Dios quiere que confiemos en su gracia y nos fiemos de su amor. Y aquí el apóstol nos da una gran enseñanza: “Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Lo que parece una contradicción, un peso o un estorbo en nuestra vida, Dios lo transforma en una oportunidad para crecer y conseguir la perfección.
Benedicto XVI, siguiendo las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino nos recuerda que la gracia divina no anula, sino que supone y perfecciona nuestra naturaleza humana. “Esta última, de hecho, incluso después del pecado, no está completamente corrompida, sino herida y debilitada. La Gracia, dada por Dios y comunicada a través del misterio del Verbo encarnado, es un don gratuito con el que la naturaleza es curada, potenciada y ayudada a perseguir el deseo innato en el corazón de cada hombre y de cada mujer… Todas las facultades del ser humano son purificadas, transformadas y elevadas por la Gracia divina.”[2]
De modo asombroso, en ese llamado a la perfección que algunos pensarían, repito, es sólo “aspiracional”, la Iglesia ha sabido interpretar que “todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida y a la perfección de la caridad.”[3]
Al celebrar este 1°de noviembre la Solemnidad de todos los Santos, la Iglesia nos recuerda que todos somos potencialmente santos. La santidad no es el privilegio de unos cuantos y sí, ciertamente, debemos esforzarnos pues “el camino de la perfección pasa por la cruz y no hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual,”[4] para alcanzar esa meta, los creyentes debemos seguir las huellas de Cristo, haciéndonos conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre.
Reconociendo la gracia de Dios actuante en esa multitud de hombres y mujeres que vivieron heroicamente su fe, la gran mayoría en el anonimato, pedimos a ellos, también, su intercesión para avanzar en ese camino, y entender, como nos enseña el Papa Francisco, que “las dificultades que parecen enormes son oportunidad para crecer...”[5] Dios nos quiere santos y con su presencia amorosa nos regala la capacidad para responderle con generosidad.
[1] Ramiro Casó, “Sobre lo aspiracional”, 11 diciembre 2012
[2] Benedicto XVI, Audiencia General, explicando a Santo Tomás de Aquino, 16 de junio de 2010
[3] Lumen Gentium 40
[4] Catecismo de la Iglesia, 2015
[5] Fratelli Tutti, 78