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Miércoles, 21 Mayo 2025

Renacer entre sombras

By Willy Chaves Cortés, OFS Orientador Familiar, UJPll / Máster en Comunicación Política, UCR Abril 21, 2025

Este es un relato imaginario que explora el viaje de autodescubrimiento y sanación de un autor.

Era un día lluvioso del mes de mayo cuando desperté, como siempre, a las 3:30 a.m. El sonido de la lluvia me acompañó mientras me dirigía a la cocina a prepararme un café.

Encendí la computadora y, para mi sorpresa, encontré un correo del Padre Ernesto Cardenal. Su mensaje iluminó mi mañana: había logrado financiamiento para mi libro, que incluía mi estadía por dos años en España. Además, había conseguido que me cedieran en préstamo un piso en el barrio de Lavapiés, en Madrid.

La beca no solo cubría mi estancia, sino también la de mi hijo y una persona más. Compartí esta emocionante noticia con mi hermano Edelito, quien no dudó en aconsejarme: “No dejes pasar esa oportunidad. Pídele a Paul que te acompañe”.

Ese mismo día, llamé a Paul y lo invité a casa para almorzar. Le conté todo y su felicidad fue contagiosa. A sus 84 años, con la energía que lo caracteriza, me dijo: “Me voy con ustedes a España”.

Esta decisión nos hacía mucho bien a mi hijo y a mí; la compañía de Paul era un regalo invaluable. Él estaba pletórico de felicidad por volver a vivir en esa España de su pasado. Así, con entusiasmo y esperanza, comenzamos a planear nuestra aventura.

Llegamos a España en julio. El apartamento era cómodo, antiguo pero hermoso, y bastante espacioso. Me enteré de que pertenecía a los monjes jerónimos, amigos cercanos del Padre Cardenal.

Quería conocerlos, así que decidí visitarlos. En el monasterio, encontré a muy pocos y ancianos monjes. Se alegraron de verme y me invitaron al claustro, algo poco habitual.

Desde ese día, no dejé de asistir a misa con los jerónimos. Había algo extraño, algo muy íntimo, que me decía que ese era mi espacio. El monje superior, amable y sabio, me pidió ayuda para atender la biblioteca. Era una joya, un lugar donde había de todo lo inimaginable. Cada día, al entrar en el monasterio, sentía la necesidad de enclaustrarme allí.

Sin embargo, como padre, aunque soltero, tenía la responsabilidad de cuidar a mi hijo. Al llegar a casa, le contaba a Paul lo bien que me sentía en el monasterio. Aprovechaba el tiempo para escribir, reflexionando sobre mi infancia, que había sido traumática, triste y dolorosa. Pero en medio de ese dolor, quería narrar cómo mi fe en Dios fue mi refugio.

Cada día, la idea del título de mi libro tomaba más fuerza: "Renacer Entre Sombras". Deseaba contar mi historia, compartir cómo la luz puede surgir incluso de las experiencias más oscuras.

La vida en el monasterio me brindó la paz que necesitaba. Los monjes jerónimos, con su dedicación y espiritualidad, me inspiraron profundamente. Cada misa, cada conversación, me acercaba más a la esencia de mi fe. Encontré en ellos no solo compañeros de oración, sino guías en mi camino de sanación.

A través de la escritura, empecé a dar forma a mis recuerdos. Las páginas se llenaban de relatos, de reflexiones sobre el sufrimiento y la redención. La biblioteca del monasterio se convirtió en mi refugio, un lugar donde la soledad se transformaba en compañía de libros y palabras.

Los monjes, con su sabiduría y serenidad, me enseñaron que el sufrimiento es parte de la vida, pero también lo es la esperanza. Aprendí de ellos que, aunque la noche sea larga, siempre hay un nuevo amanecer. Con cada palabra que escribía, sentía que el sol volvía a salir en mi vida.

Así, en ese entorno sagrado, fui encontrando mi voz. Mi historia se entrelazaba con la de los monjes jerónimos, quienes dedicaban sus vidas a la oración y el servicio. Su ejemplo me motivó a seguir adelante, a no rendirme jamás.

En este viaje, no solo estaba escribiendo un libro. Estaba reconstruyendo mi vida, sanando heridas profundas, y descubriendo que después de cada noche, efectivamente, nace un sol. La luz de la esperanza y la fe me guiaba en cada paso.

A medida que avanzaba en mi escritura, el título de mi libro resonaba aún más. "Renacer Entre Sombras" no solo era una frase; era una promesa. Una promesa de que, sin importar cuán oscura sea la noche, siempre habrá un nuevo día esperando.

La experiencia en el monasterio y mi relación con los monjes jerónimos se convirtieron en el corazón de mi relato.

Ellos me recordaron que la vida es un viaje, lleno de altos y bajos, pero siempre con la posibilidad de renacer. Con cada misa, cada conversación, cada momento de reflexión, encontraba más razones para seguir adelante.

Así, mi libro tomó forma, no solo como una narración de mis vivencias, sino como un testimonio de fe, resiliencia y esperanza. Me di cuenta de que, aunque el camino es difícil, la luz siempre encuentra la manera de brillar. Y así, cada noche oscura se transformaba en un nuevo amanecer, un nuevo sol que iluminaba mi vida.

En conclusión, mi tiempo en España, rodeado de la espiritualidad de los monjes jerónimos, me enseñó que cada historia de dolor puede dar lugar a una historia de esperanza. Con cada palabra escrita, reafirmaba mi creencia de que después de cada noche, siempre nace un sol.

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