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Todos somos misioneros en salida

By Mons. José Francisco Ulloa Rojas / Obispo Emérito de Cartago Diciembre 10, 2021

El Papa Francisco se ha propuesto desde el inicio de su Pontificado un proyecto pastoral, cuyo objetivo es una renovación profunda de la Iglesia, con el fin de que responda a los desafíos de la humanidad en este cambio de época.

La Iglesia posee los fundamentos que Cristo su fundador dejó como inmutables para el cumplimiento de su misión. Sin embargo, hay elementos que son cambiables acorde con los tiempos históricos que le corresponden vivir en el cumplimiento fiel a la tarea que le encomendó su Señor.

El Papa Francisco marca su “hoja de ruta” para su pontificado, en su Exhortación Apostólica: La Alegría del Evangelio, en la que hace una invitación vehemente a una nueva etapa evangelizadora, apelando a un estilo evangelizador nuevo, para ser asumido por todos los miembros de la Iglesia y señala caminos para la marcha de la Iglesia, en los próximos años. Se trata de una Iglesia en salida, misionera, sinodal.

“El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio, en  continuidad con el Concilio Vaticano II, que realizó una renovación global de la Iglesia” nos dice el Papa Francisco.

La palabra Sínodo proviene de dos palabras del idioma griego: Sin=Juntos, Odos=Camino, significa Caminar Juntos. Esta palabra ha acompañado a la Iglesia desde el principio. Es parte de la esencia de la Iglesia, de su realidad constitutiva y está orientada a la evangelización como la misión fundamental de la Iglesia, en comunión y participación.

Por consiguiente, la sinodalidad en la Iglesia representa el camino a través del cual puede renovarse por la acción del Espíritu Santo, escuchando juntos lo que Dios tiene que decir a su pueblo.

Este camino que recorremos juntos, no sólo nos une los unos a los otros como Pueblo santo de Dios, sino también nos envía a llevar adelante nuestra misión como discípulos de Jesús. Se trata de tener oídos para escuchar como primer compromiso la voz de Dios, captar su presencia, descubrir su paso y su suplo de vida.

Podemos concluir con el numeral 8 del Documento de Aparecida: “Conocer a Jesucristo por la fe es nuestro gozo; seguirlo es una gracia, y transmitir este tesoro a los demás es un encargo que el Señor, al llamarnos y elegirnos, nos ha confiado”.

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