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La Iglesia en diálogo

By Redacción Agosto 20, 2024

Hay conceptos e ideas que muchas veces repetimos sin saber cuál es su origen. Uno de ellos, “La Iglesia en diálogo”, relevante por su significado de apertura y encuentro, fue proclamado y ampliamente desarrollado hace 60 años por el Papa San Pablo VI en su primera encíclica Ecclesiam suam.

En efecto, el 6 de agosto de 1964, veía la luz el documento programático de su pontificado, un “mensaje fraterno y familiar” que reflexionaba sobre la relación de la Iglesia con Cristo y el diálogo con el mundo.

En primer lugar, la encíclica propone dejar cada vez más clara la importancia de la Iglesia “para la salvación de la sociedad humana, y con cuánta solicitud desea que una y otra se encuentren, se conozcan y se amen”. “La Iglesia se da cuenta de la asombrosa novedad del tiempo moderno, pero con cándida confianza se asoma a los caminos de la historia y dice a los hombres: yo tengo lo que vosotros buscáis, lo que os falta”. 

El texto de la carta, explica el Papa Montini, no tiene “un carácter solemne y propiamente doctrinal”, sino que “quiere ser un mensaje fraternal y familiar”, articulado en torno a tres pensamientos.

El primero se refiere a la necesidad de que la Iglesia “debe profundizar la conciencia de sí misma”. El segundo se refiere a corregir “los defectos” de los miembros de la Iglesia y “hacerles tender a una mayor perfección”, y cuál es “la vía para llegar con sabiduría a tan gran renovación”.  El tercer pensamiento se refiere a las “relaciones que actualmente debe la Iglesia establecer con el mundo que la rodea y en medio del cual vive y trabaja”.

Es el gran tema del diálogo entre la Iglesia y el mundo moderno, cuya “urgencia” es tal “que constituyen un verdadero peso en nuestro espíritu” en el alma del Papa, más aún, casi “una vocación”.

“Todos saben cómo la Iglesia -leemos en Ecclesiam suam- está inmersa en la humanidad, forma parte de ella, de ella proceden sus miembros, de ella extrae preciosos tesoros de cultura, y cómo sufre sus vicisitudes históricas y también contribuye a sus éxitos. Ahora bien; todos saben por igual que la humanidad en este tiempo está en vía de grandes transformaciones, alteraciones y progresos, que cambian profundamente no sólo sus formas exteriores de vida, sino también sus modos de pensar”.

“Todo esto, como las olas de un mar”, explica el Papa, advirtiendo contra el riesgo de volverse demasiado mundano, “envuelve y sacude a la Iglesia misma: los espíritus de los hombres que a ella se confían están fuertemente influidos por el clima del mundo temporal; de tal manera que un peligro como de vértigo, de aturdimiento, de aberración, puede sacudir su misma solidez e inducir a muchos a ir tras los más extraños pensamientos, imaginando como si la Iglesia debiera renegar de sí misma y abrazar novísimas e impensadas formas de vida”. “El primer fruto de la conciencia profundizada de la Iglesia -añadió Pablo VI- es el renovado descubrimiento de su relación vital con Cristo”.

Ecclesiam suam aborda a profundidad la cuestión del diálogo con el mundo: “Si la Iglesia logra cada vez más clara conciencia de sí, y si trata de conformarse según el modelo que Cristo le propone, viene a diferenciarse profundamente del ambiente humano en el cual vive y al cual se aproxima”.

“Esta diferencia, explica Pablo VI, no es separación. Mejor, no es indiferencia, no es temor, no es desprecio. Cuando la Iglesia se distingue de la humanidad no se opone a ella, antes bien se une”, no hace “de la misericordia que la divina bondad le ha concedido un privilegio exclusivo, no hace de la propia fortuna un motivo para desinteresarse de quien no la ha conseguido”, sino que “convierte su salvación en argumento de interés y de amor por todo el que esté junto a ella o a quien ella pueda acercarse con su esfuerzo comunicativo universal”. Montini entiende el diálogo como “necesidad de efusión” y “deber de la evangelización”: “Es el mandato misionero. Es el ministerio apostólico. No es suficiente una actitud fielmente conservadora… La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en el que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio”, porque “antes de convertirlo, más aún, para convertirlo, el mundo necesita que nos acerquemos a él y le hablemos”.

Pablo VI define la misión de Jesús como un “diálogo de salvación”, un diálogo que “no obligó físicamente a nadie a acogerlo; fue un formidable requerimiento de amor, el cual, si bien constituía una tremenda responsabilidad en aquellos a quienes se dirigió, les dejó, sin embargo, libres para acogerlo o rechazarlo”.

Como vemos, con toda su riqueza de contenido, a 60 años de su publicación, Ecclesiam suam no podría ser más actual y necesaria. Su relectura y aplicación vendría muy bien frente a los retos siempre actuales de la Iglesia en medio de una sociedad reticente a la escucha y al encuentro, pero proclive al conflicto y a la guerra más que a la paz.

San Pablo V, ruega por nosotros. Amén.

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