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Memorare

By P. Charbel El Alam - Orden Maronita Libanesa Septiembre 30, 2022

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vuestra protección, implorando Vuestro auxilio y reclamando Vuestro socorro, haya sido desamparado por Vos.

Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las Vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos.

Oh Madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente.  Amén”.

De seguro, al menos una vez, en tus años de infancia en compañía de tu familia, escuchaste a tus abuelos o padres recitar esta encantadora plegaria. Grande es mi alegría hoy al compartir con ustedes, lectores de este ínclito periódico, una pequeña reflexión sobre esta oración, apreciada por innumerable cantidad de almas de Dios desde tiempos antiguos.

El Memorare, también conocida como Acordaos, es una invocación enteramente dedicada a la Virgen María, que ha pertenecido a la oración tradicional de la Iglesia y es atribuida a San Bernardo de Claraval, un abad francés cisterciense del S.XII, personalidad esencial de nuestra fe católica. Numerosos signos muestran cómo la Santísima Virgen ejerce a través de esta oración, aquella solicitud materna para con todos los hijos de la Iglesia, que el Redentor, poco antes de morir, le confió en la persona del discípulo predilecto: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!” (Jn 19, 26). Hemos, por tanto, hallado el modo y lugar propicios para encargar todo, como nos lo recuerda el Santo Cura de Ars: “El corazón de esta Madre buena no es más que amor y misericordia; lo único que desea es vernos felices. Basta sólo dirigirse a ella para ser escuchados”. María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la hora de Su Dolorosa Pasión, están sumidos en el dolor, y lo atestigua la intervención benéfica de la Virgen María en el curso de la historia y en la actualidad.

En un plano más personal, también para mí, monje y sacerdote mariano, el rezo del Memorare era una práctica que realizaba una vez al día. Sin embargo, esto cambió a partir de haber descubierto una joya de enseñanza en el libro “La Madre Teresa de Calcuta: un retrato personal” de Leo Maasburg. Fue cuando por vez primera, escuché hablar acerca de “la novena rápida”.

Las novenas eran muy comunes en la congregación de las Misioneras de la Caridad y la novena rápida era, por así decirlo, el arma espiritual de fuego graneado de la Madre Teresa. Era una forma sencilla de presentarle sus peticiones a través de las palabras del Memorare, y fluía desde el amor y la confianza que tenía en María. La veloz respuesta que recibía era su inspiración para recurrir a la Madre del Cielo cada vez con mayor confianza. Ella la realizaba de diez Memorares diarios -no nueve- que es lo que cabría esperar de la palabra “novena”.  El P. Brian Kolodiejchuk, postulador de la causa de canonización de la Madre Teresa, señaló en una ocasión que la Madre Teresa profesaba que: “El Memorare expresa de manera efectiva mi confianza en el poder de la intercesión de María como mediadora de todas las gracias”.

Desde ese entonces, esta ardiente oración hecha novena, ha calado profundo en mi corazón, colocándose en un puesto trascendental en mi vida religiosa y convirtiéndose en parte fundamental de mis oraciones. A esta súplica he confiado innumerables situaciones, y siempre he sido retribuido con paz y tranquilidad. María es verdaderamente espejo de bondad y santidad; Nuestra Señora es la omnipotentia supplex (omnipotencia suplicante), ayuda idónea que todo puede vislumbrar y obtener.

Ya que es Dios mismo quien suscita en nosotros el querer y el hacer (cfr. Fil 2, 13), bajo esta verdad, es particularmente significativo el objetivo de este vocablo. El verbo memorare procede del latín, y se traduce como ‘almacenar en la mente, recordar’. Siendo ejecutores de la Voluntad Divina estamos invitados a revivir en nuestro espíritu el amor a dicha plegaria mariana y con la recitación de esta hermosa oración, entrar en coloquio íntimo con María: hablarle, manifestarle nuestras ilusiones, confiarle las penas, abrirle el corazón, declararle la propia disponibilidad para aceptar los designios de Dios, prometerle fidelidad en toda circunstancia, sobre todo en las más difíciles y dolorosas; siempre seguros de su protección y convencidos de que obtendremos de su Hijo todas las gracias necesarias para nuestra salvación.

Esta oración mariana goza de un significado particular y no debe faltar en ningunos labios, por este motivo me complace unir mi voz al concierto de voces de los santos que la cantan. Rezar el Memorare nueve veces seguidas, teniendo presente una intención o necesidad particular, y no olvidar añadir uno más, como muestra de agradecimiento; tal y como lo hacía Santa Teresa de Calcuta.

Según un testimonio de San Francisco De Sales, "el tormento de la desesperación llegó a un final repentino" cuando se arrodilló en oración fervorosa declamando el Memorare ante la imagen de Nuestra Señora de la Buena Liberación en la iglesia de Saint- Étienne des-Grès, París, dando crédito a la Santísima Virgen por “salvarlo de caer en la herejía”. En tiempos convulsos, como en los que actualmente nos desenvolvemos, deseo fervientemente que la reflexión contenida en este artículo sea herramienta propicia que ayude también en la renovación de la visión y el corazón de todos los creyentes.

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