Este mes de noviembre celebramos la fiesta de una santa muy especial, carmelita descalza, Santa Isabel de la Trinidad, hermana espiritual de Santa Teresita del Niño Jesús y contemporáneas en la época. Ambas se van al cielo jovencitas, Teresita de 24 e Isabel de 26. Ella voló al cielo un 9 de noviembre de 1906 y compuso su más famosa oración y cúspide de su espiritualidad “Elevación la Trinidad” un 21 de noviembre de 1904.
Noviembre se vuelve siempre para mi un recordatorio de mi amiga y hermana Isabel de la Trinidad. La conocí por Santa Teresita y cuando compré sus obras completas quedé fascinada y con deseo de conocerla más. En ese tiempo era beata y no se hablaba mucho de ella.
Dios quiso que su canonización se diera en nuestro tiempo, fue apenas el 16 de octubre del 2016 por el Papa Francisco y entonces pude participar en aquel tiempo del Congreso sobre Isabel de la Trinidad realizado por la Universidad de la Mística de España y una luz se encendió dentro de mi al comprender la profundidad y belleza que Isabel puede aportar en nuestro tiempo.
Busqué todos los libros relacionados a Isabel que nombraron en el Congreso y comencé a estudiarla y a leer hasta llegar a la conclusión que el mundo actual necesita de Isabel. Nuestro mundo es ruido, egoísmo, fiesta, violencia. Isabel con su doctrina espiritual y testimonio nos aporta silencio, paz, amor, olvido de uno mismo y lo más grande, nos acerca el cielo.
Sin ningún fenómeno místico, Isabel es otra santa del Carmelo que nos abre un camino imitable a la santidad. Lo primero que Isabel de la Trinidad nos comparte es su vida inhabitada por la Trinidad y cómo ella convivió con sus tres huéspedes divinos, así nos invita a experimentar ese cielo en su alma, sintiéndonos casa de Dios por la gracia del bautismo.
Isabel es una maestra de vida interior que nos enseña la interioridad, el silencio y la escucha activa de la Palabra de Dios. Algo particular en ella es que además de descubrir que su misión sería justamente llevar las almas a su interioridad, una misión que cumple también desde el cielo, Isabel descubrió que su vocación era ser alabanza de gloria a la Trinidad como la Virgen Santísima.
Estando ya en el Carmelo, donde cumplió su sueño de ser toda de Cristo, ella leyó en San Pablo la carta a los Efesios y quedó fascinada con esa Palabra que la invitaba a volver su vida una alabanza a la Gloria de Dios. Desde entonces Isabel, se dedicó a profundizar esta Palabra, a volverla su vocación, su entrega y comunicarla a otros para invitarlos a que también pudieran ser con ella ese Laudem Gloriae. Tanta fue su identificación con este ideal que comenzó a firmar sus cartas con esas dos palabras: Laudem Gloriae, palabras que están escritas en la sepultura donde se encuentran sus principales reliquias.
Aprovecho para invitarlos a leer sobre Santa Isabel de la Trinidad. Yo ofrezco también un taller sobre su vida y espiritualidad a diferentes grupos.
Al ser Isabel una jovencita, se convierte con los santos jóvenes de hoy como Carlo Acutis, en modelo de santidad en la juventud. Regalemos este fin de año un librito de Santa Isabel a nuestra juventud. Acerquémolos a otro tipo de “influencers” que les hablen de Dios, del cielo y de otra forma de vivir esta vida a contracorriente.
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