La Galilea es la vida cotidiana, en los lugares donde cada uno de nosotros vive y se desenvuelve y donde podemos encontrar a Cristo en los hermanos para acompañarlos en sus situaciones. Recordemos que los pobres no son solo los “sin techo” o los que viven en zonas marginales, lo más pobres son lo que no creen en Dios y hay mucha pobreza espiritual en nuestro mundo.
Finalmente, el Papa nos dijo que volver a Galilea significaba también, encontrar que Jesús nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida. “El ha establecido su presencia en el corazón del mundo y nos invita también a nosotros a sobre pasar las barreras, a superar los prejuicios, a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día para redescubrir la gracia de la cotidianidad. Reconozcámoslo presente en nuestras Galileas, en la vida de todos los días”, dijo.
Y Francisco pronunció al final unas palabras tan poéticas y tiernísimas que cada uno puede llevar a su corazón: “Si en esta noche tu corazón atraviesa una hora oscura, un día que aun no ha amanecido, una luz sepultada, un sueño destrozado, ve abre tu corazón con asombro al anuncio de la Pascua. ¡No tengas miedo, resucitó! Te espera en Galilea. Tus expectativas no quedarán sin cumplirse, tus lágrimas serán enjugadas, tus temores serán vencidos por la esperanza. Porque, sabes, el Señor te precede siempre, camina siempre delante de ti. Y, con Él, siempre la vida comienza de nuevo”.
Cuántos de nosotros nos identificamos con esas palabras: hora oscura, luz sepultada, sueño destrozado. Cuántos se sienten manipulados, traicionados, cansados y decepcionados. Pero no importa la dificultad que estemos enfrentando, Dios es capaz de llenar nuestras expectativas, de enjugar nuestras lágrimas y detener nuestro llanto. Él puede cambiar nuestro temor en amor y esperanza. Debemos creer en esto, Dios nos precede, va delante de nosotros y junto a El comenzaremos de nuevo.
Es un llamado a levantarnos de nuevo tomados de la mano del Señor e iniciar un nuevo camino, con la mirada puesta solo en Él. El corazón podrá perdonar para ser libre, para poder amar sin ataduras al hermano. Perdonar no es un acto masoquista, no significa seguir al lado del agresor, solo significa liberar el corazón para seguir de la mano de Jesús resucitado en un sendero nuevo, haciendo el bien a los demás con gozo y esperanza.