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Viernes, 18 Julio 2025

Es más fácil construir niños fuertes que reparar adultos rotos

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, Orientador UJPll / Doctor Filosofía y Letras, TIU Junio 20, 2025

La infancia, en toda su complejidad y diversidad, representa la etapa en la que se siembran las semillas del carácter, la resiliencia y la empatía que definirán el camino de cada persona.

Sin embargo, cuando abordamos la construcción de niños y niñas fuertes, es imprescindible hacerlo desde un enfoque que reconozca las desigualdades y particularidades que enfrentan las niñas y los niños en Costa Rica.

La frase “Es más fácil construir niños fuertes que reparar adultos rotos” no solo resuena en el plano individual, sino que también refleja la necesidad de transformar las estructuras sociales desde la raíz, promoviendo la igualdad y el respeto en la niñez.

Desde una perspectiva educativa y pedagógica, fortalecer a los niños y niñas desde temprana edad resulta ser una estrategia preventiva y reparadora.

Sin embargo, en un país como Costa Rica, donde persistentes brechas de género aún marcan la vida de muchas niñas y niños, la educación debe ser una herramienta activa para desafiar los estereotipos y promover la igualdad de oportunidades.

Como señala Bell Hooks, “la educación es un acto de amor y de resistencia”; y, en nuestro contexto, esa resistencia debe dirigirse a desmantelar las desigualdades de género que afectan a la infancia.

La pedagogía de la ternura, que enfatiza el amor, el cuidado y la paciencia, adquiere una dimensión aún más poderosa cuando se centra en la equidad de género.

La ternura no es una debilidad, sino una estrategia de transformación social que ayuda a crear vínculos seguros donde niñas y niños puedan crecer libres de estereotipos, prejuicios y violencia.

Alicia Fernández, psicóloga chilena, afirma que “la ternura es la llave que abre la puerta del corazón infantil, permitiendo que tanto niñas como niños se sientan valorados y comprendidos en su singularidad”.

Es en ese espacio de afecto y respeto donde se construyen las bases para una autoestima sólida. 

En Costa Rica, donde la cultura familiar y comunitaria juega un papel fundamental en la socialización, es crucial que las prácticas parentales y educativas reconozcan y cuestionen los roles tradicionales.

Las niñas, muchas veces, enfrentan expectativas relacionadas con la belleza, la docilidad y el cuidado, mientras que los niños son socializados en la independencia, la agresividad y la fortaleza.

Estas diferencias no deben perpetuarse, sino que deben ser vistas como oportunidades para promover una educación en igualdad que permita a niñas y niños desarrollar sus capacidades sin limitaciones.

La psicóloga costarricense Carmen Salazar señala que “es fundamental que las familias y las escuelas sean espacios donde se fomente la igualdad y el respeto mutuo, reconociendo las diferencias sin perpetuar desigualdades”.

La realidad de Costa Rica muestra avances en leyes y políticas que protegen los derechos de la infancia y promueven la igualdad, pero aún existen desafíos profundos en la implementación y en la transformación de prácticas sociales y culturales.

La violencia de género, la discriminación y los roles tradicionales limitantes afectan especialmente a las niñas, quienes enfrentan mayores riesgos de violencia, explotación y desigualdad en el acceso a oportunidades.

La inversión en programas de educación con enfoque en la atención temprana y en la protección contra la violencia de género, son acciones que deben fortalecerse para construir una infancia más justa y equitativa.

 

El trabajo con la infancia en Costa Rica debe también centrarse en desmantelar las ideas preconcebidas sobre lo que significa ser niño o niña. Las niñas deben ser vistas como sujetas de derechos, con capacidades y potencialidades que trascienden los roles tradicionales.

Los niños, por su parte, deben aprender que la fuerza no está en la agresividad ni en la dominancia, sino en la empatía, la colaboración y la resiliencia. La educación en valores, desde una perspectiva de género, debe promover la equidad, la justicia y el reconocimiento de la diversidad.

Nelson Mandela expresó que “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”; en nuestro país, esa arma debe usarse para eliminar las desigualdades y construir un futuro en el que niñas y niños puedan crecer libres y plenos.

Es fundamental también atender la salud mental y emocional de las niñas y niños, especialmente en contextos donde las desigualdades de género generan vulnerabilidades.

La exposición a la violencia, la discriminación y las expectativas de rol pueden dejar secuelas profundas en su desarrollo. La pedagogía de la ternura y los programas de acompañamiento psicológico deben ser instrumentos para prevenir daños mayores y promover la recuperación y el crecimiento saludable, en un entorno que respete y valore la diversidad de género.

En Costa Rica, la protección de los derechos de la infancia requiere una acción coordinada entre el Estado, la sociedad civil, las familias y las comunidades.

La formación de docentes en pedagogía de la ternura y en prácticas inclusivas, así como el fortalecimiento de programas de apoyo familiar, son pasos esenciales para garantizar que niñas y niños crezcan en ambientes libres de violencia y discriminación.

La inversión en la primera infancia, en programas de nutrición, atención temprana y prevención de la violencia, debe ser una prioridad para reducir las desigualdades y promover una sociedad más equitativa.

El papel de los adultos en la construcción de niños y niñas fuertes y libres de estereotipos es fundamental. Como decía Paulo Freire, “los adultos deben aprender de los niños tanto como los niños aprenden de los adultos”, y esa enseñanza debe incluir el respeto por la diversidad y la igualdad.

La actitud de respeto, escucha y apoyo que los adultos ofrecen a niñas y niños crea un espacio de confianza donde pueden crecer con seguridad y sin prejuicios.

En definitiva, apostar por la infancia en Costa Rica no solo es una responsabilidad moral, sino también una estrategia para construir una sociedad más justa, inclusiva y resiliente.

La pedagogía de la ternura, combinada con políticas públicas y prácticas educativas que promuevan la igualdad, puede transformar las vidas de niñas y niños y, en consecuencia, toda la comunidad. Porque, al final, construir niños y niñas fuertes con igualdad de oportunidades y derechos es la mejor inversión para un país más humano y equitativo.

La verdadera fortaleza del país radica en reconocer y potenciar las capacidades de cada niña y niño, sin importar su género, y en construir una sociedad donde la ternura, el amor y el respeto sean las bases de una convivencia justa y solidaria.

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