Como profesional en orientación familiar, decidí concluir mi formación en orientación educativa en este proceso. Trabajar con jóvenes en situaciones difíciles me ha enseñado que su verdadera fortaleza reside en su mundo emocional.
Ellos enfrentan desafíos enormes: uso de drogas, abandono familiar y entornos disfuncionales. Pero en el centro juvenil donde están, reciben apoyo y formación profesional y emocional. Esto les da la oportunidad de construir su proyecto de vida y encontrar esperanza.
La inteligencia emocional es clave para su proceso. Daniel Goleman dice que es “la capacidad de reconocer, entender y gestionar nuestras propias emociones, y también influir en las de los demás.”
Para estos jóvenes, aprender a gestionar sus emociones puede marcar la diferencia entre el caos y la paz interior. Como señala Goleman, “las habilidades emocionales, como la empatía, la automotivación y la regulación emocional, son tan importantes como las habilidades cognitivas en el éxito personal y social.”
El trabajo con el niño interior también es fundamental. Esa parte de nosotros que guarda heridas y sueños infantiles.
Reconectarse con esa parte ayuda a sanar heridas viejas y a fortalecer nuestro sentido de identidad. Carl Gustav Jung afirmó que “quien mira hacia afuera sueña, quien mira hacia adentro despierta.” Explorar y aceptar nuestro niño interior abre la puerta a la sanación y a la transformación. Es una oportunidad para que los jóvenes puedan liberarse del peso del pasado y empezar a vivir en plenitud.
Diversos estudios en salud mental subrayan la importancia de trabajar con el niño interior. Robert Bolton, en El niño interior herido, dice que “el niño interior herido requiere atención compasiva y reconocimiento para comenzar a sanar.” La atención amorosa, la escucha activa y el acompañamiento emocional facilitan ese proceso. Cuando los jóvenes logran sanar, empiezan a vivir en el presente con mayor autenticidad y paz interior. La sanación del niño interior permite que puedan sentirse completos y aceptados, incluso en medio de su realidad difícil.
El legado de Monseñor Luis Amigó es ejemplo vivo. Fundador de la Orden de los Frailes Terciarios Capuchinos, dedicó su vida a cuidar y formar jóvenes en riesgo.
Él creía que “la verdadera educación consiste en formar corazones, en sembrar valores, en despertar la fe en el niño y en el joven.”
No solo enseñaba conocimientos, sino que sembraba esperanza, amor y fe en cada uno. La confianza que se genera en ese acompañamiento es la base para que los jóvenes puedan sanar heridas profundas y construir un proyecto de vida lleno de sentido y dignidad.
Su obra nos enseña que la atención emocional, la cercanía y la empatía son esenciales. La confianza que surge en ese acompañamiento es la base para la sanación y el crecimiento. La educación en valores y en amor puede transformar vidas y abrirles nuevas puertas. La obra de Amigó nos inspira a seguir atendiendo a los jóvenes con dedicación, amor y paciencia. La verdadera transformación empieza en el corazón y en la mente.
Grandes expertos en salud mental también nos ofrecen ideas valiosas. Carl Jung nos recuerda que “quien mira hacia afuera sueña, quien mira hacia adentro despierta.” La introspección y la aceptación de heridas pasadas son caminos hacia una sanación emocional profunda. Jung nos invita a integrar esas heridas para lograr equilibrio y paz interior. Solo así podemos avanzar en nuestro proceso de crecimiento personal.
Daniel Goleman insiste en que “la inteligencia emocional puede aprenderse y mejorarse con la práctica.” Nadie está condenado por su historia o dificultades actuales. La neuroplasticidad cerebral demuestra que podemos reprogramar nuestras emociones a lo largo de la vida. La práctica consciente de atención plena, empatía y regulación emocional puede transformar vidas por completo. Es un proceso que requiere compromiso y paciencia, pero los resultados son sorprendentes.
El neurocientífico Daniel Siegel señala que “el cerebro social y emocional necesita ser entrenado y nutrido.” La neuroplasticidad permite reconfigurar circuitos cerebrales dañados por experiencias adversas. Técnicas como la respiración consciente, la atención plena y las prácticas de autoregulación son herramientas poderosas para sanar heridas profundas. La ciencia confirma que, si se trabaja con constancia, el cerebro puede cambiar y sanar.
John Bradshaw fue un pionero en la terapia del niño interior. Él decía que “el niño interior necesita ser amado, aceptado y reconocido para vivir plenamente en el presente.” La sanación requiere que los jóvenes puedan reconocer sus heridas, perdonarse y aceptar su historia. Solo así podrán vivir con autenticidad y paz interior. Es un proceso que requiere mucha paciencia, pero que vale la pena.
Susan Anderson destaca que “sanar al niño interior es un acto de amor propio que nos permite liberarnos del pasado.” La recuperación de esa parte vulnerable es un proceso liberador. Requiere paciencia, autocompasión y compromiso. Anderson nos recuerda que amarse y aceptarse es la base para una vida emocional saludable y plena.
El trabajo en inteligencia emocional y en la sanación del niño interior tiene un impacto profundo en el bienestar psicológico. Estudios recientes muestran que quienes desarrollan estas habilidades experimentan menores niveles de ansiedad y depresión.
La capacidad de gestionar heridas emocionales fortalece la autoestima y genera esperanza en el futuro. La autocomprensión y el amor propio son los pilares de una vida emocional equilibrada.
Antonio Damasio afirma que “las emociones son la base de toda toma de decisiones y de nuestra calidad de vida.” Trabajar en la inteligencia emocional no solo ayuda a manejar crisis, sino que también construye una vida llena de sentido y autenticidad. La integración emocional y la sanación del niño interior abren caminos hacia una existencia más consciente, plena y feliz.
Trabajar la inteligencia emocional y el niño interior en jóvenes vulnerables requiere sensibilidad, compromiso y profundo conocimiento del ser humano.
Como profesionales, estamos llamados a crear espacios seguros donde puedan explorar, sanar y crecer. La obra y el legado de Monseñor Luis Amigó nos inspiran a seguir entregando amor, paciencia y dedicación. La verdadera educación y sanación comienzan en el corazón y en la mente, en la capacidad de amarse y comprenderse a uno mismo y a los demás.
Al abrirse a sus emociones y a su niño interior, los jóvenes pueden transformar su historia. La sanación emocional, el amor y la atención constante los llevan a la libertad y a una vida llena de esperanza.
Como dijo Albert Einstein, “la mente que se abre a una nueva idea jamás volverá a su tamaño original.” La apertura a la vida emocional y al amor propio permite descubrir un mundo lleno de posibilidades y esperanza. Cada joven puede renacer y construir su destino desde la sanación y el amor.
El proceso requiere paciencia y dedicación, pero vale la pena. La sanación del niño interior y el desarrollo de la inteligencia emocional ofrecen la oportunidad de vivir con mayor autenticidad, paz y plenitud.
Solo así los jóvenes podrán superar las heridas del pasado y abrirse a un futuro lleno de esperanza y nuevos sueños. La verdadera transformación comienza en el corazón y se refleja en cada aspecto de la vida.
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