Según el Papa Francisco estamos en la “hora de la verdad” y ante tantas fracturas a la fraternidad dentro de la vida consagrada el Papa nos invita a soñar de nuevo. Nos llama a “ser constructores de una fraternidad universal y custodios de la casa común”. Dentro de ese contexto la Congregación pide que se abran procesos para acompañar, transformar y generar proyectos para una promover una cultura de encuentro del diálogo entre pueblos y generaciones diversas partiendo de la propia comunidad vocacional.
Yo creo que el primer paso es abrir el diálogo dentro de la misma vida consagrada, institutos, congregaciones, grupos, pues a veces y en algunos casos las comunidades están llenas de heridas que vuelven a los consagrados enclenques para cumplir la voluntad de Dios, esa misión entregada a sus vidas a través de su llamado específico. Es necesario tener la madurez para sentarse a dialogar y poner todo sobre la mesa, lo bueno, lo malo, sin hipocresía, para luego poder ayudar a los pueblos a entrar en esta dinámica. El principio regente es que nadie da lo que no tiene. Construir sin diálogo sobre la realidad buena y mala que existe en la vida consagrada es como querer construir un edificio sobre un pantano que tarde o temprano se tragará la edificación para seguir siendo eso: un pantano.
“Soñemos como única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos (FT n 8) ¡Entonces el horizonte de este sueño confiado a nuestras manos, a nuestra pasión, a nuestra perseverancia…alabar y dar gracias a Dios por el don de nuestra vocación y misión!”. (Carta de CIVCSVA a los consagrados 2021).
Se nos invita a soñar y a dar gracias a Dios por el don de la vocación y misión, pero yo aterrizaría más esta carta invitando también a la responsabilidad que conlleva este llamado. Una responsabilidad a la coherencia, a la fraternidad y a la caridad ante todo. ¡No tengamos miedo al diálogo y a decirnos la verdad de frente, solo así podremos volver a soñar!
A veces olvidamos que cada vocación es un tesoro que debemos cuidar pues es una llamada de Dios a esa persona particular para una misión en esta vida. Es nuestro deber acompañar a toda vocación para que encuentre su lugar y plenitud en total libertad y caridad. Y recordar también que no seremos capaces de construir una fraternidad universal si no somos capaces de vivir fraternalmente en las pequeñas comunidades.
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