Creo en el Dios que es misericordioso: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”, (Lc 5, 32). “No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (Ez 33,11). “Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan misericordia”, (Lc 15,7). “El Hijo del hombre, ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”, (Lc 19,10). “Porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo”, (Jn 4,7). “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, (Tim 2,4).
“Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él, para oírle, y los fariseos y los escribas, murmuraban: “Este acoge a los pecadores y come con ellos”, (Lc 15,1-2). “Porque vino Juan que no comía ni bebía y dicen: “está endemoniado”, vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen “ahí tenéis, un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores”, (Mt 11,18-19).
Creo en el Dios que perdona a la mujer adúltera (Jn 8,1-11), a Zaqueo el publicano (Lc 19,1-10), y a la Magdalena (Lc 7,30-50).
Creo en el Dios de la justicia: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, (Mc 5,6). “Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos”. (Mt 5,10). “Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus pisos sin derecho, de su prójimo se sirve sin derecho, y su trabajo no le paga”, (Jn 22,13). “Ay de quien gana ganancia inmoral”, (Hab 2,9). “No me des pobreza ni riqueza, déjame gustar mi bocado de pan, no sea que llegue a hartarme y reniegue y diga: “Quién es Dios”, (Prov 30,8-9). “No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente”, (Lev 19,13).
Creo en el Dios de la solidaridad: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene”, (Lc 3,11). “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libre a los oprimidos, romper todos los cepos, compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, dar de comer al hambriento, vestir al que veas desnudo, no despreocuparte del hermano”, (Is 58, 6-7).
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha, vengan benditos de mi padre, a recibir el premio preparado para ustedes, desde la creación del mundo, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y vinieron a verme”, (Mc 25, 31-36).
Creo en el Dios de la paz: “Mi paz les dejo, mi paz les doy, no la doy como la da el mundo, no se inquieten, ni se acobarden”, (Jn 14, 27). “Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”, (Mt 5,9). “El Dios de la paz, sea con todos ustedes”, (Rm 15,33).