A propósito de la pandemia que Dios no quiere, pero sí permite y ha de ser para bien, pues “no hay mal que por bien no venga”, entresaqué dos breves frases del autor al comienzo citado que deseo comentar también brevemente. La primera: “Hay que aceptar el dolor para extraer de él su poder sanador y esto es lo más difícil del mundo”. Difícil ¿por qué? Porque el ser humano instintivamente tiende a rechazarlo y, por rechazarlo, sufre. De ahí que, para convertirlo en bien, en “sanador”, lo primero y necesario es entenderlo así, y de modo experimental, es decir, viviéndolo.
Segunda frase es complemento de la primera: “En cierta ocasión un sacerdote me dijo: Cuando entiendas lo que significa aceptar el dolor, lo comprenderás todo. Es el secreto de la vida”. De nuevo el “entender”, y de manera vivencial porque, como lo afirma san Francisco de Asís, “se sabe lo que se vive”.
“Es el secreto de la vida”. Y es no sólo el sacerdote del dicho quien lo afirma, sino el mismo Jesucristo, María y los santos, y los sabios de todos los tiempos. El “aceptar” equivale, en efecto, al “no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Marcos 14,16), al “hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1,38).
Claro, no sólo diciéndolo sino viviéndolo. Doctrina que expongo más ampliamente en mis libros Aprenda a vivir, Cómo ser más felices sufriendo menos, El bien de la enfermedad y El lado bueno del dolor, amén de numerosos escritos en periódicos y revistas.
