No son las redes las que nos han hecho malos, sino que las redes son una radiografía de la sociedad en que vivimos. Antes no teníamos estos medios, era la señora de la esquina la que compartía la información del vecindario, a veces, de forma peyorativa. Ahora tenemos más flujo de información y tenemos la capacidad de opinar sobre todo como si fuéramos expertos en cualquier tema. Las redes son la plataforma perfecta, el caldo de cultivo para expresar lo que realmente somos.
Cada tres meses Facebook publica el informe “Facebook Transparency”. Solo en el primer trimestre del 2020 se eliminaron 9.6 millones de publicaciones con contenido ofensivo. Los números subieron tras la pandemia.
¿Quién es el que odia? Según el psicólogo Iván Pico, entrevistado para el documental “Cuando la red no es social”, explica que: “...en la triada oscura de la personalidad en el heiter o los troles se encuentran tres variables: El maquiavelismo, que es la capacidad de manipular la persona hacia un objetivo: conseguir likes; la psicopatía, propia de aquellas personas carentes de remordimiento y empatía hacia la persona que sufre; y el narcisismo propio de quienes necesitan la admiración de los demás sin empatizar sobre los demás, pues solo persiguen engrandecerse ellos mismos”.
¿Qué hacer? Las redes cambian sus algoritmos para tratar de frenar un poco este discurso. La Unión Europea pidió ayuda a Facebook, Youtube y Twitter y sus ejecutivos firmaron un código de conducta para eliminar contenidos de este tipo, pero la cantidad de usuarios es tanta que no se logra controlar a todos.
Las personas siempre buscan maneras para ofender sin que sus mensajes sean bloqueados. Facebook tiene un mejor control que Twitter que se ha convertido en un campo de batalla.
Existe el odio por odio, el hater entra a desestabilizar, lo que sea, a veces por fines lucrativos, pero hay otro fenómeno que me preocupa mucho más, he visto terminar amistades de muchos años y relaciones familiares por diferencias de opinión, llevan su discusión ofensiva a la vista de todos y aquí el daño moral y la capacidad de herir al otro es más frágil.
¿Es tan difícil contenernos en la red? Cuando escribimos, el texto no tiene inflexión de voz, no podemos saber con qué tonalidad me están respondiendo, o en qué sentido ha escrito la persona. Parece que nuestras pasiones están a flor de piel cuando se trata de escribir una respuesta a una persona que, nos parece, nos ha retado en un comentario.
El Papa Francisco en su mensaje de la 53 Jornada de las Comunicaciones Sociales nos decía que había que abrir el camino del diálogo, al encuentro, la sonrisa, la caricia. Esa es la red que queremos. Nunca como ahora es necesaria la encíclica Fratelli Tutti que nos dice claramente las “cuestiones relacionadas con la fraternidad y la amistad social”. El Papa habla con total franqueza y sencillez sobre todo aquello que nos fragmenta y que hace difícil resolver los problemas que nos afectan a todos.
Respeto a la opinión del otro, amor a los sentimientos del otro, empatía. Comencemos nosotros, en nuestros propios perfiles.