Era agosto y en la península ibérica el verano se desplegaba en toda su plenitud, con el sol brillando intensamente sobre el mar Mediterráneo.
La brisa cálida acariciaba las costas, y el aroma del mar se mezclaba con el olor a azahar y a salitre. En ese escenario perfecto, Edelito y yo nos preparábamos para celebrar un momento muy especial: cumplíamos 52 años de vida. Pero, más allá de los años, lo que realmente celebrábamos era la amistad que nos había acompañado durante toda nuestra existencia.
Irene López, nuestra querida amiga y educadora de primaria, nos avisó con entusiasmo que Paul Alfaro, ese amigo entrañable de alma y profesión, nos había invitado a reunirnos en su hermoso chalet frente a la playa de Levante, en la Costa Mediterránea española.
La invitación de Paul fue motivada precisamente por esa celebración: nuestro aniversario de 52 años. Nos sorprendió y emocionó mucho esa muestra de cariño y amistad, que nos reafirmaba que, en la vida, los mejores regalos son los momentos compartidos y las personas que nos acompañan en los caminos.
Paul Alfaro es mucho más que un estilista de fama internacional. Es un hombre que ha sabido transformar su arte en un puente entre culturas, un verdadero embajador de la cultura española en el mundo.
Su historia personal refleja esa pasión por la belleza, por el arte y por las relaciones humanas. Desde su estrecha amistad con la Duquesa de Alba, ha recibido regalos que trascienden lo material, símbolos de su generosidad y su nobleza. Uno de esos regalos es su chalet, una joya frente al mar, que parece un refugio de paz y alegría.
Cuando llegamos al aeropuerto, un coche enviado directamente por Paul nos esperaba. La emoción crecía en cada kilómetro que avanzábamos rumbo a su residencia. La carretera bordeaba la costa, con vistas impresionantes del mar, y cada curva parecía anunciar la llegada a un lugar muy especial.
La sensación de anticipación se mezclaba con la gratitud por poder reencontrarnos con amigos queridos en un escenario tan hermoso.
Madrid nos recibió con su energía vibrante, su historia en cada rincón y su hospitalidad incomparable. Nos alojaron en el Monasterio de los Jerónimos, un lugar lleno de historia, arte y cultura, que nos proporcionó un ambiente propicio para reflexionar y disfrutar de la amistad. Allí, en ese entorno cargado de tradición, sentimos cómo la cultura española se hacía presente en cada piedra, en cada rincón, en cada conversación.
Tres días en Madrid con Ricardo Oreamuno, mi hermano del alma y célebre estilista, fueron suficientes para reafirmar la fuerza de nuestra amistad. Ricardo, con su humor afilado y sensibilidad artística, siempre tiene una historia que contar, un consejo que ofrecer o una sonrisa que ilumina cualquier momento.
En esas jornadas, tratamos de arreglar el mundo, como suele decirse, con la esperanza de que nuestras ideas puedan, en alguna medida, contribuir a un cambio positivo.
Cada tarde, paseábamos por las calles de Madrid, admirando su arquitectura, su historia y su espíritu vibrante. La cultura española, con su arte, su literatura y su pasión, nos inspiraba a seguir soñando con un mundo mejor.
Nos deteníamos en una terraza, pedíamos una copa de vino y compartíamos pensamientos sobre la vida, la amistad y el futuro. La belleza de esas conversaciones radicaba en su sencillez y en la profundidad de lo que decían.
Finalmente, el momento esperado llegó. En la tarde, nos dirigimos en coche hacia el chalet de Paul en la Costa Mediterránea.
La carretera nos llevó a un paraíso, donde el mar de Levante parecía saludar nuestra llegada con su murmullo constante. Al llegar, la vista del chalet, con sus paredes blancas y su terraza mirando al mar, nos dejó sin palabras.
Nos fundimos en un abrazo que pareció durar más que un instante, una muestra del afecto que trasciende las palabras.
El paisaje que rodeaba la casa, con palmeras y jardines cuidados, parecía ser un escenario preparado para celebrar la amistad y la vida. Paul nos recibió con su calidez habitual, con esa sonrisa que refleja su alma noble. A sus 84 años, su energía y entusiasmo permanecen intactos. Nos contó, con su voz pausada y llena de cariño, cómo es su vida en el Mediterráneo.
A pesar del paso del tiempo, Paul sigue dedicándose a dar clases y conferencias sobre peluquería y maquillaje. Sus manos, que han tocado a las grandes divas españolas, europeas y latinoamericanas, todavía están llenas de vitalidad y destreza.
Es un artista que ha sabido reinventarse, que ha convertido su vocación en una misión de vida. Compartir su conocimiento y su experiencia con las nuevas generaciones es su pasión.
Durante nuestra estancia, Paul nos expresó cuánto nos extraña y cuánto le gustaría que todos nos radicáramos en España.
Sus palabras estaban cargadas de esperanza y de un amor profundo por su tierra. Nos habló del centenario de Gaudí en 2026, un evento que promete ser un hito cultural en España, declarado de excepcional interés público. Nos explicó en detalle la importancia de esa celebración, que será una oportunidad para mostrar al mundo la creatividad, el arte y la historia de España.
Esa conversación nos hizo reflexionar sobre la riqueza cultural de nuestra madre patria. La historia, el arte, la arquitectura, la gastronomía y la literatura conforman un legado que nos enorgullece y que queremos seguir promoviendo. La cultura española, con su espíritu vibrante, invita a todos a aprender, a valorar y a celebrar su patrimonio.
Paul también compartió sus conversaciones con amigos de la academia interesados en que dicte cursos sobre la historia de América Latina.
La posibilidad de transmitir conocimientos que conectan nuestras raíces con la historia de un continente tan diverso y apasionante nos llena de entusiasmo. La influencia española en América, con su historia de conquistas, mestizaje y cultura, es un puente que nos une en un diálogo constante.
Más allá de la cultura, Paul se ocupó de buscar un colegio excelente para Benjamín, mi hijo. La educación, en su visión, debe basarse en valores sólidos, en ética y en responsabilidad.
Quiso que Benjamín se formara en un entorno que promoviera la disciplina, el respeto y la creatividad. La obra de Escrivá de Balaguer, con su énfasis en valores humanos y espirituales, fue uno de los temas que abordamos con interés. Para nosotros, esa educación en valores es fundamental para que Benjamín crezca como una persona íntegra y comprometida.
Este encuentro fue mucho más que una reunión de amigos. Fue un reencuentro con la cultura española en su forma más auténtica. La hospitalidad, la historia, el arte y la pasión por la vida se mezclaron en un momento único. La sencillez de la convivencia y la profundidad de las conversaciones dejaron huella en nuestro corazón.
Al despedirnos, sentimos una profunda gratitud. La cultura española, con su historia milenaria y su espíritu vibrante, nos invita a seguir aprendiendo y soñando.
En ese hermoso chalet, quedó claro que la amistad trasciende fronteras y generaciones. Nos enseñó que lo más valioso es compartir momentos con quienes queremos, y que la cultura es ese lazo que une nuestras almas en un eterno abrazo.
Este verano en la Costa Mediterránea quedó grabado en nuestra memoria como un símbolo de amistad y cultura. Un recordatorio de que la verdadera riqueza está en las relaciones que nutren el alma y en la cultura que nos une. La historia, el arte y la amistad son los pilares que hacen que la vida valga la pena.
Porque, al final, lo que importa es compartir y aprender. La cultura española, con su alma vibrante, nos invita a seguir soñando y disfrutando cada instante, en la certeza de que esas experiencias serán las que nos acompañarán siempre, en nuestro camino de vida y amistad.
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