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Miércoles, 15 Octubre 2025
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Los mayores, memoria viva y esperanza firme

By Mons. Bartolomé Buigues O. Obispo de Alajuela. Julio 31, 2025

V Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores. Lema: «¡Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza!» (cf. Eclo 14,2)

Homilía – Domingo XVII del Tiempo Ordinario, Ciclo C (extracto)

En su mensaje para esta V Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores, el Papa Francisco nos recordó que «la esperanza cristiana no es optimismo vacío, sino certeza en la promesa de Dios, que nunca falla». Inspirado en el libro del Eclesiástico: «¡Feliz el que no ve desvanecerse su esperanza!» (Eclo 14,2), el Santo Padre nos invitó a mirar a los mayores como testigos luminosos de esa esperanza que persevera incluso en la enfermedad, la soledad o el sufrimiento. Ellos son “memoria agradecida del pasado y profecía viva del futuro”, capaces de transmitir a las nuevas generaciones no solo el amor a la vida, sino también la fe firme en el Dios que cumple sus promesas. En este sentido, cuidarlos, escucharlos y acompañarlos no es solo un deber social o familiar, sino un acto profundamente evangélico y eclesial.

Esta Jornada que celebramos nos impulsa a reconocer que los abuelos y personas mayores no son solo destinatarios de cuidado pastoral, sino sujetos activos en la vida eclesial, protagonistas de la evangelización, transmisores de la fe, catequistas naturales, custodios de la memoria familiar y eclesial.

Esmerémonos en fortalecer el tejido familiar y comunitario, animemos a las familias a cuidar con más ternura a sus mayores y a redescubrir su papel en la educación afectiva, moral y espiritual de hijos y nietos, favoreciendo una sociedad más solidaria y cohesionada. Fomentemos el diálogo intergeneracional, espacios en los que jóvenes y mayores puedan encontrarse, compartir historias, orar juntos y fortalecer la comunión entre generaciones.

Desarrollemos en las parroquias y comunidades una pastoral de la ternura y la cercanía para con las personas mayores: visitas, escucha, acompañamiento espiritual, sacramentos, formación continua y espacios de participación. Ante una mentalidad que tiende a marginar a quienes envejecen, la Iglesia reafirma su opción por los más frágiles. Esta jornada refuerza el compromiso de cuidar, integrar y dignificar la etapa final de la vida como parte de la misión eclesial. La vejez no es un ocaso, sino una etapa de frutos espirituales. 

Contribuyamos a despertar una conciencia social más agradecida y respetuosa hacia los mayores, valorando su historia, su trabajo, sus sacrificios y su sabiduría. Denunciemos situaciones de negligencia, soledad forzada, pobreza, y falta de acceso a servicios de salud, que sufren muchos, invitando a la acción concreta de las instituciones públicas y privadas. Tratemos de influir en la formulación de políticas sociales que protejan los derechos de los mayores, fomenten su participación activa y aseguren su dignidad hasta el final de sus vidas. 

Los abuelos no solo necesitan ayuda: también tienen mucho que dar. Cuidarlos no es una obligación pesada, sino una gracia que humaniza, evangeliza y construye puentes entre generaciones. Como dijo el Papa Francisco: “Una sociedad que no cuida de sus abuelos y no los trata bien no tiene futuro, porque pierde su memoria y sus raíces”.

Queridos abuelos y personas mayores: en esta Jornada que la Iglesia les dedica con especial cariño, queremos agradecerles de corazón por ser raíces vivas de nuestra fe, testigos de esperanza y custodios de sabiduría. Ustedes, como San Joaquín y Santa Ana, han sembrado en sus familias y comunidades la semilla del Evangelio con su testimonio, su oración constante y su amor silencioso. Aunque a veces el mundo los olvide, para nosotros son un tesoro invaluable. Que el Señor les colme de bendiciones, les dé salud y paz, y les conceda seguir iluminando con su presencia nuestras vidas y nuestra Iglesia. ¡Gracias por su entrega generosa y por enseñarnos a caminar con fe!

Con gratitud miramos a nuestros mayores, sembradores de fe, testigos de esperanza perseverante. Ellos nos recuerdan que la vida, incluso en sus etapas finales, tiene un propósito y una dignidad inmensa. Damos gracias al Señor por ellos y rezamos con ellos y por ellos, reconociendo su papel esencial en la Iglesia y en la sociedad.

Santa Ana y San Joaquín, abuelos de Jesús, transmitieron la fe a María, mujer de esperanza que no se desvanece. Pidamos su intercesión para que nuestros abuelos y mayores sean como el eslabón que une a las familias con Cristo. 

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