La educación en su verdadera dimensión debe ser un acto de liberación, un proceso que nos permita cuestionar, entender y transformar la realidad. Baltasar Gracián, en su obra “El héroe”, nos recuerda que la sabiduría también consiste en la prudencia y la capacidad de adaptarse a los cambios, cualidades esenciales en un sistema educativo que aspire a la innovación y la inclusión.
Santa Teresa de Ávila, con su visión espiritual, nos enseña que la transformación interior es fundamental para el cambio social.
La educación debe ser un camino de autoconocimiento y de desarrollo integral. José Ortega y Gasset, en su “Meditación de la técnica”, señala que “el hombre no es nada más que lo que la educación hace de él”, subrayando la responsabilidad que tenemos como sociedad al formar a las futuras generaciones.
Desde América Latina, pensadores como Andrés Bello han destacado la importancia de la educación como instrumento de progreso y justicia. Bello defendió que el conocimiento debe ser accesible a todos, y que solo así la nación puede avanzar. Leopoldo Zea, con su visión de la filosofía como un acto de liberación, enfatiza que nuestras instituciones educativas deben promover la identidad, la autonomía y la creatividad de nuestros pueblos.
Lucas Alamán y José Martí aportan también ideas valiosas sobre la responsabilidad del Estado en garantizar una educación de calidad y equitativa. Martí afirmó que “la educación es la base de toda libertad”, una idea que refuerza la necesidad de que Costa Rica vea en la educación una prioridad política y social.
Carlos Vaz Ferreira, por su parte, nos recuerda que “la educación debe ser un acto de amor y de respeto por la humanidad”, un principio que debe guiar toda política educativa.
Para lograr una transformación profunda, debemos promover una participación activa de todos los sectores. La política debe entender que la educación es una inversión a largo plazo, no un gasto.
Los académicos deben liderar procesos de innovación pedagógica y curricular, integrando conocimientos y valores que preparen a los estudiantes para los desafíos del siglo XXI.
Es imperativo que la sociedad civil se involucre en el debate y en la toma de decisiones, exigiendo transparencia y compromiso. Los estudiantes y sus familias tienen también un papel fundamental, participando en la construcción de una educación que refleje sus necesidades y aspiraciones.
En la práctica, esto requiere políticas públicas que prioricen la formación docente, la infraestructura adecuada, la inclusión y la equidad.
La innovación pedagógica, la incorporación de tecnología y la vinculación con el mundo laboral son aspectos esenciales. Pero, sobre todo, necesitamos una visión compartida que vea en la educación no solo un medio para el desarrollo económico, sino un camino para la construcción de una ciudadanía crítica, solidaria y comprometida con el bien común.
No podemos dejar pasar más tiempo sin actuar. La historia nos muestra que las grandes transformaciones requieren de voluntad y de un diálogo profundo con las ideas y los valores que han dado forma a los grandes pensadores.
Como país, debemos aprender de sus enseñanzas y aplicar sus principios en nuestro contexto, adaptándolos a nuestra realidad y desafíos.
La educación en Costa Rica tiene el potencial de convertirse en un ejemplo en la región y más allá, si logramos un acuerdo nacional que ponga en el centro a las personas y sus derechos.
Solo así podremos construir un país más justo, más próspero y más humano. La tarea que nos queda por delante es grande, pero con la guía de estos pensadores y la participación activa de toda nuestra sociedad, puede convertirse en una realidad posible.