Antes, cuando nuestros abuelos pedían estar alertas decían “¡ojo al Cristo!”. Esta expresión viene bien ahora que ha comenzado la campaña electoral que nos llevará a los comicios de febrero próximo, y casi seguramente, a una segunda ronda electoral.
Con una históricamente amplia cantidad de candidatos y candidatas a la Presidencia de la República, nadie podría decir que no hay por quien votar.
La atomización de partidos podría tener ventajas y desventajas, pero es una muestra de la sociedad costarricense actual, profundamente fracturada, cruzada por intereses particulares, sin liderazgos claros ni agendas de consenso.
En esta maraña de propuestas y bombardeo publicitario cuesta discernir la diferencia entre candidatos, no es sencillo llevar el pulso de los programas de gobierno, ni de sus visiones de país, por eso se demanda un doble esfuerzo por parte de los ciudadanos a la hora de elegir.
En cuanto tengamos oportunidad, preguntemos a todos los que postulan sus nombres para puestos de elección popular: ¿Para qué quiere ser presidente o diputado?, ¿qué lo motiva a estar en la lucha política?, ¿quién paga su campaña?, ¿qué intereses representa y qué compromisos está asumiendo con ellos?
La respuesta nos dará una idea de cuáles son sus agendas y prioridades, su nivel de preparación, experiencia y compromiso con el bien común.
Desde luego que el desencanto político es un rasgo de nuestro tiempo, motivado por las enormes deudas que la clase gobernante tiene con el pueblo, sin embargo, es precisamente a través del voto que las cosas pueden cambiar.
Nuestra democracia necesita fortalecerse casualmente para corregir sus mismas debilidades y problemas, comenzando por el abstencionismo que se perfila tan pronunciado para estas elecciones.
Y no es con discursos o lemas que el problema se puede corregir, nos preguntamos cómo por ejemplo el Tribunal Supremo de Elecciones y los partidos políticos -que viven de estos procesos-, establecen alianzas para generar procesos educativos que creen y fortalezcan la conciencia cívica desde la primera edad.
¡Ojo al Cristo! también con los candidatos que hoy dicen una cosa y mañana hacen otra, con los que mienten con facilidad o acomodan sus respuestas dependiendo de quienes se las hagan.
Como lo manifestaron los obispos del país en su Mensaje para las Elecciones Nacionales (27 de setiembre), “aspiramos con esperanza a que fruto de un nuevo proceso electoral, surjan personas con propuestas concretas y viables que orienten al país en el periodo 2022-2026, con capacidad de reconstruir y consolidar las bases, en búsqueda del bien común y el desarrollo integral de las personas”.
Con nuestros pastores invitamos a los ciudadanos a participar del próximo proceso cívico-electoral, a escoger, de manera consciente y responsable, en todos los niveles de elección popular, a los líderes más capaces de impulsar la recuperación integral del país, en su ámbito social, de salud, económico y hasta anímico; y a hacerlo de manera reposada y luego de un profundo análisis y reflexión, sin caer en la trampa de polarizaciones prefabricadas, ficticias o, muchas veces, de índole meramente ideológico.
Ya comienzan a otearse en el horizonte las propuestas de temas para dividir a la sociedad costarricense. No caigamos en esa trampa ni les hagamos el juego compartiendo o comentando asuntos que claramente están puestos para distraer por medio de la polémica.
Que este proceso electoral sea una auténtica expresión de responsabilidad, democracia y civismo, en el que impere el respeto y el orden, a través del cual busquemos entre todos los más altos ideales para el fortalecimiento de nuestra nación.
Ponemos en manos de Dios este proceso electoral por el bien presente y futuro de nuestro país, por el fortalecimiento de la democracia y la consolidación de la paz.
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