Los datos de la Organización Internacional del Trabajo realmente son preocupantes cuando habla de que hay 152 millones de niños que son víctimas del trabajo infantil, y casi la mitad, 73 millones, están en situación de trabajo infantil peligroso.
Sabemos que son muchos los retos y desafíos, situaciones vergonzosas que enfrenta la humanidad en general y desde luego nuestro país, pero debemos insistir en la necesidad de priorizar la niñez y la juventud; de abrir ventanas para la educación; de colocar acceso real a la tecnología; de encontrar caminos para que tengan un futuro sustentable; de proteger su derecho a la vida y a la salud, a nacer y crecer en una familia.
Si garantizamos a la niñez oportunidades de mejora y desarrollo integral, es la misma sociedad la que en un futuro se verá beneficiada. Debemos centrar la atención en políticas públicas que garanticen su cuidado.
Desde el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia se expone en el número 244: “Los derechos de los niños deben ser protegidos por los ordenamientos jurídicos. Es necesario, sobre todo, el reconocimiento público en todos los países del valor social de la infancia: Ningún país del mundo, ningún sistema político, puede pensar en el propio futuro de modo diverso si no es a través de la imagen de estas nuevas generaciones, que tomarán de sus padres el múltiple patrimonio de los valores, de los deberes, de las aspiraciones de la Nación a la que pertenecen, junto con el de toda la familia humana”.
Pidamos a Dios que proteja a todos los niños y que nos ilumine para encontrar mecanismos que permitan su cuidado y desarrollo, que garanticen su promoción en la familia humana y su futuro en la sociedad.
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