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Editorial: Jóvenes, el hoy de la Iglesia

By Redacción Septiembre 30, 2022

Se acostumbra escuchar que los jóvenes son el futuro de la Iglesia. La frase, aunque suena bien, tiene el problema de que despoja a los muchachos y muchachas de su protagonismo actual en la misión evangelizadora. Preferimos decir y pensar que los jóvenes son el hoy de la Iglesia, su rostro más radiante y lleno de energía para renovar el mundo con la buena noticia de la salvación.

Por eso hemos decidido dedicar una edición impresa a los jóvenes, y lo hacemos con la mirada puesta en un momento clave para la juventud católica mundial: la Jornada Mundial que se realizará dentro de un año en Lisboa, Portugal.

¿Que falta mucho?, pues no tanto, en realidad quien desee vivir esta experiencia no puede decidirlo unos días antes, por eso es necesario que desde ahora los grupos se preparen y tracen el camino que los llevará a esta fiesta de fe junto al Santo Padre.

Dicho encuentro, además, tiene la particularidad de que fue trasladado por la pandemia, por lo que representa un poder regresar tras agotadores años de crisis que no acaban, porque como bien señaló el Papa Francisco en su video mensaje a los jóvenes que se preparan para asistir, tras la crisis sanitaria ha sobrevenido otra económica, y encima de ésta la sombra de la guerra sigue dejando muerte y destrucción a su paso.

Se trata pues, de un momento de necesaria reconstrucción no solo material, sino también espiritual y moral del mundo, una tarea en la cual los jóvenes católicos están llamados a tener un rol fundamental.

Parece increíble leer el profetismo con el que los padres del Concilio Vaticano II se expresaron hacia los jóvenes hace ya más de medio siglo.

En su mensaje final, dedicaban varios párrafos a los muchachos y muchachas de la época -y de todas las épocas-, quienes son quienes recibirán “la antorcha de manos de vuestros mayores y a vivir en el mundo en el momento de las más gigantescas transformaciones de su historia”.

Sois vosotros -apuntaban los padres conciliares- “los que, recogiendo lo mejor del ejemplo y de las enseñanzas de vuestros padres y de vuestros maestros vais a formar la sociedad de mañana; os salvaréis o pereceréis con ella”.

Tal es la responsabilidad puesta sobre los jóvenes de ayer y de hoy. No se trata entonces solo de ofrecerles palabras bonitas, emociones pasajeras o eventos aislados, hablamos de un compromiso práctico y cotidiano, altamente demandante para el cual la Iglesia debe de dar a los jóvenes caminos de formación y crecimiento espiritual, pero sobre todo, ejemplos de que la santidad es necesaria y posible en medio del mundo moderno.

Desde luego, hace falta una lectura muy cuidadosa del mundo post pandemia, y los efectos que esta experiencia tan dura ha tenido especialmente sobre los jóvenes, en su salud emocional, lazos afectivos, capacidades de relación social y desde luego, en su vida de fe.

Sin querer sacar conclusiones apresuradas, del diálogo con maestros, psicólogos y orientadores, advertimos consecuencias devastadoras de la pandemia entre los jóvenes, que apenas están aflorando y que se manifiestan en graves problemas de conducta y una confusión de valores que les nubla el discernimiento del camino correcto para sus vidas.

La Iglesia no puede estar ajena de esta realidad, es más, debe tomar cartas en el asunto de forma inmediata, abriendo espacios para que nuestros jóvenes no se pierdan en medio de la marea de falsas propuestas de felicidad en la que existen.

No es explicable por ejemplo que una parroquia hoy no tenga una vigorosa Pastoral Juvenil, que utilice los canales tecnológicos como las redes sociales para evangelizar y atraer a los jóvenes en sus mismas coordenadas lingüísticas y simbólicas.

Los jóvenes son los que tienen la fuerza y la creatividad para reinventar la vida de una parroquia, solo necesitan confianza, espacio, acompañamiento y orientación para que experimenten en primer lugar, el encuentro con Jesucristo que les dará sentido pleno y auténtico a sus vidas.

De esta forma, como apuntaban los padres conciliares, las nuevas generaciones encontrarán tal fuerza y tal gozo que no estarán tentadas de ceder a la seducción de las filosofías del egoísmo o del placer, o a las de la desesperanza y de la nada, “y que frente al ateísmo, fenómeno de cansancio y de vejez, sabréis afirmar vuestra fe en la vida y en lo que da sentido a la vida: la certeza de la existencia de un Dios justo y bueno”.

¿Queremos una Iglesia renovada, creativa y en diálogo con el mundo? Abramos las puertas y el corazón a los jóvenes, seamos con ellos generosos, puros, respetuosos y sinceros, luchemos a su lado contra todo egoísmo y caminemos juntos con confianza y amor por la edificación de un mundo mejor.

El Señor Jesucristo, el Eternamente Joven, nos anime y acompañe en esta misión. Amén.

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