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San José, la sombra del Padre

By P. Charbel El Alam Marzo 13, 2023

Dios en su eterna sabiduría ha dispuesto hombres y mujeres sobresalientes, poseedores de la misma naturaleza humana nuestra, pero que han alcanzado cimas admirables con heroicas virtudes, y que nos sirven de ejemplo para caminar en la senda hacia la santidad. Hoy deseo detallar ante ustedes la figura de San José, la cual encuentro en demasía relevante, actual e indispensable para estos tiempos de turbulencia personal, familiar y social. En 1870, el visionario Papa Pío IX, declaró a San José “Patrono de la Iglesia Universal”, modelo de padre y esposo: custodio de la Sagrada Familia.

A San José le profesamos un culto de veneración particular llamado protodulía, merecido honor por ser el varón justo al que el Padre celestial le encomendó la guarda y crianza del Verbo hecho carne, y celebramos su festividad el 19 de marzo de cada año. 

San José había contemplado en Belén el rostro del Hijo de Dios hecho hombre y lo cargaba en sus brazos, lo abrazaba, y disfrutó de darle sacratísimos besos que marcaron eternamente el rostro divino. El custodió de modo particularísimo a Jesús y a su Madre, cuando fue preciso huir a Egipto y de vuelta en su casa de Nazaret, Jesús pasó su vida oculta, trabajando desde su juventud junto al carpintero José. Como todo niño, Jesús aprendió de sus padres las nociones fundamentales de la vida y el estilo de conducta. Y ¿cómo no pensar, con gran admiración, en el hecho de que, desde el punto de vista humano, maduró su perfecta obediencia a la voluntad de Dios sobre todo siguiendo el ejemplo de su padre putativo. Dios Padre le llenó de sus bondades para acompañar y educar adecuadamente al Hijo. Quisiera que puedan visualizarlo en aquellas montañas de oriente, viviendo de forma sencilla, enseñándole a orar a aquel pequeño niño “que crecía en estatura, gracia y sabiduría” (cfr. Lc. 2, 52), mientras cumplía a cabalidad la misión que el Padre le había encomendado, para cooperar en todo con la realización del proyecto de salvación de Dios. El Papa Francisco en la Carta Apostólica “Patris corde” menciona la cita de Pablo VI : «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa» (Patris Corde, 1). Al respecto, pienso, ante todo, en los padres y en las madres de familia, y ruego para que aprecien siempre la belleza de una vida sencilla y laboriosa, cultivando con solicitud la relación conyugal y cumpliendo con entusiasmo la grande y difícil misión educativa.

La devoción a este gran santo de la historia cristiana es necesaria, y tenerlo presente en nuestras oraciones diarias es indiscutible. De igual manera, es de suma relevancia transformar nuestra teología especulativa a una teología experiencial con respecto a la devoción a San José. Su ejemplo es una fuerte invitación para todos nosotros a realizar con fidelidad, sencillez y modestia la tarea que la Providencia nos ha asignado; saborear su grandeza y su presencia en el caminar hacia los umbrales de las moradas eternas, hará que nuestra vida cristiana sea más mística y profunda.

Me gustaría compartir mi humilde experiencia respecto a la devoción personal que procuro a San José. En mi mesa de noche conservo permanentemente una imagen de San José, y a sus pies pongo una carta llena de intenciones. Esta práctica se fortaleció después de haber conocido a San André Bessette, un religioso canadiense creador del Oratorio de San José, quien acostumbraba poner papeles escritos debajo de la estatuilla de San José. Igualmente, leyendo el II libro de Reyes, cautivaron mi atención estos versos: “Ezequías tomó la carta de manos de los mensajeros y la leyó. Luego subió a la Casa del Señor y Ezequías la desenrolló ante el Señor. Hizo Ezequías esta plegaria ante el Señor: «Señor, Dios de Israel, que estás sobre los querubines, Tú sólo eres Dios en todos los reinos de la tierra, Tú el que has hecho los cielos y la tierra" (II Reyes 19, 14-15).

Con singular alegría comparto con ustedes una pequeña reflexión sobre esta icónica figura, querida y cercana para el corazón del pueblo de Dios y para mi corazón. Proviene del Diario de Santa Faustina: “San José me ha pedido que tenga hacia él una devoción continua. Él mismo me ha dicho que diga esta oración todos los días. Me ha mirado con gran cordialidad y me ha presentado cuánto apoya esta obra y me ha prometido una ayuda muy especial y su protección. Recito la plegaria que me ha pedido todos los días y siento su protección especial”:

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María y amable protector mío San José, que jamás se ha oído decir que ninguno haya invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio sin haber sido consolado.

Lleno, pues, de confianza en vuestro poder, ya que ejercisteis con Jesús el cargo de Padre, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos con todo fervor.

No desechéis mis súplicas, antes bien acogedlas propicio y dignaos acceder a ellas piadosamente. Amén.

Al finalizar es conveniente rezar el Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

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