Podemos ahora, tras la muerte de Monseñor Hugo, profundizar en el significado que él le atribuía a su lema, vinculándolo con la interpretación de estos pasajes hecha por uno de los Padres de la Iglesia más queridos por el recordado arzobispo: San Agustín de Hipona. En su comentario al Evangelio de San Juan, específicamente en el tratado 122, dictado en Hipona probablemente el domingo 11 de julio del año 420, Agustín reflexiona sobre el sacramento de la Iglesia descrito en las dos pescas.
La primera pesca (Lc 5, 1-11)
Según Agustín, el texto de Lucas representa el estado actual de la Iglesia en el mundo, donde conviven tanto los buenos como los malos. Esta pesca simboliza la realidad presente de la Iglesia: su misión y trabajo en un mundo imperfecto. Los peces capturados sin distinción entre izquierda y derecha representan a los fieles, mezclados con quienes no necesariamente son justos. Agustín interpreta la ruptura de las redes como una imagen de los cismas y divisiones que afectan a la Iglesia en su peregrinación terrenal.
La segunda pesca (Jn 21, 1-11)
Por otro lado, el texto de Juan se refiere a la Iglesia glorificada al final de los tiempos, después de la resurrección de Cristo. Aquí, los peces son capturados solo en el lado derecho de la barca, lo que simboliza a los elegidos, los santos que participarán en la resurrección de vida. En esta pesca, la red no se rompe, lo que indica la unidad perfecta y la paz de la Iglesia gloriosa, libre de divisiones y cismas. Los ciento cincuenta y tres peces mencionados representan a los que serán salvados según el plan divino de salvación.
Significado sacramental
San Agustín ve en estos episodios no solo una narración histórica, sino un signo sacramental de la Iglesia en su doble dimensión: terrenal y gloriosa. El sacramento de la Iglesia en las dos pescas refleja dos aspectos del misterio eclesial. En el presente, la Iglesia es el instrumento de salvación en un mundo lleno de dificultades, donde debe lidiar con el pecado, el cisma y la mezcla de justos e injustos. En el futuro escatológico, la Iglesia será purificada, resucitada y unificada, compuesta solo por los elegidos en la paz eterna.
No sabemos con certeza si Monseñor Hugo se inspiró directamente en la interpretación agustiniana. Lo que sí conocemos es su amor por la Escritura y los Padres de la Iglesia, especialmente por San Agustín. Su lema parece entrelazar su labor pastoral en la Diócesis de Puntarenas, la Arquidiócesis de San José y en San Isidro de Pérez Zeledón. La Iglesia, como sacramento, debe abarcar a todos mientras ejerce su misión de pesca en este mundo. Solo la esperanza en Cristo, redentor del mundo, permite confiar en que los miembros de la Iglesia puedan ser contados entre los elegidos de la Jerusalén celestial.