En efecto, a nadie se le oculta la devoción que nuestro pueblo profesa a María, la Madre de Jesús y nuestra, y más en concreto al rezo del Santo Rosario que, en tiempos de pandemia y habiéndose de quedar en casa, se puede rezar más aún.
Pues, bien, el “Más hijos que pecadores” de mi libro sobre la autoestima, me lo sugirió la noticia de que en un lugar del planeta algún grupo mariano estaba introduciendo un pequeño cambio en la segunda parte del Avemaría. En vez de “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”, es decir “ruega por nosotros tus hijos ahora y en la hora de nuestra muerte y resurrección”.
El Padre Carlos G. Vallés lo justifica así: “Pero el repetir a continuación de la primera parte del Avemaría cincuenta veces “nosotros pecadores” no es ni psicológicamente sano ni teológicamente acertado. Ni encaja con la primera parte de la oración. La tristeza penitencial de pecadores atribulados por su indignidad y aterrorizados ante la muerte no va con las alegrías del arcángel y las felicitaciones de Isabel. No armonizan las voces”.
Cierto que en la práctica no se le presta tanta atención y no afecta a la mayoría, “pero, concluye nuestro autor, el subconsciente almacena siempre todo lo que pasa por nuestra mente, y la palabra repetida se entierra y se apelmaza y se encona en el fondo del alma. El tumor hace daño. Alguien nos está llamando pecadores desde adentro y nos lo seguirá llamando siempre. No podemos mirar al cielo”.
En todo caso, hay un claro y brusco contraste en las dos partes del Avemaría: la primera es puro Evangelio, la segunda, por el contrario, es hechura humana, siglo XIV, desazón y pesimismo. Como para tenerlo en cuenta al rezarla, en especial en estos tiempos de pandemia en que necesitamos más y más “mirar al cielo” al dirigirnos a la Madre que nos escuche, proteja y alegre, nos vea más como hijos que pecadores y nos recuerde que morimos para resucitar, que es muerte y resurrección.