Tal y como dedicó el Papa Francisco en el prólogo del libro “Juegos de Paz”, con el subtítulo “El alma de las olimpiadas y de las Paralimpíadas”, estas justas son una oportunidad para la paz, para tender puentes, derribar barreras y fomentar relaciones pacíficas.
Desde luego, el Santo Padre piensa en el clima actual de guerra que rodea el mundo, pero también podemos imaginar la necesidad de derribar todas esas barreras mentales, sociales y culturales que, a menudo, nos condicionan frente a las personas con discapacidad.
“Mi esperanza es que el deporte olímpico y paralímpico -con sus apasionantes historias humanas de redención y fraternidad, sacrificio y lealtad, espíritu de equipo e inclusión- pueda ser un canal diplomático original para superar obstáculos aparentemente infranqueables”, insiste el Santo Padre.
Los Juegos Olímpicos y Paralímpicos son, por esta razón, también, una oportunidad para acoger historias de mujeres y hombres con diferentes experiencias humanas, culturales y religiosas.
Pensamos, por ejemplo, en el equipo paralímpico de refugiados que ha participado en Paris este año. La delegación, en representación de más de 100 millones de refugiados y de todas las personas con discapacidad proceden de Afganistán, Siria, Irán, Colombia y Camerún, y han sido acogidos en Alemania, Austria, Francia, Gran Bretaña, Grecia e Italia.
Compitieron en seis deportes paralímpicos: atletismo, halterofilia, tenis de mesa, taekwondo, triatlón y esgrima.
Como afirma Andrew Parsons, presidente del Comité paralímpico internacional, si "todos los atletas con discapacidad tienen historias de increíble resistencia, las historias de los refugiados –supervivientes de la guerra y la persecución– son algo fuera de lo común".
Es un hecho, como añade Parsons, que "muchos desplazados forzosos en el mundo viven hoy en terribles condiciones”. En efecto, estos atletas paralímpicos han perseverado y han demostrado una determinación increíble para llegar y dar así esperanza a todos los refugiados, ya que el equipo paralímpico pone de relieve el impacto transformador del deporte en la vida de las personas y las sociedades.
Se trata de los terceros Juegos Paralímpicos que se realizan, un espacio para exaltar la hermandad y el poder transformador de la voluntad humana, con el ejemplo de estos decididos e inspirados atletas que han mostrado al mundo lo que pueden conseguir si se les da la oportunidad de utilizar, desarrollar y mostrar sus habilidades y talentos, en el deporte y en otros ámbitos de la vida.
El deporte, se convierte así, en un medio crucial para la inclusión e integración de las personas con discapacidad en nuestras sociedades y en el mundo entero, reflejo vivo y actual de los más puros valores evangélicos.