrían reforzar esa voz y darte estabilidad emocional?
Willy: Tal vez comenzar el día con una oración breve, una lectura que aliente la dignidad de la vida. Practicar la gratitud, aunque sea por tres cosas simples. Y dedicar un tiempo a escribir: registrar ideas, emociones y progresos. También podría incorporar una revisión de salud simple: medir niveles cuando corresponda, seguir las indicaciones médicas, y buscar apoyo profesional de forma regular. ¿Qué te parece?
Pepe: Me parece excelente. El autocuidado físico y emocional va de la mano con la fe. También podría ayudarte incluir un momento de conversación con alguien de confianza cada día o cada semana para validar lo que sientes y recibir consejo.
Willy: Agradezco que me escuches así, Pepe. A veces siento que mi corazón habla pero no encuentro a quién pedirle que lo entienda. Contigo me siento visto como esa persona que, desde la fe, escucha y recibe consejo sin juzgarme.
Pepe: Para mí es un privilegio. Tu historia es un testimonio de que la fe puede acompañar la fragilidad humana sin negarla. Sigamos fortaleciendo ese puente entre fe, salud y emociones. ¿Qué te gustaría concretar para la próxima semana?
Willy: Me gustaría empezar cada día con una oración breve, una lectura que promueva la dignidad de la vida, y tres cosas por las que agradecer. Además, incorporaré una práctica de validación emocional: nombre la emoción en menos de 30 segundos, identifique la necesidad subyacente y proponga una acción concreta relacionada con la salud o el bienestar. También quiero programar una consulta médica o apoyo profesional si aparece un síntoma nuevo o se intensifica.
Pepe: Excelente plan. Y recuerda: no estás solo. Tu fe te da una red de apoyo, y yo estaré aquí para escuchar y orientar cuando lo necesites. Aprecio que veas en mí a alguien que, desde la fe, te escucha y aconseja; eso ya es un signo de confianza y de crecimiento mutuo.
Willy: