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Presencia viva

By Mons. José Rafael Quirós - Arzobispo de San José Mayo 12, 2021

El tiempo pascual es idóneo para fortalecer nuestra fe en el acontecimiento que le da su particular fundamento: la resurrección de Jesucristo. Este reto es mayor “en América Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia, (y) nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente (…) como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo.”[1]

Hoy, cuando por diversos motivos, algunos desprecian la fe, los discípulos de Cristo estamos llamados a anunciarlo con valentía pues Él constituye ese punto medular en nuestra historia que nos mueve a llevar adelante la trasformación de vidas y de pueblos. La fe no se queda en simples postulados, ideas o afirmaciones, en otras palabras, no es un “excursus” racional o ideológico, antes bien, todo tiene su inicio en creer en Aquel que murió y resucitó, que está vivo y actuando en medio de nosotros, Él es quien fortalece y guía nuestras vidas hacia lo eterno, nos ofrece una perspectiva hacia lo infinito y elevado, superando una visión reductiva de la vida.

Nuestra fe es presencia que se expresa concretamente: “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.”[2] Es desde Cristo que se construye la comunidad y se tiene la capacidad para profesar de manera común y convencida la misma fe y amor al Señor, compartiendo como hermanos los bienes que de Él mismo se han recibido.

Ante la difícil realidad social y económica que nos corresponde vivir, este alcance vivencial de la fe, desde un espíritu fraterno es la respuesta. A lo largo de nuestra historia, hemos podido constatar que el camino de nuestra nación, antes y después de la independencia, se ha caracterizado por el espíritu solidario, de colaboración y preocupación de unos por otros.

En una visita que realicé a las instalaciones de Coopedota, tuve la oportunidad de escuchar a quienes nos atendieron, personas jóvenes, con mucho conocimiento en su campo. Aunado esto con una visión social de proyección comunitaria,  pensando no solo en sí mismos, sino también en las futuras generaciones, me llenó de alegría saber que se trata de personas creyentes, que no solo ponen en práctica sus conocimientos en las distintas áreas en las que son especialistas, sino que les mueve el amor al prójimo, considerando que es desde la economía solidaria que se puede avanzar, fortaleciendo el espíritu con que se fundó la Cooperativa, tendiendo la mano a pequeños cafetaleros que han confiado en el proyecto.

Sentí mucha esperanza al constatar que cuando a nuestros jóvenes se les brinda la oportunidad de conocer y ofrecer sus talentos, y desde la fe, lo hacen con mucha entrega y pasión. Sin duda, nuestra Iglesia y el país necesitan de este tipo de personas que con suficiente madurez están aportando y dando respuesta a lo que algunos se cierran a reconocer, la economía debe tener rostro humano y solidario.

Celebremos la Pascua cultivando la verdadera esperanza que tiene su fundamento en el dinamismo comunitario. Es la hora de pensar en el país, en su institucionalidad, en el pueblo, en personas concretas que requieren de oportunidades. Que el Patriarca San José interceda para que siguiendo su ejemplo, estemos siempre abiertos a la voluntad de Dios, que es la que da plenitud y verdadera felicidad.

 

[1] Documento Aparecida  n.13

[2] Hech. 4, 32

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