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San Marón: sublime humildad

By P. Charbel EL ALAM / Orden Libanesa Maronita Diciembre 18, 2020

Pocos conocen la historia del pueblo maronita y su impacto en el ámbito de la fe en occidente, es por tanto importante difundirla en aras de lograr una unión íntima entre ambas.

La Iglesia Maronita nace a inicios del siglo V en Siria y se desarrolla en torno a la figura de San Marón, cuyos discípulos formaron el primer núcleo de la comunidad. En el siglo VII, los maronitas emigraron como consecuencia de las persecuciones árabes y se establecieron en Líbano, por ser un territorio sagrado cercano a los lugares donde Jesús cumplió su misión en la tierra expandiendo la Buena Nueva. Según la tradición maronita el primer patriarca elegido por los monjes fue S. Juan Marón y así se convierte entonces en padre y cabeza de la Iglesia de Antioquía de los Maronitas, hijo espiritual de San Marón, piedra miliar de nuestra iglesia, cuya fiesta conmemoramos el 9 de febrero.

 

Bajo la bóveda del cielo

 

San Marón mostraba a plenitud la vida de un hombre en santidad: pasaba los días y las noches "bajo la bóveda del cielo" en vela y oración. Si el frío se tornaba intenso y caía la nieve, se refugiaba en una pequeña choza hecha de piel de cabra en medio del desolado paraje.  Allí en aquellas montañas escarpadas, se fundía en el abrazo paterno con nuestro Señor a través de innumerables prácticas ascéticas espirituales como el ayuno, la oración y largas jornadas de contemplación y adoración; y mortificaciones corporales trabajando la tierra hasta agotar su cuerpo, macerarlo con rudas vestimentas y privarse de dormir durante noches enteras.  

 

Marón el taumaturgo

 

Ya consagrado, purificado y justo, se dedicaba entonces a predicar a los visitantes, a aconsejar a los necesitados y consolar a los tristes ó afligidos con enorme misericordia y amor fraterno. "Como Dios es rico y espléndido con sus santos, lo dotó del don de curación y su fama traspasó los horizontes. La gente llegaba a él de todas partes. Y todas comprobaban que no en vano se hablaba de él como hombre virtuoso y de taumatúrgicos poderes. Los enfermos se curaban por el efecto de un remedio único: la oración del santo, mientras los médicos trataban medicinas para cada enfermedad. Es que la oración de los escogidos es el medicamento que aleja todos los males", palabras dichas por Teodoreto, única fuente biográfica de la que nos podemos abastecer para conocer de nuestro santo.

Sin embargo, San Marón no se contentaba con curar solo las enfermedades del cuerpo, sino que purificaba también el alma. A unos curaba de su avaricia, a otros del odio. A algunos les enseñaba sobre la salvación, a otros las leyes de la justicia. Imaginemos esta multitud concentrada alrededor de la ermita del Santo esperando que les concediera una bendición, una mirada o una palabra que mitigara sus miserias corporales y espirituales. Retornaría esa muchedumbre con el corazón reconfortado, consolidada la fe y firme la esperanza en este valle de lágrimas.

 

Los hijos espirituales

 

"El Santo sembró numerosas plantas encaminándolas hacia la celestial sabiduría: cultivó un jardín para Dios, y este vergel floreció en toda la región de Ciro".

Es de suponer la cantidad de discípulos, hombres y mujeres, quienes querían seguir sus pasos, unirse a él y convertir en ermitas todas las cavernas, grutas y colinas que los  rodeaban para guardase de los males del mundo. Marón el ermitaño huía de los hombres, y los hombres le seguían. Todos esperaban su visita, escuchaban con fervor sus predicaciones alentadoras, y pedían sus consejos y dirección. Él asiló en la cumbre de una montaña solitaria para alejarse de la fama, pero sus obras le rindieron celebridad y el perfume de su santidad impregnó hasta la gran capital del país, Antioquía, y de allí se dispersó hasta los confines del Imperio.  Caben destacar las hazañas de sus hijos; profundamente místicos, los cuales, para preservar y defender la pureza de su fe se refugiaron en la montaña y la hicieron santuario y salvaguardia de sus tradiciones, de su rito, de su identidad.  Nuestra Iglesia, hija espiritual de san Marón, consciente y orgullosa de la importancia de su unidad con Roma, ha visto florecer numerosos santos y santas a lo largo de los siglos, todos ellos poseedores de la enseñanza de San Marón de una vida en humildad, fuera de los privilegios del mundo, confiando sólo en la oración,  el Amor de la Santísima Trinidad, y siempre de la mano del incondicional consuelo de nuestra Santa Madre.

 

Partida a la casa del Padre

 

“El bienaventurado Marón, templo del Espíritu Santo y puro, se gastó en el servicio del Señor desde la mañana hasta la tarde”. Por ello mereció el descanso en el crepúsculo de una vida en pleno apogeo hacia el año 410. Nuestra patria libanesa, ha permanecido siempre fiel a la doctrina católica y a la obediencia al Romano Pontífice, a pesar de los duros avatares de su historia, que hasta el día de hoy la flagelan.  Mucho podemos hablar de la vida ejemplar de San Marón, pero su recuerdo y enseñanza son nuestro ejemplo de humildad para afrontar la vida diaria, siempre confiando en la oración como fuente inexorable de virtudes, y con la mirada puesta en las moradas eternas.

 

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Last modified on Viernes, 18 Diciembre 2020 08:08

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