Vi en el programa 7 días un especial sobre las prostitutas de nuestra ciudad capitalina y me llegó al corazón. Tienen toda la razón, hacemos todos muy mal en llamarles mujeres de la vida fácil, aunque sea en broma, porque sus vidas son muy difíciles y quiero pedirles perdón.
Contaban lo difícil que es sentirse objetos de abusos de todo tipo. Dijeron que a algunas les pagaban para pegarles y que sentían que no podían salir por si mismas de la prostitución porque ya sentían que habían nacido solo para eso y no podían hacer nada más. Ellas no imaginan lo que sus palabras hicieron en mi corazón y sentí vergüenza de una sociedad que ha sido incapaz de salvarlas de las calles y darles un futuro diferente.
Me dio esperanza escuchar que hay algunas organizaciones que tratan de ayudarlas y darles formación para que puedan tener un trabajo digno con el cual puedan ganar su dinero para comer. Yo les pido perdón por el daño y el dolor que les han hecho y por no preocuparme o rezar más por ellas.
Detrás de cada persona en situación difícil hay una historia que explica todo. Si siendo niñas las hubiéramos rescatado y les hubiéramos dado educación sería otra cosa. Si siendo adolescentes las hubiéramos protegido pero los círculos viciosos siguen sucediendo por generaciones y los que tuvimos otras oportunidades no nos detenemos a pensar cómo hacer para recuperar a todas estas mujeres que están en una vida tan dura y difícil, que sufren y que tienen la misma dignidad que yo de hijas de Dios.
Muchas veces me pregunto que si hubiera nacido en situación de vulnerabilidad social quizás yo también podría estar en su lugar, que si mi destino fue otro es solo por la misericordia de Dios. Recuerdo que Santa Teresita del Niño Jesús tuvo el mismo sentimiento hacia las mujeres en prostitución y ella también se ofreció por ellas. Admiraba a las conversas porque se les perdonó mucho y ella sentía que la misericordia de Dios era la misma porque a ella se le perdonó por adelantado.
Si miramos a Cristo en el Evangelio, vemos como dignificó a la mujer a tal punto que las hizo sus discípulas cuando no valían nada para la sociedad. La única condición que puso a las mujeres que perdonó era que no pecaran más, pero ellas podían levantarse con la frente en alto y caminar entre los hombres con su dignidad restaurada. Si Jesús hizo eso con aquellas mujeres es un ejemplo para que nosotros no abandonemos a las mujeres de la vida difícil.
Todos tenemos conocimientos que compartir o podemos simplemente escuchar, motivar, e impulsar. Todo cuenta cuando se trata de hacer el bien a personas que necesitan volver a creer en sí mismas, en su valor como seres humanos con dignidad, creadas por Dios a su imagen y semejanza.
Rezar por ellas está bien pero también debemos tenderles más la mano, ya sea apoyando a las organizaciones que las asisten o directamente con ellas.
La pandemia nos dejó una historia de muerte y pobreza, nos enseñó que solamente unidos podemos salir adelante, ayudándonos unos a otros. Hoy yo quiero encender una vela para que volvamos la mirada a nuestras hermanas de la vida difícil y las ayudemos a ponerse de pie, con la frente en alto y seguir el camino.
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